V
Hubiera, dentro la autorregulación individual, por minúscula "perdida" de la temperatura corporal: manifestaciones inadmisibles.
Las hojas exprimidas, la valla desdeñada; vía con asfalto a sus anchas. Los desatinos pie de cumbre cuya diestra aquel coloso dormido logró suscitar los regios hornos de la tierra. Futuros desmedidos atrajeron súbditos, ellos aprendices.
—¡Oye, calma las nalgas!
Como captara que la petición iba de patitas con ella. La brizna de su melena castaña hayo quietud. Nuestra cómplice, trémula, harta le plantó en la pendiente, —Terrazas, desde donde había hueco, polvo y mugre, se elevaba por lomas de asnos— tal cual fue la manera en la que lo recibió:
—¿Me extrañaste, baby? —dijo él, he examino gentil la noción de un abrazo.
—No pongas esa cara —le sugiere Naomie correspondiendo el afecto del mozo de Villa Brava.
—¿Qué cara? Está cara...
En resumen. Simultaneo al tierno rosetón de pétalos, colisión de pechos, mariposas que hinchan o quebrantan a vuelo. Ningún rastro opacaba la huída del astro emperador hacia la pavidez de peñascos semipuntiagudos; los edificios y las gentes conocerán el adiós premeditado; en lo estatal una orden maravilla el país clandestino. A juego, puesto el faro en escena, complacía la lira que llevaban.
Gran tramo de la fábrica: los bloques y fierros, muros que constituyen las cavernas y niveles de ésta conviven constantemente con las propiedades residenciales de la segunda etapa. Donde Villa Brava arrancó de revés:
—¿Por qué corrías? ¿Corrías de mí?
—Tal vez —, sostuvo la persistencia de continuar, ¿por qué pararía por él? —Mirá, tengo prisa. Te llamaré cuando me desocupe. ¿Ok?
—Plomo —le tiende el abrigo y lo acuesta en sus hombros —. Adoro tu escuela, el uniforme es una exquisitez... —dijo de reojo —Esa falda debe molestarte.
—Ajá. ¡Buenas noches! —ella carcajea diabólica segundo a segundo...
—Buenas noches, bb.
El farolero libera la presa. Cambia el foco de la pértiga con una escalera ahí en la acera. Posteriormente entre cavilación prodigiosa: "¿Qué canción haría retumbar esta noche?" Nirvana, Rammstein, el Cuarteto de Nos, Raps de Cancerbero...
Él era el chaparro: la mascota, extrovertido e íntimo colega, amigo, hermano. Un burgués disfrazado como vagabundo. Facha que le vino excelente al cumplir la mayoría de edad para tramitar su trabajo en el condominio plagado de burócratas.
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Hoy
8:36 pm.// —Má', estaré en casa de primo Domínguez.
8:41 pm.
// —Aún me falta un rato largo de bombillas y recolección de trastos...
✓✓
(...) Mom ♥️.
// —Dios te bendiga mijo, ¡cuidado por hay! Besitos.
Guarda el Xiaomi Redmi.
Las chavas, los pibes, zafios colaterales ligados con otras pieles. Adoptándose tanto no renaciera en las memorias. En cuenta de un pasado infestado de atavíos, vicios y pandillas. La familia procuro su bienestar al templarlo como hombre recto, adiestramiento que acabará según diera palabra, de interponer la vida, esconder a cojones la hierba y solventar algunos años divertidos por complejos de esgrimista, luchador, político, abogado, matematleta, científico... Escritor.
Meses han transcurrido, la época pinta las mejillas. Él sufre, las benditas pezuñas se le congelan. Fija su deliberada atención en la aspereza del renegrido sendero cual ferruginoso lo traga, cargando la escalera consigo, terrible. Las estrellas le guían estrechando un agradable coloquio con su compañera, Tara:
—Eh, Tara ¿cómo es la vaina? —dijo el farolero.
—Aquí el mío —responde la escalera —la chamba está pelifrosaaa.
—Tranquilizate marica, solo hoy hicimos chamba pa' tirar por techo, no más.
—Segurísimo habrá mucha lana pa' gastar en tú loba.
—¡Hey! Tantito te reviento culera mamona —le reprende el farolero posándola en la verja que bordeaba el interior de los depósitos de cemento, allá nada ocurría... —Mí lobezna se respeta. Viste cómo me trató, algo quiso separarnos.
—Good good. Las mujeres... La carne está débil.
—Me saliste pendeja escalera.
Las instalaciones abandonadas poseían unos pabellones muy distinguidos, eso y las cuatro chimeneas erguidas a 30 metros que aquejan profundamente en los graznidos de los penitentes. Dormían las horas cuando nunca se les visitaba. Adivinen qué suerte le precede. Enfrentaría penosa calamidad a la par de un enemigo, porque los héroes dignifican la osadía de los brutos —desechos de la humanidad—, alega Villa Brava respirando humos señoriales, que compartía de forma mutua con Tara:
—¿Vas ha dejarme, acaso sos infeliz? —gruñía escalonándose tipo balda necia escupiendo ademanes inteligibles. —De tí una encantadora cajetilla, ¡plasta e'verga!
—Necesito llegar al poste —arduo atrona el farolero. Observaría vertientes contemporáneo colgaban de sí herdas en músculos y mechas viso ágata por los desmenuzados capilares. —Rectifico, voy de codo y rodilla con estos minusválidos. No me esperes.
—¡Vaya puej!, enorgulléceme...