LAS CAZADORAS DE MISIÓN

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Los dioses se retiraron rápidamente. Atenea fue la última en irse, porque se quedó hablando con Artemisa.

- No me equivoco, Elizabeth no es mala niña. La conozco.

- Artemisa, tres milenios sola en un sitio como esa montaña que dices pueden volver loco a cualquiera. Elizabeth no era mala niña, en eso te creo. Pero algo pasó, y no es la misma.

- La Elizabeth que yo conozco sigue oculta en esa niña. No lo digo porque no quiera aceptar que esté loca. Es posible que con los años haya perdido parte de la razón, pero sigue siendo la cazadora que un día me juró lealtad. La he visto, Atenea. Te lo podría jurar por el Estigio.

- Mejor deja el Estigio en paz. - Atenea suspiró. - Solo espero que tengas razón. Te deseo suerte, llámame si me necesitas, porque supongo que no vas a teletransportarte.

- No. Con las cazadoras no me teletransporto. - dijo Artemisa. - Si te necesito en algún momento no dudaré en pedirte ayuda.

- ¡Arriba las vírgenes! - las diosas chocaron los puños y Atenea desapareció con un estallido de luz dorada y roja (el rojo era de su vestido).

- Señora, entonces... ¿Nos vamos en busca de Elizabeth? - preguntó Anna. Iba a la cabeza de las cazadoras, y Kate ya les había explicado el asunto de la reunión.

- Sí, Anna, sí. - Artemisa suspiró. - Pero no voy a obligarte a venir si no quieres.

- No voy a dejar a las cazadoras, nunca. - dijo Anna decidida.

Artemisa sonrió.

- Me tienes muy orgullosa. - susurró Artemisa. - ¡Cazadoras! Como bien habéis oído, nos vamos a por Elizabeth. No quiero que nadie se escape del grupo, va por tí, Kate, te tengo vigilada; todas debéis hacerme caso para que esto vaya bien, ojito Kate, que te conozco.

- ¿Todas las advertencias van a ser para mi? - preguntó Kate aburrida.

- No, es solo porque nos conocemos. Y se que a ti te va mucho lo de hacer trastadas.

- Es verdad. Pero no lo hago a todas horas. - replicó Kate.

- Si lo hicieras a todas horas, sería nuestro fin. - rió una cazadora.

Kate la miró juguetona. Era cierto que le gustaba hacer trastadas, pero ya llevaba mucho tiempo sin hacerlas.

- Vamos. Desmontemos el campamento y en marcha. - dijo Artemisa empezando a desmontar su tienda.

Las cazadoras estuvieron listas en tan solo unos minutos. Era increíble la rapidez con la que eran capaces de montar y desmontar un campamento. Y no era tarea fácil, ya que tenían muchas cosas. 

Kate estaba agotada, no comprendía como sus piernas la sujetaban. Creía que caería muerta al suelo en cualquier momento.

Delante de ella, Artemisa andaba decidida, ensimismada en sus pensamientos. Ni se movió cuando un conejito pasó por delante de ellas perseguido por un zorro.

Anna trató de llamarla en cuanto el cielo empezó a oscurecer. En el momento en el que la cazadora tocó el brazo de la diosa, esta última se giró hacia Anna con una daga en la mano. La bajó de inmediato.

- Lo siento, no te había visto. - dijo la diosa guardando la daga.

- No importa. - dijo Anna. - Solo quería decirle que no nos vendría mal un descanso.

Artemisa miró a las cazadoras.

Habían aprovechado el momento de descanso para sentarse a los pies de los árboles y de beber agua.

HUNTER OF ARTEMISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora