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Los días pasaron y Shotaro se alejó por completo de Sungchan.

Cuando casualmente se encontraban, Shotaro bajaba su cabeza y seguía su camino. O cuando sus miradas llegaban a toparse, rápidamente la desviaba. Aquellas acciones hacían sentir mal a Sungchan. A pesar de que no lo quería tener cerca, no le gustaba que lo evitara.

No le gustaba que hiciera lo mismo que hacía su mamá con él.

—Sungchan, ¿te encuentras bien?—preguntó su profesor de matemáticas.

El niño dirigió su mirada hacia él y después hacía su cuaderno de trabajo, el cual se encontraba en blanco.

—¿Sungchan?

—Estoy bien—respondió mientras comenzaba a responder los problemas de matemáticas.

El maestro lo miró. Sabía que no decía la verdad, sus ojos tristes y las ojeras debajo de estos lo delataban.

—Sungchan—lo volvió a llamar, colocando su mano delicadamente sobre la hoja en blanco, evitando que siguiera escribiendo—, ¿qué te parece si tomamos un descanso? Ve, lava tú cara, y si quieres, busca algo para comer.

—Pero estoy bien, profesor. No necesito tomar un descanso.

—Yo creo que sí lo necesitas. Aunque sea, busca algún bocadillo.

Sungchan suspiró para luego levantarse y dirigirse a la cocina. Ahí se encontró a una de las trabajadoras, platicando con otra señora sobre qué deberían hacer para cenar.

—Joven Jung, ¿necesita algo?—le preguntó la señora que pasaba ya de los cuarenta años.

—Me gustaría merendar.

—Muy bien, ¿hay algo que se le antoje?

Sungchan hizo una mueca mientras pensaba—Quiero un poco de galletas y chocolate con leche.

—¡Perfecto! En unos momentos se lo doy—le sonrió dulcemente la mujer para después comenzar a buscar las galletas y preparar la bebida que había pedido el niño.

Sungchan estaba en silencio mientras esperaba sentado en una de las sillas que había frente a la barra donde comían las trabajadoras de la casa.

—Nana—llamó a la mujer quien inmediatamente se giró hacia él—, ¿te puedo preguntar algo?

—¡Claro que sí, Joven Jung! Sólo permítame servirle la merienda—y así como había dicho, la señora colocó frente a él un plato con tres galletas de red velvet y a un lado su vaso con chocolate—. Listo, ¿qué quiere preguntarme?

Sungchan pensó por unos segundos, ¿qué debería decirle?

—Es que...—guardó silencio—hay un niño en el kínder...

—¿¡Te está molestando!?—preguntó exaltada.

—¡No! B-Bueno, un poco.

—¡Oh por Dios! ¡Esto se lo haré saber a los señores de inmediato!

—¡No!—alzó la voz—No le digas a mis padres, por favor.

—¡Claro que les voy a decir! Tienen que hacer algo con ese niño.

—Por favor, no lo hagas. Él no me hace nada malo...—suspiró—yo fui quien lo trató mal.

—¿Joven Jung?—preguntó preocupada.

—No estaba de buen humor y él vino, y yo lo empujé sin querer. Nana, no sé cómo disculparme con él.

La mujer se quedó en silencio, pensando, cómo Sungchan se podría disculpar.

𝘓𝘌𝘔𝘖𝘕 𝘉𝘖𝘠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora