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Shotaro y Sungchan se querían mucho, era algo que siempre se demostraban con pequeños detalles como comprarse paletas, llevarse postres, compartir de su almuerzo y demás. Pero desde aquel inocente beso, aquellos detalles ya no fueron suficientes. Los abrazos y besitos formaron parte de su cariño. Cuando el timbre anunciaba el final de su descanso, ambos se despedían con un lindo besito y se prometían volver a verse en el huerto. Ambos se habían vuelto inseparables.

En esta ocasión, Sungchan se encontraba en su lugar secreto esperando a Shotaro, ahí nadie los veía y eso lo hacía sentir bien. Solo él y Shotaro, no podía pedir más.

—Adivina quién soy—dio un brinco cuando dos manitas taparon sus ojos. Sungchan soltó una pequeña risa. Era obvio, conocía muy bien aquellas manos suavecitas.

—Taro—respondió haciendo que Shotaro destapara sus ojos.

—¡!—dijo para después abrazarlo. A Shotaro le gustaba abrazar a Sungchan, sentía cómo si estuviera abrazando a un osito de peluche. Sungchan era su osito favorito—¡Mira lo que traje!—habló emocionado después de alejarse de Sungchan. De su lonchera sacó un pequeño pedazo de papel decorado con dibujos de Sanrio. Se acercó a Sungchan y se lo entregó—Es mi invitación para que vengas a mi fiesta de cumpleaños, es mañana. Por favor, ven, ¿di? Sería el mejor regalo que pudiera recibir.

Sungchan miró a Shotaro, se veía realmente emocionado por su asistencia. Pero había solo un pequeño detalle, y era que seguramente su madre no le daría permiso, ya que Taro no era del "nivel" de Sungchan. ¡Pero eso no importaba! Haría hasta lo imposible para asistir a su fiesta, era su cumpleaños, no podía faltar.

—Ahí estaré—respondió e inmediatamente recibió un besito y un abrazo, Shotaro estaba feliz. Y eso era lo único que importaba.


[...]


Sungchan se sentía nervioso. Nunca le había pedido permiso a sus papás, en la mayoría de fiestas a la que lo invitaban, su madre conocía a la familia del otro niño, por lo que asistían sin problema.

Suspiró tratando de relajarse. Recordó su principal motivación, ver feliz a Shotaro.

¡Sí!

Decidido, bajó de su habitación y caminó hacia la oficina de su padre. Según su Nana, su madre y padre se encontraban ahí. Pero cuando estuvo cerca de la puerta, gritos y palabrerías se podían escuchar.

—¡Ya te dije qué ella no es mi amante!—la voz de su padre se escuchó a través de la puerta. Oh no, otra vez no. Sungchan sabía perfectamente de qué estaban hablando. Había escuchado varías veces a su madre gritarle a su padre sobre que salía con su secretaria.

—¿Ah no? ¡Entonces por qué vas a ir de viaje con esa vieja zorra, ¿eh?!—gritó su madre histérica.

—¡Es un viaje de negocios! ¡Vamos a trabajar! ¿Qué no entiendes?

—¡Esa es otra de tus excusas! ¡Vas a ir con ella de viaje! ¡Mientras que a mí me vas a dejar con ese niño aquí encerrada!—fue lo último que gritó antes de que Sungchan tocara la puerta.

—¿Quién es?—preguntó Jaehyun después de suspirar pesadamente.

La puerta fue abierta, y poco a poco Sungchan fue asomándose por esta. Su padre estaba sentado en su silla mientras se sobaba su sien, y su madre se encontraba de pie con los brazos cruzados. Volvió a sentirse nervioso.

—¿Qué quieres, Sungchan? No ves que tu padre y yo estamos ocupados, y tú vienes a interrumpirnos—le dijo su madre con el ceño fruncido.

—Hey, no le hables así al niño—lo defendió Jaehyun.

𝘓𝘌𝘔𝘖𝘕 𝘉𝘖𝘠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora