𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 11.

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El mocoso había cambiado, algo en el era diferente. Lucius lo sabía. Había logrado sanarse ya un poco y huir hacia su escondite en los suburbios del pueblo. Una zonita rural hogar de los despreciados.

Allí lo conocían, incluso le guardaban cierta clase de respeto (más por temor que por cualquier otra cosa). Su madre debe estarse revolcando en su tumba de verlo tan andrajoso y en la ruina. Esa mujer se lo había quitado todo. Ganas de matarla no le faltaban, pero era el gancho perfecto para atraer al muchachito.

Estaba más pálido de lo que recordaba, pero su rostro se notaba más vivaz, audaz, y aunque pudo oler su miedo, esa chispa, ese destello en sus ojos, sus uñas y dientes deformando se en una amenaza latente contra el. Era peligroso. Muy peligroso en lo que se había convertido.

Un llamado a su puerta lo sacó de sus pensamientos justo cuando se limpiaba las heridas que ese cachorro de lobo le había propiciado. Se adelantó a la puerta en cuanto estuvo vendado y su sorpresa fue grande al ver al mismísimo alcalde parado frente suya.

-Lucius, viejo amigo. -una sonrisa brillante. De esas que auguraban un mal presagio.

-Adelante, Manuel. -se hizo a un lado para dejar pasar al imponente y amenazador Alfa. Extrañamente venía solo, lo que le daba una idea acerca de su visita.

-Oh, no tienes que ser formal conmigo. Ya dejamos esa etapa atrás ¿Oh no?. -puntualizó el de ojos verdes.

-Supongo que si. Por favor toma asiento, lamento no recibirte en las mejores condiciones.

El más joven miro alrededor con escrutiño, alzando una ceja.

-Supe lo que pasó. No te di la libertad para que andes matando a los habitantes que se parezcan al cachorro y su madre. Recuerda el trato, o me veré obligado a tatuarte lo en la frente. -espetó de repente el pelirrojo.

-Que ya te dije, no pude controlar me.

-Y eso a mí que mierda me importa, yo no perdono los errores ni la ineptitud. -en un despliegue de fuerza, el Alfa más joven azota la pared de la vieja casucha con un puñetazo que abre varias grietas.- te voy a refrescar la memoria a punta de puñetazos.

-Ya entendí. Dime ahora, que necesitas de mi. -Lucius no retrocedió.

El muchacho suspira calmadamente y vuelve a sonreír mostrando la hilera de colmillos blanquecinos.

-Necesito que rastrees a alguien para mi, a cambio, puedo acercarte a tu hijo. -la sombría capa de locura recubierta con optimismo y calidez del hombre sale a la luz con la mirada brillante que le regala.

Lucius sintió que estaba haciendo un trato con el diablo.

-Dame los datos y lo tendré para ti, pero necesito que separes al chico de los guardianes que tiene. Un tal doctor Álvarez y un muchachito de cabellos negros que anda con el. Con ellos en mi camino será difícil sacarlo del país y si lo que me diste esta funcionando como corresponde, no podemos permitir nos perder lo de vista ahora. -el hombre se cruza de brazos en una expresión de dominio.

El alcalde arma una expresión dubitativa. Meterse con Raúl no va a ser una buena experiencia, y si ese chico es su protegido, mucho menos. Pero necesita recuperar lo que le pertenece, y tampoco puede perder los avances que ha hecho con el chico Luzu.

-Bien. Tendré que hacerle una visita al doctor Raúl. No será pronto, debo pensar bien en como ejecutar esto de la manera correcta, algo que no sea ahm... Tan ilegal. -saca algo de su bolsillo y lo presiona contra el pecho del más alto.- ten, te necesito en comunicación constante y sonante. Acata mis órdenes solo cuando te las de. Y portate bien Lucius. No sabes lo que les pasa a los que me decepcionan. Allí tienes la información de quien debes buscar. Lo necesito sin un solo rasguño, o yo mismo te mato. ¿Entiendes?.

«𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑐𝑖𝑒𝑙𝑜 𝑠𝑒 𝑎𝑝𝑎𝑔𝑜́». (LuzuPlay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora