Tenía algún par de meses trabajando en la nueva empresa, hasta que por fin la venta más ambiciosa estaba en mis manos, una cabaña a lo lejos de un pueblo, escondida entre las montañas, un lugar desolado y abrumador...
Lamentablemente tome la decisió...
Apartir del camino maneje yo, conocía la ruta y se pondría difícil. En cuanto entramos a la parte de terracería empezaron a caer las primeras gotas de lluvia, como si fuera el destino, como si todo estuviera programado. Avanzamos despacio y como la lluvia era ligera todavía Andrés bajo su ventana y yo también; se sentía bonito, la camioneta estaba hecha para eso, para mojarse, para maltratarse. Pero de pronto empecé a sentir algo, algo que no recuerdo haber sentido, cada metro que avanzabamos sentía que era un metro más difícil de volver, un metro al que ya no podría regresar, sentía que íbamos hacia el peligro, hacía la muerte, como si por voluntad propia nos estuviéramos dirigiendo hacia la boca del lobo, hacía la puerta del infierno.
¡ Que chistoso ! - dijo Andrés ¿ Que ? - le pregunté Es que de pronto siento como si entre los árboles hubiera gente, como si de entre las ramas salieran caras - volvió a decir Andrés.
Mire hacia los lados y también lo noté. No era como si hubiera gente real ahí, si no, como si hubiera algo en el bosque, como si hubiera figuras paradas entre los árboles pero Etéreas, fantasmales.
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Me detuve y nos dimos cuenta de que solo era una ilusión óptica por el movimiento en la camioneta. No puedo explicarles el sentimiento de alivio que tuve en ese momento de que no estuvieran realmente ahí paradas mirándonos.
Cuando llegamos al punto dónde si hay señal del celular, me detuve y me baje de la camioneta, puse un listón en un árbol, un listón dorado, le dije a Andrés que en caso de una emergencia ahí era el único punto en kilómetros dónde podría pedir ayuda, comunicarse con el mundo exterior.
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Está bien, en un rato me vengo para acá corriendo a platicar con mi novia - me dijo Andrés, señalando su mochila dónde llevaba en efecto ropa para correr...
Seguimos el camino, llegamos por fin a la cabaña, bajamos de la camioneta y yo me quedé bajando mis cosas, Andrés se adelantó con las llaves, sin embargo a unos metros de llegar al porche se quedó parado mirando hacia adentro, yo tomé mi mochila y me acerque, me detuve a su lado; tampoco pude continuar.
¿Tambien lo sientes? - me preguntó. ¡Si! - le respondí.
Hay alguien adentro, era extraño, indescriptible pero los dos lo podíamos sentir. Entramos y seguíamos sintiendo esa misma sensación, aunque revisamos cada centímetro de la cabaña, sentíamos que había alguien ahí. Justo cuando empezó a llover más fuerte, llegó la camioneta del cliente, sin embargo no iba el interesado, si no dos personas que trabajaban para el, un señor de unos cuarenta años con apariencia como de contador de película vieja y una joven como de unos veinticinco pequeña de estatura y delgada, pero con una presencia mucho más imponente que el mismo compañero, por su interacción nos dimos cuenta de ella era la que estaba a cargo de la decisión;
perdonen que no haya venido nuestro jefe, pero confía mucho en nuestro criterio, nos pidió que revisemos algunas cosas, si reúne todos los requisitos va a venir ya el con una oferta - dijo la joven.
No teníamos por qué no creerle, el interesado era dueño de una cadena de autoservicios de la región, le dieron un vistazo a la cabañas muy rápido por dentro; sin hacernos una sola pregunta salieron, al parecer a su jefe le importaba más lo que había a su alrededor, el señor se adentro en el bosque y la chica por una extraña razón nos pidió que se le enseñará dónde estaba ubicada la fosa séptica, fue muy extraño que supusimos que todos eran detalles normales, que les interesarían.
Nos paramos en el porche a esperarlos, la lluvia arreciaba pero parecía a ellos no importarles, me di cuenta de que Andrés observaba hacia los árboles, hacia aquel punto dónde yo creí ver a la mujer aquella la primera vez. Se veía de nuevo, el mismo efecto óptico.
Hasta parece que hay una mujer parada ahí, ¿no? - le dije. Hay una mujer para ahí - me respondió muy serio.
Me tomo del hombro para no dejarme ir, como para exigirme que pusiera atención y note como aquella cara que parecía dibujarse con las ramas, de pronto se movió, se puso de perfil y se perdió en los árboles.
Antes de que pudiéramos decir algo escuchamos al hombre regresar de entre los árboles por el lado contrario del que mirabamos, le gritó a su compañera d eque todo estaba listo, que lo había encontrado, la chica se acercó a el y le pregunto si todo estaba en orden; el le respondió que si, que todo estaba ahí, fuera lo que fuera, ella se volteo hacia mi y dijo que su jefe se pondría en contacto con mi jefe; conmigo le respondí, tienen que negociarlo conmigo, solo sonrió y sin decir nada se dirigió hacia su camioneta, el señor se acercó a nosotros y nos preguntó si nos esperaban, si quería que manejamos juntos hacia el pueblo.
Nosotros nos quedamos, mañana tenemos que volver a mostrar la cabaña, pero gracias - le dije, y el sonrió confundido. No es necesario que se queden, nosotros vamos a hacer una oferta, no se queden aquí - dijo genuinamente preocupado.
Al menos eso parecía...
Gracias, pueden hacer una oferta, pero esperamos la de un cliente que ya lo visito primero y tambien la espera de la gente de mañana, intente comunicarse con Carlos lo más pronto posible para que el les de prioridad el es el encargado de esta venta, cuidense de regreso en el camino - dijo de pronto Andrés muy seguro.
No había ido nadie a ver la cabaña antes y no estábamos seguros de que pasaría al día siguiente, pero fue un muy buen movimiento de vendedor, nos regreso a la posición de poder tomar la decisión.
Apoco creen que nos van a asustar para que nos vallamos y no la enseñemos mañana - me dijo Andrés en cuanto el señor se alejo. Mira que traer a una mujer a asomarse a lo lejos a poco creen que nos chupamos el dedo, que creemos en fantasmas...
Andrés tomo su teléfono y su impermeable y me dijo que no tardaría, que iría caminando hasta la zona con señal para hablar con su novia, Le dije que estába muy lejos a pie, pero me contestó que le gustaba la lluvia y la montaña, que estaría bien. Lo ví alejarse por el camino, pero lo alcance, tuve que alcanzarlo, le di el cuchillo de cazador y le dije que por favor se lo llevará.
Yo me fui a la camioneta y saque de otra bolsa la cruz bendita, sentía de alguna forma, sentía que me protegía más que aquel cuchillo...