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Sungchan se encontraba comiendo en la gran mesa de su hogar. Aunque odiaba con todo su ser comer verduras, las estaba comiendo. Solo por una razón: Taro.

Él le había dicho que era importante comer frutas y verduras para poder crecer mucho. Sungchan quería eso, crecer. Tal vez si lo hacía, él podría convertirse en uno de los príncipes que Shotaro veía en la televisión, y así, protegerlo de las personas malas.

Jaehyun observaba a su hijo. Tenía muchas ganas de preguntarle sobre Shotaro. Desde el día de la fiesta, Jaehyun no dejó de pensar sobre la posible atracción de Sungchan con ese niño pero, si decía algo, probablemente su esposa haría un escándalo.

—Sungchan—lo llamó—, después de comer quiero verte en mi oficina.

—¿Ahora qué hiciste, Sungchan?—preguntó Jisoo molesta.

—No hizo nada—respondió su esposo antes que el propio Sungchan—. Sólo quiero tener una platica con él a solas.

Sungchan solo asintió, aunque, tenía la duda de sobre qué quería hablar su padre con él. No había hecho nada malo en los últimos días, o al menos no lo recordaba.

Después de acabar con sus alimentos, padre e hijo se dirigieron hacia la oficina. Jaehyun tomó asiento primero en su silla, para después pedirle a su hijo que se sentara en el lugar frente a él.

Ambos se mantuvieron en silencio, Jaehyun no sabía cómo comenzar la conversación, y esto se debía a la mala relación con su hijo. En cambio, Sungchan se encontraba serio, como siempre.

—Sungchan—carraspeó su garganta—, ¿cómo te ha ido en la escuela?

El niño lo miró curioso, ¿sólo para eso lo había llamado? Él creía que había hecho algo mal.

—Bien—respondió sin hacer ningún cambio en su rostro o actitud.

—Que bueno—dijo el hombre para después guardar silencio—. ¿Y Shotaro? ¿Cómo está?

—¿Shotaro?—cuestionó confundido. ¿Por qué su padre preguntaba por su amigo?—Él está bien. Aunque ayer se cayó mientras jugábamos, por ello se lastimó y lo ayudé a caminar hasta la enfermería y ahí le pusieron un curita con dibujos de perritos. Le dijeron que tuviera más cuidado, y ya, después tuvimos que sentarnos a platicar ya que no quería que se volviera a lastimar, además de que le dolía mucho su rodilla. Y en la hora de salida me regaló una paleta de limón como siempre—le platicó Sungchan para después cubrir su boca, había hablado de más y muy rápido, eso había sido muy grosero—. Lo siento.

—No te disculpes—dijo Jaehyun mientras sonreía—. Me alegra que se encuentre bien, y que lo hayas ayudado cuando se lastimó. Eso habla muy bien de ti. Se nota que lo quieres, y que Shotaro te aprecia mucho.

Una sonrisa se formó en los labios de Sungchan, pero que rápidamente trató de disimular. Sin embargo, sus mejillas no tenían la misma intención, pues estas comenzaron a sonrojarse llamando la atención de su padre, quien no supo si aquello era bueno o malo.

—Yo también lo aprecio mucho—respondió tratando de evitar la mirada de su padre.

La sospecha de Jaehyun comenzó a hacerse realidad. Sungchan sentía algo por Shotaro, más allá de solo quererlo como amigo. Su intuición se lo decía. Sonrió de sólo pensarlo, ya que si era real, era un amor inocente y lindo. A Jaehyun no le molestaba la idea de que su hijo fuera gay, era algo normal. Sin embargo, quien no se lo tomaría bien probablemente sería su esposa. Tenía que hacer algo, ya no quería ver a su hijo actuar como un robot sin emociones, quería verlo disfrutar de su niñez. Sabía que él tenía culpa por permitir todo lo que Jisoo le hacía al niño, pero aún estaba a tiempo de detener todo eso. Y si separarse de su esposa era por fin dejar ser feliz a su hijo, lo haría sin pensarlo.



[...]


—¡Shotaro!—gritó Sungchan mientras corría hacia el niño, quien ya lo esperaba en su lugar secreto.

—¡Dungchan! ¿Por qué corres?—le preguntó una vez que Sungchan estuvo cerca. Pero en lugar de responderle, este lo abrazó muy fuerte.

—¡No vas a creer lo que dijo mi padre!—la emoción en Sungchan era notable, además de la bonita sonrisa que se había formado debido a la felicidad.

—¿Qué te dijo?—preguntó Shotaro a la vez que correspondía su abrazo.

—¡Dijo que podías venir a mi casa a jugar este fin de semana!—dijo una vez que se separaron poquito.

—¿¡Enserio!?—Taro no lo podía creer. Sungchan asintió con su cabeza varías veces, por lo que Shotaro le dio un besito por la felicidad—¡Voy a ir! Lo prometo.

Ambos se volvieron a abrazar. Sungchan estaba seguro de que ese día sería el mejor de su vida, ya que lo pasaría con Shotaro.

𝘓𝘌𝘔𝘖𝘕 𝘉𝘖𝘠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora