Ultrajado, mal tratado y denigrado eran los adjetivos que definían el estado de Borja, un Omega roto y sin consuelo cuyos ojos parecían una tormenta eterna. Su madre, preocupada por su salud, acude con el mejor psicólogo que puede costear, el doctor...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Miraba su celular, y luego a la pantalla de su Notebook, estaba estresado, ansioso, nervioso y todo lo que se refiriera a tener un colapso, su mamá lo observa desde su costado, preocupada.
—Cariño, creo que ya has estudiado suficiente. —comenta en un tono sutil, esperanzada de poder ser de ayuda.
El muchacho cerró los ojos con fuerza y aplanó los labios apagando la portátil sobre sus piernas. El examen para la universidad era un tema delicado para él, quería estar preparado en todos los sentidos. Había leído todos los libros que pudo conseguir dentro y fuera de casa. Se estaba esforzando, le ponía voluntad, y su mamá lo admiraba por ello, estaba criando un Omega fuerte e independiente.
—¿Y si no lo consigo?. —musitó, llevándose las manos a la cara intentando controlar sus emociones.
Una pequeña mano se posó en su hombro, pegó un pequeño salto en su lugar y se encontró directamente con la dulce y tranquilizadora mirada de su madre. Soltó el aire que estuvo conteniendo y se relajó.
—Tranquilo, todo saldrá de maravillas. Tu puedes, yo creo en ti. —animó la mujer con una impecable sonrisa en su rostro.
El menor se sintió tan conmovido por ver las hermosas intenciones de su maravillosa madre y se permitió regalar le la sonrisa más bonita y pequeña que pudo.
Los ojos de su mamá se llenaron de lágrimas y no pudo evitar sonreír a todo lo que sus labios le permitían al ver a su precioso niño haciendo su máximo esfuerzo por dedicarle cariño.
—Llamame en cuanto salgas.
—Llevo dinero para que no te desvíes. Pero nos darán el resultado hoy mismo. Me quedaré a esperarlo y te llamaré en cuanto lo tenga.
Se bajó del auto y se despidió con la mano. Su mochila en el hombro, las manos sudando y la piernas temblando, pero ya estaba allí y no de echaría para atrás, tenía una madre a la que hacer sentir orgullosa del Omega que estaba criando.
Caminó tranquilamente, no tenía prisa, había llegado lo suficientemente temprano como para prepararse mental y físicamente.
Las plantas que adornaban la fachada lo hacían sentir un poco más relajado, más tranquilo. Se permitió disfrutar del ambiente mientras se dirigía a la recepción donde ingresó sus datos al amable Beta que lo atendió con una sonrisa, en su gafete se leía “Alex”, dándole las gracias a Alex por sus atenciones y sabiendo a dónde debía ir, subió por el ascensor a la tercera planta donde por orden de llegada tomaría su examen.
Eso lo aliviaba, era el primero en llegar y eso significaba que sería el primero en irse. No lo acosaria la mirada de decenas de personas. No lo molestarían los horribles nervios y por fin todo saldría bien para él.
—Omega, qué gusto verte, ¿No me das un besito?. —o tal vez no.
Luzu estaba dispuesto a no voltearse, no, no lo haría.