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El jardín de niños era el lugar que a Shotaro más le encantaba. Aunque al principio no le gustó, con el tiempo le fue agarrando cariño ya que ahí era donde jugaba con sus amiguitos.

Pero, había un lugar dentro que más le gustaba y era donde cultivaban. El cultivar plantitas era la mejor actividad que podía existir, según Shotaro.

Desde papas y tomates, hasta árboles frutales como limones y cerezos. Los cuidaba y regaba después de clases junto con otros niños.

Pero un día todo cambió.

Shotaro siempre llegaba antes que los demás, pero esta vez no fue así. Cuando corrió hacia los cultivos, al llegar se encontró con otro niño en el lugar, quien observaba en cuclillas a un árbol de limón recién plantado.

—¿Qué edtád haciendo?—preguntó Shotaro curioso.

El niño giró su rostro mientras fruncía el ceño.

—Qué te importa.

Shotaro inclinó su rostro confundido. ¿Había dicho algo malo?

—¿También te gudtan las plantitad?— volvió a preguntar pero esta vez no obtuvo respuesta —Mira, edte es un arbolito de limón. Cuando credca dará limones.

—Ya lo sé—respondió aún con su ceño fruncido.

Shotaro se acercó a él y también se colocó en cuclillas con una gran sonrisa en su carita. El niño al ver su acercamiento se asustó y trató de alejarse. Pero cada vez que lo hacía, Shotaro lo seguía.

Ered muy lindo—sonrió a la vez que acarició los cabellos del otro.

Un sonrojo apareció en las mejillas del niño, y rápidamente se levantó molesto.

—¡No hagas eso!—alzó la voz.

No le gustaba que lo tocaran. Mucho menos ese niño que ni conocía. Su madre siempre le decía que no se juntara con niños que no estuvieran a su "altura". Y ese no se parecía en nada a los niños con los que se juntaba.

—¿Por qué me hablad así?—preguntó en un tono triste.

—Porque me estás molestando.

Shotaro hizo un puchero. Solo dijo lo que pensaba, no creyó que fuera algo malo. Cuando estuvo a punto de pedir disculpas, la maestra con los demás niños llegaron al lugar. Rápidamente una niña que era amiga de Shotaro corrió a su lado.

—¡Taro, Taro! Ven vamos a ver nuestras plantitas—Hikaru estiró de su mano hasta llevárselo del lugar, sin siquiera darle tiempo de despedirse del niño amargado que había conocido.

[...]

La hora de la salida llegó. Padres y madres de familia se encontraban fuera del plantel recibiendo a sus niños con grandes abrazos, mientras que otros escuchaban las travesuras que habían hecho.

Shotaro caminaba de la mano de su madre. Hasta que sus ojos vieron la figura de un niño que reconoció bien. Se trató del chico que conoció en los cultivos. Al parecer esperaba que fueran por él.

Edperame aquí mami. Ya vuelvo—dijo soltándose de su madre y corriendo en dirección de aquel niño delgado—¡Hey!

Shotaro tomó la manga del uniforme del otro, por lo que este lo miró molesto.

—¿Qué quieres?—preguntó.

—Quiero disculparme contigo. Perdón por moledtarte.

—Solo déjame en paz—respondió en voz baja a la vez que se liberó del agarre de Shotaro. Este lo observó por unos segundos para después buscar algo entre las bolsas de su pantalón. Cuando al fin lo encontró, tomó la mano del niño, quien lo observó frunciendo aún más el ceño. Pero toda molestia se fue cuando notó que en su mano había una paleta de limón.

Ed para ti. Por cierto, mi nombre ed Taro—sonrió dulcemente.

—¡Shotaro!—le llamó su madre—Tenemos que irnos.

—¡Ya voy!—cuando estuvo a punto de irse, fue detenido por una pequeña mano.

—Yo soy Sungchan.

La sonrisa de Shotaro se agrandó más, al parecer, había hecho un nuevo amigo.

—Adiós, Dungchan—se despidió y corrió hasta donde se encontraba su madre, quien lo felicitó por haber hecho un nuevo amigo.

Y Shotaro no podía estar más feliz por ello.

𝘓𝘌𝘔𝘖𝘕 𝘉𝘖𝘠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora