SOLEDAD

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Afrodita se materializó en su templo, con Kate al lado. Lo primero que hizo fue llevarla a la cama.

- Tienes que dormir bien, si no mañana estarás hecha polvo. - decía.

¿Cómo voy a dormir bien con lo que acaba de pasar? Anna está muerta, Artemisa no quiere volver a verme y me he quedado fuera de las cazadoras. Además, estoy con esta bruja. - pensó Kate.

Pero sin embargo, el sueño pudo con ella y cayó dormida en cuanto se acostó en una cama suave y blanda, con sábanas de algodón y dosel.

Afrodita la observaba desde fuera de la habitación.

Ya estás en casa, cosa fea. Ahora solo tengo que cambiarte de imagen. - pensó.

Después se fue a dormir, orgullosa de lo ocurrido. Se imaginaba a las vírgenes sintiéndose traicionadas y a Artemisa llorando. Eso le hizo soñar de maravilla.

Kate, por otro lado, le daba vueltas a lo mismo. En su sueño, Artemisa le repetía una y otra vez: "fuera de mi vista". Y eso le dolía muchísimo. Sentía un vacío en su corazón, como si todo lo que había visto y aprendido se hubiese desvanecido y ya no existiera. Como si lo único que quedara en su ser fuera odio, dolor y soledad. Nunca en su vida se había sentido tan sola. Sin Sabina, ni Anna, ni Maya, ni Rose... Y peor, sin Artemisa, la diosa que la había criado y ahora sufría por eso. "Nunca debí haberte criado. No debí cogerte", decía Artemisa en su sueño. Luego aparecía Sabina, y le daba un abrazo al mismo tiempo que sacaba un puñal. No mereces volver con las cazadoras.

Se pasó la noche gimiendo en sueños, llorando a moco tendido y suplicando que todo eso fuese una pesadilla. Que en una hora despertara en el campamento, que Anna estuviese afilando sus cuchillos y sonriendo. Viva, y sin ningún hechizo. Sin ningún tipo de cabreo. Que Maya llegase poco después con Sabina, y que las cuatro se fueran de caza como solían hacer. Que Artemisa le hiciese cosquillas pese a que ella le pidiese que parara, que Daisy y Rose estuviesen juntas...

Una chica apareció delante de ella. Era morena, y tenía los ojos verdes, como Sabina. Se parecían mucho, pero no eran iguales.

- Bienvenida al club. - dijo.

Pese a no conocerla, Kate supo quién era en el mismo momento en que la vio. Elizabeth.

Kate retrocedió aterrorizada, y cayó al vacío, un pozo sin fondo, donde todo era negro. El grito que dio Kate, no llegó a escucharse, se extinguió casi antes de que lo pronunciara. En la negrura, resonó una sola palabra: fuera.

Kate despertó de golpe. El corazón le latía a una velocidad de 1000 por hora, y estaba sudando.

No. No estaba en el campamento. Estaba en una habitación con las paredes pintadas de rosa pastel, un armario blanco con dibujos de flores doradas, un espejo enorme en un rincón, un par de estantes en la pared, llenos de muñecas con los ojos muy grandes y la cara muy pequeña... Y estaba sentada en una cama rosa claro, con las sábanas de algodón muy suaves, y con dosel.

Vestía un camisón blanco, y unos pololos del mismo color. Su cabello estaba recogido en dos trenzas, como si fuese una niña buena que se acaba de despertar en una hermosa habitación.

No era una niñita.

Se levantó de un salto y arrancó las sábanas se la cama, para tirarlas al suelo con furia. Luego inició una lucha contra la almohada, tratando de desahogarse con algo que no fuese un ser vivo. Aunque si ese ser vivo fuese Afrodita, podría cambiar de idea.

La almohada terminó partida por la mitad con todas las plumas fuera. A Kate se le metió una en la boca y la escupió molesta.

Afrodita entró en la habitación, alarmada por el ruido. Llevaba una bata rosada con un corazón bordado en un lado.

HUNTER OF ARTEMISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora