La etiqueta de la corte imperial otomana es diferente a la inglesa, su Gracia. Debe tener en cuenta que las mujeres no pueden ocuparse de asuntos oficiales, mucho menos presentarse a reuniones, o frente al sultán fuera del harem. Sería una vergüenza que una mujer participara de una conferencia en la sala de audiencia imperial. Por eso, la duquesa de Cunnington y su doncella de compañía deberán esperar en la recepción de la antigua sultana en el harem real mientras sucede la conferencia.
- Es absurdo, no puedo creer que en esta época tengamos que seguir costumbres tan anticuadas,- bufé sin poder contener mi impaciencia.
-No es nuestra cultura, y debemos respetar sus costumbres querida. Además, te saltas la parte aburrida. No te preocupes, son puros formalismos y actos protocolarios de firmas y contratos que ya conoces. Los emires y Pashas de seguro estarán allí atestiguando y sin duda, también calibrando, la calidad de la alianza comercial y política del reino inglés con el imperio de nuevo Gran Sultán otomano. No los culpo, pero no me envidies la verdad. Será un proceso lento y aburrido en extremo. Con todo no podemos arriesgarnos a ofenderlos, pues crear un conflicto en la corte a estas alturas, ad portas de la coronación, es lo que menos nos conviene ratoncita.
- Entiendo, entiendo, solo queme molesta hacer de objeto decorativo cuando podría muy bien hacer de intérprete. Pero como sea, me llenaré de dulces de la confitería real, mientras firman el tratado más importante del Mediterraneo desde Lepanto, en fin, resopló resignada- la historia podra ser firmada por los hombres, pero aún así será contada y criticada mil veces por nosotras.
- Será como tu dices querida. Mi preocupación va más allá. Tal vez te acomodes a la vida de Sultana y no quieras salir del palacio.
- No lo creo. A menos que haya una biblioteca de por medio. Le he tomado cariño a mi libertad de movimiento.
- pensé que habías tomado cariño a tu esposo.
-Claro, también te tengo mucho cariño mi Duque, mi corazón libremente te adora. Deja de quejarte.
- No lo sé, no lo sé mi Duquesa, espero haya una verificación de estas palabras en acciones más convincentes.- Con esto el duque le lanzó una mirada muy diciente que dejó a la aludida ardiendo sus mejillas en lo que la imaginación le sugería acerca de la naturaleza de su verificación.
- Hum, vaya ya palomos, calmen esos ánimos para su recámara. Entonces. Mañana iremos a visitar el preciosos palacio de Constantino y Mehmed segundo, la joya de Estambul, el palacio Topkapi. Bueno, alégrate Sophie, no hagas pucheros ante los protocolos de los hombres, nosotras la pasaremos como reinas mientras ellos juegan a la política. Y luego podrás saludar a tu viejo amigo, su majestad el Califa, príncipe de los creyentes. ¿Tú crees que nos deje visitar ña iglesia de la reina Irene?
- Estoy más interesada en visitar la biblioteca real, pero seguro no nos negarán un tour por todo el palacio. No te preocupes por eso Charlie. Mas bien ayúdame a elegir las chalinas que debemos usar para cubrirnos los cabellos y el rostro.
- Por supuesto amiga, ¡qué emoción!, Vamos al mercado de Galata, vi unos tejidos en seda preciosos.
- Se me ocurre que también debamos buscar unos vestidos de corte oriental...
- Mejor las dejo en libertad de la exploración de la moda. Claro que una amiga puede ser que sea de ayuda.- al girarse, vieron una esbelta figura de ojos de gato y cabello de negro lustroso hasta la cintura.- Les presento a la dama de confianza de su majestad el Sha, la dama Layla Mariam.
Con una venía llena de elegancia la mujer se acercó hasta las otras dos sin que se escuchara un sonido, parecía un fantasma. Habló con delicada voz rica en exóticos tonos.
- Bienvenidas damas. Permítanme ser su guía en la corte. Su Alteza imperial me las encargo con especial afecto.
Cuando volteé a ver a la hermosa mujer que nos saludaba, descubrí con sorpresa la belleza oriental en unos ojos de gacela, los poemas de Rumi no mentía sobre el atractivo misterioso de esos ojos almendrados y adornados con khol. Me ruboricé sin querer y tutubee ante esa mujer tan atractiva que no noté cómo había llegado detrás de mí. Vaya sorpresa son las damas otomanas. Tanto que aprender de ellas, pensé finalmente y la saludé con una venia algo tardía.
- Lady Laila, le agradezco su ofrecimiento y atesoraré su compañía. Nada quisiera más que poder ser agradable y no causar ningún revuelo en la corte.
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La doncella de Estambul
RomanceLa segunda entrega de la serie que comienza con " la bibliotecaría de la casa Cunnigton". Lady Sophie ahora duquesa de Cunnigton se encuentra en medio de una intriga palaciega en la antiquísima corte otomana, mientras su gran amiga Charlotte descub...