Una princesa

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El sol resplandecía con fuerza por todo el reino y sus alrededores, los recolectores de fruta y trigo iban a mitad de su trabajo, el verano pronto llegaría a su fin. El gran banquete sería en unas semanas y los comentarios corrían entre los reinos.

La reina de Lerzalis estaba entre los campos de cerezas probando algunos frutos. Entre más cerca estaba el elegir un compañero de trono y su cumpleaños, su ansiedad aumentaba. Algunos días su aspecto era más cansado que otros. Ella mantenía en el pueblo, en cultivos, con las tejedoras las cuales le enseñaron sus nuevas puntadas, trataba de estar en todas partes menos sola en el castillo ya que su amigo estaba resolviendo cosas en la mesa del Consejo Real.

-Mi reina, que alegría tenerla por acá- una pelinegra ya conocida hacía presencia.

-Imra, ¿cómo has estado?- las mejillas de la reina estaban un poco ruborizadas.

-Con ganas de otro paseo como el de hace unos días, me divertí mucho.

Aunque Lena siempre tuvo contacto con todos en el reino, amistades no tenía muchas. Desde pequeña siempre quiso ir de paseo en uno de los grandes lobos que sabía que habían en el reino, pero su madre no lo permitiría, ella era una princesa y no podía perder la elegancia. ¿Qué diría la difunta Lillian si supiese que su hija ahora como reina había cumplido su sueño? Después de la batalla los licántropos se veían mucho en su forma de lobo por el pueblo y cerca del castillo. Uno de esos días Lena salía en su caballo, el soldado Tarazi la acompañaba algo retirado dándole su espacio como lo había pedido. Imra estaba cerca del pueblo por donde la reina debía pasar, cuando Lena vio la gran loba blanca le sonrió y le hizo una seña para que la siguiera. Cerca a la mina de carbón se detuvo y mando al soldado adelante. Bajo del caballo y se acerco a Imra, la reina tenía el don de entender los pensamientos de los licántropos al verlos a los ojos cuando estaban en su forma lobuna, así que iniciaron una conversación. Para cualquier persona que las viera pensarían que la reina había perdido el juicio, ya que solo se escuchaba su voz. Ese día nació una linda amistad y un sueño se hizo realidad. La reina dio un paseo subida en la loba.

-Hay que repetirlo- le contesto la reina llevándose otra cereza a la boca.

-Podemos decirle a otros de mis amigos y a el Lord- esto último salió como un susurro.

-A Mike le encantará- dijo segura la reina- pero los paseos solo los daré contigo, ya sabes no sería muy bien visto.

Imra no sabía hasta donde la reina podía leer sus pensamientos, ella creía que solo entendía lo que le quisiere decir. Lena ese día no solo dio un paseo, también leyó en la mente de Imra el interés que la chica tenia por su buen amigo Mike. Y como buena amiga y amante de lo romántico se propuso hacer de cupido.

El sol dio paso a la luna, el viento movía las hojas de los arboles frondosos. La mesa real se encontraba con algunos platillos para deleitar el paladar de la reina, pero por muy deliciosos que fueran nada le quitaba el mal sabor de la soledad. Extrañaba a sus padres y como reían al contar sus paseos, como Llilian se enorgullecía de la inteligencia de sus hijos, sus bailes con los habitantes del reino, tener siempre unos brazos dispuestos a protegerla y amarla. Cuando su hermano fue rey trato de mantener las costumbres, de hacerla reír, ellos se entendían más que cualquier otra persona, ya sea porque ambos nacieron el mismo día siendo Alexander mayor por tan solo media hora o por el simple hecho de ser hermanos.

Los últimos días que compartió con su hermano fueron muy felices, y en algunas ocasiones no solo eran ellos dos en la mesa, sino que también estaba la familia Teschmacher organizando los preparativos de la boda del rey Alexander y Eve. Boda que no alcanzo a realizarse por la pérdida del rey, dejando devastada una hermana y una joven hija del recaudador de impuestos.

Érase una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora