Las tentaciones de Trinacia

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Daisy my darling,

Espero que estés disfrutando ser la señora de la mansión Cunnington. Como sabrás por Charlotte, hasta el momento llevamos muy bien el viaje. El recorrido por mar en brazos de mi capitán y esposo ha sido el mejor remedio para mi traumático primer viaje en barco, que como recordarás fue todo un desastre. Que Dios tenga compasión por el alma de Gaskell. Aún veo los rastros del daño que ha dejado la pérdida de su mejor amigo para mi querido Henry. No solo en la compañía, sabes que tuvo de doblar sus labores y si no es por la inestimable ayuda del príncipe Shankar, todo el proyecto transoceánico se hubiera ido al traste, sino especialmente por el hecho de haber perdido a su único amigo de la infancia y de tan infame manera. Lo veo sufrir en silencio, le incomoda mucho aun comunicarme sus propias emociones , miedos y debilidades. Su traición aún es incomprensible, se culpa a sí mismo por no ver la oscuridad en Frank, por no poder salvarlo a tiempo. A veces lo nombra, lo recuerda en sus episodios de correrías juveniles y luego se queda callado, como perdido en sus pensamientos, musita un -pero eso ya no importa- y sigue con sus labores sin un suspiro. Le encanta hacerse el fuerte, hinchar el pecho y callar todo su dolor bajo la capa del cansancio, tenaz es su temperamento tras esos ojos de acero; pero a mi no me puede engañar. La pérdida de su amigo le duele. Por otro lado, el mar le hace bien, es una especie de terapia, por eso me alegro mucho de acompañarlo en esta travesía, bueno técnicamente, es al revés, mía es la invitación a la entronización del Príncipe Shankar como su favorita amiga inglesa, bueno y su aliada comercial tomando en cuenta que la empresa se encuentra a mi nombre. Si bien le dije a Henry que lo dejará al suyo, él se cerró en la banda y tercamente me dejó la gerencia de la empresa naviera a mÍ, como me legó todas las posesiones del ducado que me corresponde como herencia, así como a él por ser mi marido. Pero, él es un esposo moderno se defiende , y me ha dejado todo, por si Dios no quiera, las malas tormentas, lo llevan al lecho marino antes de tiempo. Lo cierto es que con esa excusa tengo bastante trabajo, administrar no solo el ducado sino también la corporación naviera, llevar la contabilidad y el papeleo diplomático de la corporación y del ducado es una gran carga. Él por su parte como le encanta jactarse, se encarga de lo práctico, cuidar de las naves, las rutas marítimas, las mercancías y los marineros al mando de la flota. Suena hermoso, pero me has visto sacarme canas equilibrando el trabajo con los compromisos con la corona, que a Henry le encanta eludir. Mas no me extiendo en lo que ya conoces de sobra. Este viaje para mi son unas merecidas vacaciones y mi necesaria reparación por una luna de miel que no nos fue posible disfrutar a su debido tiempo.

Ya sabrás lo que es despertar feliz cada mañana en los brazos de tu amado esposo. Eso de conocerse en la cotidianidad, en la convivencia. Bueno, no es muy cotidiano si te pintas que vives en un barco. Este mundo es extraño, no tenemos salita de estar ni biblioteca en el barco mercante. Cuando hay buen clima salgo a la cubierta, tomo mis carboncillos y pasteles para dibujar lo que me viene al aire. No necesitas detalles al respecto, pero del viaje hasta el momento quisiera compartirte un par de momentos. Anteayer pasamos por el puerto de Palermo, la capital del reino normando de Roger II en el medievo. Y tú ya estás torciendo los ojos, pensando que te voy a soltar una cátedra de historia, pero no, tranquila, respira y escucha. Es la ciudad más hermosa que he conocido hasta el momento. Entiendo por qué un rey inglés quisiera vivir en estos parajes, alejado completamente de la bruma helada de inglaterra, de sus costumbres anticuadas y frías. Este debe ser el sitio más parecido al paraíso. La isla tiene un clima cálido casi todo el año, y no solo eso, la gente y la cultura que se ha formado aquí gracias al intercambio entre griegos, romanos, árabes y normandos durante siglos, tantas, tan diversas ha dado lugar a una ciudad donde las palmeras no desentonan con las catedrales, las columnas corintias van junto a los minaretes y se dan la manos bajo las cúpulas y los arcos adornados de oro,plata y mármol. imagina un lugar donde las princesas árabes y las cristianas se reunían a compartir sobre arte, filosofía, ciencia y astronomía codo a codo con los hombres, en un tiempo en que cualquiera hubiera sido tildada de hechicera. El mar, que parece oscuro y misterioso en el norte, en estas costas es casi transparente, de un azul muy claro, en el alba diríase iridiscente. La comida que es lo que más te preocupa, lo sé, es deliciosa, los dulces de helado de arancia e nuciola, son los postres más rico que he probado a excepción de los panes de canela de tu señor esposo. La comida de Sicilia es siempre fresca y ligera, de pastas almendradas y arroces confitados con especies. Este es un mar sonriente, atractivo, lo describe Henry, casi como un niño ingenuo e inocente, pero no te debes fiar de él, me dijo con sonrisa ladina. Me recordó las palabras de Homero, sobre Trinacia, antiguo nombre de esta isla, la isla de Helios donde sus rebaños sagrados pastaban sin molestias. Es un lugar idílico y peligroso para los mortales. Pararte en medio de las columnas aún enhiestas del templo de Poseidón que se erige mirando su amplio reino entre las arenas blancas y suaves es una tentación muy grande. Comprendo cómo se perdió la tripulación de Odiseo, yo misma he deseado residir aquí, olvidarme de empresas, tareas, cortes, bailes, misiones y corporaciones y cambiarlo todo por el horizonte eterno dibujando la costa de Palermo y Siracusa. Anhelo una vida simple:  Henry que pesca en un pequeño velero, y me trae algo del mercado fresco, las tareas domésticas, el atardecer leyendo poesías juntos en una de esas casas que miran a la playa. Pero no se puede. No aún. Tengo una promesa por cumplir. De manera que dejaré a mi pesar atrás la concha del oído donde Dionisos cantó el evohé a su coro de sátiros, sus ricos viñedos, la sabrosa pizza di formaggio y la leche de almendras para el regreso. Ya decidiremos con Henry si esta isla tendrá una segunda casa Cunnington, sea claro como parada naval y astillero. De momento seguimos camino a la imperial ciudad de Constantino el grande, reino fabuloso que pronto será el reino de Shankar, si Alá lo desea así. Dios te guarde amiga mía. Cuida de mi preciosa biblioteca, les llevaré de seguro nuevas recetas de regreso.

La doncella de EstambulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora