𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 6.

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La madrugada estaba pacífica fuera de la casa, el viento silbaba al chocar contra los árboles que rodeaban el apacible lugar, una tormenta amenazaba con caer rompiendo la aparente calma

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La madrugada estaba pacífica fuera de la casa, el viento silbaba al chocar contra los árboles que rodeaban el apacible lugar, una tormenta amenazaba con caer rompiendo la aparente calma. Y no específicamente fuera de las cuatro paredes.

Daban al rededor de las cuatro de la mañana, la única luz encendida dentro del hogar era la del baño de Luzu, que no podía dormir y tenía intenciones de echarse agua en la cara para, al menos, refrescarse un poco.

El cuerpo le ardía bullosa mente, la picante sensación de escozor lo había levantado apenas unas horas después de que pudiera conciliar sueño y está demás decir que se encontraba irritado. Quería rascarse, dejarse las uñas marcadas en la piel si eso le aliviaba al menos un poco pero no podía ni debía hacer eso.

Se había retirado su suéter negro, dejándose a si mismo en solo una camiseta gris de algodón y un mono azul de pijama. Miró su reflejo en el espejo, luego de haberse lanzado agua en la cara un par de veces. El escozor no se iba. Su reflejo lo saludó con un par de ojos azules cansados y ojerosos, la piel pálida e incolora manchada con un par de pecas regadas apagadas, sus brazos llenos de viejas laceraciones y marcas de quemaduras.

Asqueado de si mismo decidió que había tenido suficiente. Quiso marcharse pero no pudo evitar verse el cuello, justo en su nuca, donde le nacía la mata de cabellos almendrados, allí donde se había rascado con profunda desesperación y se dio vergüenza. Por inercia llevó la mano hasta tocar donde antes había estado la marca que ese asqueroso hombre le había hecho. Y quiso llorar un vez más.

Y lo hizo, el cielo de Luzu descargó con toda su rabia una tormenta voraz llena de rencores y un bojote de sentimientos intrusivos. Lloró de odio. De impotencia. De amargura. Lloró cada golpe y cada patada. Lloró cada cortada. Afuera, la tormenta se había desatado agónicamente, rayos caían del cielo, escondiendo los gemidos lastimeros de Borja, quien aún dentro del baño, se sostenía con la fuerza de su dolor del lavadero.

Luzu no supo en que momento, solo cayó en cuenta de lo que había hecho cuando el sonido del vidrio quebrándose lo trajo de regreso a la realidad. Vio inamovible e impávido cómo su puño cerrado estaba incrustado en el espejo, haciéndolo añicos en el proceso.

Destensó los hombros y con un brusco movimiento desencajó la mano del vidrio quebrado. Echó una mirada llena de algo... Algo que le supo triste e irreconocible... Sintió pena por si mismo. Por lo que había hecho. Lo que se permitió hacer. Nunca había perdido así los estribos. El no era impulsivo o violento. Se mantenía alejado de dar esa imagen.

Pero ahí frente a sus ojos, y casi burlándose de él, los vestigios de lo que antes solía se un espejo le demostraba lo contrario. Era capaz de eso y de mucho más en su delicado y desbalanciado estado. Su mente se estaba quebrando a una velocidad aterradora y eso no le había preocupado durante mucho tiempo. Se vio a él en el roto espejo. Pero luego ya no se reconoció. Ya solo estaba ese hombre. Su vívida imagen delante suya.

«𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑐𝑖𝑒𝑙𝑜 𝑠𝑒 𝑎𝑝𝑎𝑔𝑜́». (LuzuPlay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora