—Esas son rosas, no rojas, he pedido rosas rojas, no rosas rosas, ni rojas rojas, sino rosas rojas.
En medio del exorbitante patio palacial, hay un hombre de cabello pelirrojo, es tan brillante que permite al ciego ver la luminosidad del color. Tiene una corona y, a diferencia de como lo esperaba, su cabeza es relativamente pequeña. Le han mentido, las cabezas grandes deben ser las normales.
—¡Tú, mocoso! ¿Qué haces aquí? —Su corazón se va emblanquecido por el temor al rey, pero por lo menos ya no puede quitárselo y patearlo para usarlo como pintura . —Muévete.
Pero no le habla a Jeno, si no a una rana que si es mocosa y verde, que apenas corre lo suficiente para traer una de las pelotitas que el rey lanza. La rana parece tortuga y es cómo Jeno entiende la molestia del hombre.
—Aquí es cuando yo me voy.
—¿A dónde vas?
—No puedo entrar al castillo, una vez intenté hacer cosas con el rey que no están permitidas, así que he quedado vetado de por vida, te lo dije, de todos modos, no es como si él no saliera del lugar.
—¿Qué hiciste, Ten?
—Sonreír mucho —Sus ojos se desvanecen sin olvidar la sonrisa. Perfecto, ahora Jeno está solo viendo jugar críquet al rey, aunque el lugar es bastante bonito, muy rojo y también blanco, la mitad es blanca y la otra roja, en el mismo castillo, no logra sentirse a gusto por completo, sigue siendo un extranjero. Se abraza por la mitad, quizá le falta pintura roja, como a las rosas.
—Disculpe, Su Alteza Real.
—Silencio.
El rey acomoda su excéntrica ropa antes de golpear de nuevo esa bola extraña que tiene forma de corazón, peculiarmente, dx esa figura falsa que existe en los libros de anatomía, no la normal, un corazón con dos alas. A Jeno le parecen bonitos, como los de los pollos, ¿será ese el corazón de Ten?
—Ahora sí, ¿en qué puedo ayudarte, plebeyo?
—He venido hoy a buscar su ayuda, me han dicho que aquí es donde puedo encontrar al conejo.
—¿Al conejo? —El hombre apenas se recarga para esperar por su siguiente bola, alza la mirada viendo al tímido ajeno que ha ido en su búsqueda. —¿Para qué quieres tú ver al conejo? ¿Has cometido algún delito contra Infratierra? De lo contrario, no hay conejos que tú puedas ver. Está prohibido.
La amenaza le duele, el rey tiene unos ojos bien claros y acusadores, fisgones.
—No, de ningún modo, Su Majestad. Pero he caído por la madriguera, lo he encontrado arriba donde está el suelo, me ha dicho que íbamos tarde. —El rey se deshace de su bastón de criquet de corazones mientras los sirvientes tiran los órganos al río, mira arriba al cielo donde no ve techo alguno.
Jeno lo sigue porque no hay otro modo de llegar a su cita. Tras adentrarse en ese castillo que parece ser una colisión precisa, lo ve sentarse en el centro de su trono, a un costado de otro de color blanco. Baila con los dedos antes de sopesar su respuesta. Hay maquillaje en todo su rostro, labios en forma de corazón y pestañas exageradamente negras y grandes, ojos claros, azules y verdes como el no cielo, que es rojo y blanco también, es decir rosa. El rey es muy bonito, curioso y no natural.
—Cumpliré tu favor a cambio de que pintes las rosas del jardín, pero antes necesito saber exactamente en dónde has encontrado al conejo.
—En el suelo de arriba, se lo digo con certeza, ahí me he tropezado y entrado por esa madriguera que va hacía arriba, como es normal.
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JENO A TRAVÉS DEL MONÓCULO [JAENO/NOMIN] Ver. Final.
FanfictionCuando se dio cuenta ya estaba cayendo, rebotando en la cama y luego subiendo, para después volver a caer y encontrarse arriba, de modo que el techo se hizo suelo. De todos modos, ¿cuál es el problema con comer tantas tartas del rey de corazones? I...