Kate creció entre las cazadoras cómo una más. Sabina le regaló un arco cuando cumplió siete años, y aprendió a usarlo. Artemisa se sentía muy orgullosa de su pequeña. La había llegado a querer cómo si se tratase de su hija, y la miraba como a ninguna de sus cazadoras.
Ese día, Sabina y Maya, dos cazadoras qué habían influido mucho en la crianza de Kate, la buscaban. Artemisa había salido de caza sola, dejando a las cazadoras en las manos de Sabina, pero Kate la habría seguido y no la encontraban.
- ¡Kate! - gritaban ambas cazadoras a coro.
Nadie respondía.
Se estaban separando demasiado del campamento, y eso no les gustaba nada. No sólo porque Artemisa les hubiese dicho que no se movieran, si no por que si la diosa volvía y su hija adoptiva no estaba, se iba a enfadar de verdad.
- ¡Kate! - llamó Maya. Su cabellera castaña, recogida en una cola estaba llena de ramitas, y su cuerpo se estaba empezando a quejar, de tantos arañazos que tenía en sus extremidades. Aún así, seguía preocupada y algo asustada.
Sabina agarró su arco con fuerza y colocó una flecha de plata al escuchar un ruido justo delante de ellas.
- Ve con cuidado. Tal vez es ella. - le aconsejó Maya.
- Shhh. - Sabina la hizo callar. - Sígueme.
Maya colocó una flecha en su arco y avanzó sin hacer el menor ruido tras Sabina.
Frente a ellas apareció una chica de más o menos su edad, pelirroja con una mirada de ojos plateados, como la plata fundida. Llevaba una diadema de plata con una media Luna en la cabeza, parecida a la de Sabina, pero no era igual. Vestía vaqueros, y una cazadora plateada muy bonita. Arrastraba un jabalí muerto, y llevaba el arco bien sujeto en la mano.
- ¿Sabina? - preguntó - ¿Maya?
- Mi señora. - ambas cazadoras quitaron las flechas de sus arcos y las retornaban a sus carcajs.
- ¿Qué hacéis? - preguntó Artemisa.
- Buscamos a Kate. - respondió Sabina avergonzada.
- ¿¡La habéis perdido!? - exclamó Artemisa indignada.
- Ella se ha ido sin preguntar ni avisar. - replicó Maya.
- Bueno, no importa, pero hay que encontrarla. Solo tiene diez años, no tiene experiencia ni nada. - dijo la diosa asustada por su hija adoptiva.
- Lo siento... - empezó Sabina, pero la diosa le lanzó una mirada que le dejó claro que no quería disculpas, si no a Kate.
- Maya, avisa a las demás cazadoras de que nos vamos. Sabina, tú conmigo. - ordenó Artemisa.
Sabina y la diosa echaron a correr hacia el bosque.
Ojalá no le haya pasado nada a mi pequeña... - pensó Artemisa. No tenía intención de castigar a las cazadoras, pero si no encontraba a Kate, la diosa se enfadaría mucho.
Después de unos minutos, escucharon unas risitas. Una flecha pasó silbando al lado de Sabina, y otra se quedó clavada en el suelo, justo entre los pies de Artemisa.
- Kate, jovencita, más te vale salir de ahí si no quieres problemas. - la amenazó Artemisa, tras recuperarse del susto.
Se escucharon unas pisadas. Kate apareció de entre los árboles. Su largo y rubio cabello estaba lleno de ramitas, y sus ojos brillaban con picardía. Llevaba una sonrisa traviesa dibujada en la cara, y sus mejillas estaban coloradas. Llevaba el uniforme de las cazadoras, unos vaqueros y una cazadora plateada. Sujetaba su arco de plata en una mano, y en la otra un puñado de flechas.
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HUNTER OF ARTEMIS
FantasiArtemisa y sus cazadoras encuentran un bebé abandonado en medio del bosque. La diosa decide criarla y convertir a la semidiosa al la que llamó Kate en una de sus cazadoras.