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Otoño.

El viento silbaba y las hojas empezaron a hacer acto de presencia, cayendo sobre mi cabellera negra. Tenía la vista perdida en el frente.

Mi mente estaba vacía.

Mi cuerpo comenzó a tiritar, hacía mucho frío y tenía poca ropa, pero no me importaba.

El sonido del columpio balanceándose penetraba en mis oídos, era todo lo que lograba oír.

A lo lejos, visualicé a una niña que agarraba un globo blanco con el puño de su mano. Estaba sola.

¿Qué hace una niña tan pequeña, sola?

Mi vista se dirigió al frente de nuevo. Por el rabillo del ojo, observé como ella se acercaba a mí poco a poco, dando pasos cautelosos.

De un momento a otro, el globo se escapó de sus manos y empezó a volar hacia el cielo. Rápidamente me levanté del columpio, observando como cada vez, aquel objeto compuesto por helio se alejaba más. Me subí a un banco para ayudarme a conseguir altura; apoyándome sobre la punta de los dedos del pie, me puse de puntillas. Conseguí agarrarlo justo a tiempo.

Con una lentitud inquietante, me bajé del banco, dispuesta a devolverle el globo a la niña.

Se veía adorable con sus dos coletas atadas a los lados y esos rizos castaños que caían de ellas.

Me coloqué de cuclillas para quedar a su altura.

—Ten. —Extendí el globo hacia ella para que lo pudiera agarrar, mientras yo le dedicaba una sonrisa amable. Percibí como la niña me devolvió el gesto.

Por alguna razón, su sonrisa me recordó a la mía, como si en ese mismo instante me estuviera viendo reflejada en un espejo, años atrás.

Comenzaba a sentirme cansada de estar en esta posición, así que me levanté. Seguía con mi vista fija en la niña, hasta que escuché susurros... Susurros que se sentían como si alguien estuviera ahí mismo, en mi oído.

Me di la vuelta desconcertada, buscando la fuente de la voz.

No había nadie.

Confusa, giré sobre mi eje de nuevo, para regresar a la postura que estaba antes. Frente a mi vista, no había nadie, como si la tierra se hubiera propuesto tragar personas.

La niña había desaparecido.

Miré hacia todos lados, pero no conseguía encontrarla.

Restándole importancia al asunto, decidí volver a casa.

-

En cuanto llegué a casa, mi perrito Bruno me dio la bienvenida, lamiéndome la mano.

—Hola Bru —dije entre risas.

A lo lejos, escuché a mis padres discutir en la cocina.

Siempre la misma historia.

No estaba dispuesta a aguantar de nuevo esos gritos que me hacían sangrar los oídos.

Me asomé lentamente a la puerta. Frente a mí, pude percibir la imagen de ellos gritándose el uno al otro.

—Hola mamá, hola papá —interrumpí.

Mi madre se tranquilizó por un momento y me miró.

—Oh, hola Valeria.

—No voy a cenar hoy, así que no me esperéis, empezad sin mí.

Antes de que pudieran preguntar, o insistieran para que vaya, me alejé a una velocidad apresurada. Subí las escaleras corriendo, con el fin de encerrarme en mi habitación.

En verdad, mis padres no eran malos, simplemente no funcionaban juntos. Mi padre era un amable policía, querido por todo el barrio. Recuerdo que de pequeña, siempre me prometía jugar conmigo si realizaba todas mis tareas, y de hecho, si lo cumplía. Mi madre era abogada, una mujer madura e increíblemente atractiva. Todo el mundo me dice que me parezco a ella, pero el único parecido que veo, son nuestros llamativos ojos azules.

Giré mi cabeza, pudiendo observar una fotografía de mi abuela, que reposaba sobre la estantería de mi habitación. Al instante, la agarré con mis manos cuidadosamente.

Te echo tanto de menos...

Ella era una mujer valiente, independiente, sabia, entre otras muchas más cosas que jamás terminaría de decir. Siempre había sido un ejemplo para mí.

Por desgracia, ella falleció hace un mes. Un infarto de miocardio.

Agotada, dejé salir un suspiro, mientras me dejaba caer sobre la cama.

Me quedé bocarriba mirando las estrellas, a través del tragaluz que se encontraba enfrente de mí.

Estuve así un rato más, hasta que poco a poco, mis ojos se cerraron, cayendo en un sueño profundo.

Hasta que un suave susurro provocó cosquillas por todo mi cuerpo. Me levanté de golpe, con la respiración agitada.

Asustada, miré hacia todos los rincones de mi habitación, buscando de nuevo, la fuente de aquella voz.

Pero no había nada.

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¡Fin del primer capítulo! ¿Qué os ha parecido?

¿Qué creéis que significa el globo? ¿Y los susurros?

Dejadme aquí vuestras opiniones, teorías, quejas, todo lo que queráis.

Intentaré actualizar rápido el siguiente capítulo.

¡Besos! xx

PERSIGUIENDO HELIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora