11. Jaebberwocky

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—Eres exactamente lo que las personas allá fuera temen y, por ahora, yo lo hago del mismo modo, la respuesta es no. No te quiero en este lugar, Jaemin siempre ha sido mal obediente y demás; sin embargo, jamás atentó contra lo que más amo, lo supo desde pequeño, así que si tú vas ahí a cumplir su deseo, no serás bienvenido ni en tu propio funeral.

¿Cómo es que todos ellos, incluso el rey blanco piden acabar con aquel ser menos el rey de corazones? ¿Qué le pasa?

—Jaemin dijo que hizo mucho daño.

—Pues hará más daño muriendo. Vete y no vuelvas nunca o muere bajo un corazón que me encargaré de afilar especialmente para ti. —Cuando Taeyong lo recibió era dulce, ahora su rostro es rojo y sus ojos se tornan más morados que antes. ¿Es por eso que todos le temen?

—Tengo que hacerlo.

Se viste pronto y cuando el cielo se ha dividido en dos bandos distintos, la desesperación de Jeno crece. Es el frabulloso día. Sostiene la espada cristalina y un armadura blanca, hay soldados de su lado del juego y no sabe con exactitud la razón, el rey conejo monta un caballo de ajedrez y del otro lado están el rey de corazones junto al de diamantes, ambos de cabellos rojos, pensamientos sangrantes y ojos furiosos con ojeras que demuestran la oscuridad que puede llevarlos a la locura.

—En este, el frabulloso día, —comienza un lacayo cantando la trompeta—los reyes; rojo de corazones y conejo blanco han de enviar a sus contrincantes caballeros a que combatan en su nombre.

—Ay, Taeyonggie, no tenemos que hacer esto, no tienes que estar en contra—solicita de forma amable el rey conejo, intentando engatuzar a su marido.

—Sé lo que estás haciendo, crees que con sólo poner esa miradita tierna de presa caeré a tus pies, igual que hace unos años.

—Es la decisión de Jaeminnie.

—¡Jamás, este es mi reino y mi hijo, yo lo engendré! —Hay una sonrisa siniestra en el menor de los hermanos, sabe que Taeyong está volviendo a su lado por la desesperación de la situación, Jaehyun sabe que Taeyong se vuelve loco. Ya no hay más mantras de exageración amorosa, inclusive cuando una tarta llega a sus ojos, el rey no se molesta en mirarla. —¡Jaebberwocky!

La tierra retumba y sus montañas se encaminan a esparcir las duras rocas, Jeno se adelanta a observar a la bestia que se abre paso entre las cartas y rosas desesperadas. Nadie grita, son Jeno y el gigante animal que no parece tener forma más allá de un color blanquecino en el cuerpo escondido tras las garras negras.

—¿Dónde está tu caballero torpe, querido?

—Aquí. —Jeno se siente desfallecido cuando Doyoung lo impulsa.

—Hola, mocoso.

Es imposible que esa persona sea el rey de corazones, pero lo es.

La batalla da inicio y es casi imposible si no se intenta. Jeno se convence de que tiene que hacerlo, si hay un país de las maravillas, lo que es posible, él destruirá al Jaebberwocky.

Golpea su cuerpo  de manera inevitable. Jeno se arrastra por el piso sin aire, no, no puede matarlo aunque quiera, no hay oportunidad de escapar tras cada embestida de esa gigante masa extraña, sin tonos en sus ojos, es blanco sin más, es pura violencia. Jeno cabalga hasta que sus labios regresan al rosa y tiembla por los ojos en moretones azules. Llora sin importar lo maltratada que se hace su vista, ha perdido los lentes.

La razón es pobre, pero alcanza a reconocer que va a morir sin un motivo propio, es asesinado. Rasguños se extienden por cada parte de su cuerpo, la profecía se cumple poco a poco, sus piernas son gotas de agua deshaciéndose en los rimbombantes mares de ranas, ranas que croan desde estrados extraños en los que un gato que habla se esparce.

JENO A TRAVÉS DEL MONÓCULO [JAENO/NOMIN] Ver. Final. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora