JOULE

Capitulo 5

- ¿Estáis locos? Nos van a descubrir y os juro por mi vida que lo contaré todo. Pienso contar todas las atrocidades que hacéis. ¡Sois unos monstruos! y lo peor de todo, es que me habéis obligado a ser vuestra cómplice.

Pero hasta aquí hemos llegado,ahora mismo me voy al cuartel de policía, pagaré todos lo delitos que haya cometido. Eso sí, me aseguraré que os pudrais en la cárcel cada uno de vosotros. Y tú en especial, maldito señor Moreno, maldigo la hora que te conocí.
Tú eres el peor, me has utilizado desde el principio y te lo haré pagar. Te lo juro. - mientras se dirigía al señor Moreno, el hombre más alto, le propinó un fuerte puñetazo dejándola tendida en el suelo.

La ataron junto a nosotros, mientras en voz alta comentaban alegremente que ella tendría nuestro mismo destino y se carcajeaban pensando que ganarían un extra por aquella venta.

El semblante del señor Moreno, no mostraba ningún tipo de compasión por Aitana, realmente no le importaba en absoluto aquella pobre ignorante. Ella tenía razón en cada una de sus palabras al afirmar que siempre la había utilizado en todos los aspectos.

No podía respirar, mi corazón palpitaba a toda velocidad y parecía que en pocos minutos se me saldría del pecho, me estaba mareando.

Se habían llevado a las chicas a una habitación y podía escuchar lo que les hacían, los gritos desgarradores me hacían cerrar los ojos con fuerza, intentando evitar imaginar escenas obscenas.

A Iván le apagaron un cigarrillo en su rostro y yo no pude hacer nada por él, la impotencia junto a la rabia me superaba. Pero recuerdo, que lo más duro fue, cuando escuché a Julia suplicar entre llantos.

- ¡No! Por favor. -

- ¡Cállate zorra! Me estás cabreando y no te cconviene. - berreaba el italiano.

Escuchamos cómo decidían el orden para abusar de ellas. Era realmente insoportable, escuchar sus gritos ahogados por los trozos de tela que cubrían sus bocas, pero lo peor de todo fue que sin poder evitarlo, imágenes de Julia soportando todo tipo de abusos inundaban mi mente sin cesar.

Según pude escuchar, esa misma noche nos sacarían de allí sin ser vistos, nos llevarían al puerto donde se desharían de nosotros para siempre.
Esos fueron los minutos más largos y angustiosos de toda mi vida.
Había llegado nuestro final.

Uno de ellos vigilaba la puerta, tenía que asegurarse que nadie nos veía, mientras tanto, el resto nos metían en la parte trasera de una furgoneta oscura.

Desde que llegamos al puerto, no fuimos conscientes de lo que pasaba a nuestro alrededor, pues antes de salir de la casa, nos inyectaron algún tipo de droga que nos dejó sumisos.

Al abrir las puertas de la furgoneta, pude ver a los dos hombres de negocios junto a un trabajador portuario que vestía con su uniforme y que cubría su cabeza con una gorra oscura, según les gritaba enfadado, el barco tenía que salir de inmediato. A unos metros, el señor Moreno discutía con alguien al móvil.

Tenían que dejar cerrado el contenedor con la carga completa lo antes posible, puesto que en breve se tenía que hacer el cambio de operarios y no podían arriesgarse a ser descubiertos.

Le dieron un sobre grueso y el portuario al ver su contenido quedó bastante satisfecho. Seguidamente los dos empresarios, se marcharon en un coche de alta gama que los esperaba con su chófer en su interior.

Nos bajaron de la furgoneta a empujones y nos metieron dentro de un  contenedor muy oscuro, con un olor insoportable a orín. No estábamos solos, se escuchaban llantos femeninos, vómitos y lamentos.

Al cerrar las puertas, los llantos se intensificaron y justo en ese momento, noté como alguien me rozaba y se desplomó en mis brazos.

Por el aroma de su cabello, supe sin ningún tipo de duda de quien se trataba, era Julia, la reconocería con los ojos cerrados en cualquier situación.