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Helado.
Más que helado era un infierno congelado. ¡Oh kami!. Estaba arrastrando a Satoru todo frío y paralizado.
-¿Ya llegamos?
-¡Por milésima vez, aún no!
-¿Ya llegamos?
-Te dije que...Ah mira ya estamos aquí.
Ya estaban frente aquellas montañas en forma de hocico.
-Tranquilo ya llegamos, pronto estaremos en un lugar más cálido.
-¡Qué bueno! Ya no doy para más.
-¿De qué te quejas? No caminaste nada, yo fui la que te arrastró durante todo el camino nevado.
-Hehe~.
-¡Deja de reír! Ahora por eso, lo que resta del camino me vas a llevar cargando, estoy cansada y la que ya no da para más soy yo.
-Bueno, bueno, pero ya no me grites, vamos sube a mi espalda.
-Hmp-Lo miró con mala cara y se subió a su espalda.
Su trayecto continuo hasta que llegaron a la entrada de aquella cuidad.
Está de más decir que el Hierro no es un lugar donde halla ninjas, en concreto está gobernada por Samurais, estos impregnan el chakra en las hojas de sus espadas para dar golpes aún más mortales.
Cuando llegaron a la entrada dos guardias pidieron la identificación y el motivo por el cual estaban ahí.
-Somos del Clan Ma.
No tuvieron que dar más explicaciones, con el simple hecho de decir cuál era su posición los dejaron entrar.
(...)
-Tiene que ser una puta broma.
-No estaba tan mal, considerando que aquí no viven personas de alto rango del clan era evidente que estaría en estás condiciones.
Satoru y Maki ya habían llegado a la puerta principal de aquel lugar donde sería su estancia, ¿El problema?, dicho lugar estaba bastante deteriorado y daba una sensación siniestra. El peliblanco dijo que era por cuestiones de personal, pero Maki ya intuía que había muchos problemas por resolver en este lugar.
-Tal parece que hay un severo problema aquí, ¿Quién administra este lugar?
-No tengo idea. Si no lo conocemos entonces no debe ser alguien influyente-dijo Satoru con tono despreocupado.
-Bien, entonces sígueme la corriente.
Maki acomodo su postura y puso su cara más sería, seguidamente abrió las puertas abruptamente.
Un sirviente de la rama secundaria al escuchar tal alboroto y al reconocer a Satoru, salió volando a recibirlos.
