Sentimientos Guardados

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¡Hola!

Después de mil años... ¡Volví!

Sí, lamento muchísimo tardar. En compensación... Dos capítulos muy cargados de todo. Juro que hasta lloré escribiendo una parte.

Pero ahora, lean en paz...

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En mi vida pasaron personas tan significativas...

Hubo un amigo que aseguraba sentir algo por mí. Siempre quise evitar esas declaraciones, pero él era insistente. Al final descubrí la forma de decirle la verdad: No te veo como algo más que un amigo. Al inicio creí que me odiaría, luego entendí que era algo normal y que él lo veía como una situación tan natural, así como la vida y la muerte misma... Sai.

Luego llegó mi capricho más grande. Alguien tan inteligente como atractivo. Mi mayor perdición a la hora de ser, pues cada que lo veía, caía rendida a sus pies. Fue mi primer gusto en el colegio, solo que tenía el bello detalle que siempre estuvo pendiente de mi mejor amiga, y ella de él... Shikamaru.

Cuando el siguiente me mencionó que gustaba de mí, lo creí algo surreal. Era tan atractivo, que para mí era inalcanzable. Luego él me hizo entender que él siempre sería leal y amable, que su humildad llegaba a traspasar enormes muros y que nuestro noviazgo me ayudó a madurar a la hora de ver una relación... Naruto.

Y ahí está él.

Se supone que no iba a haber esa cuarta persona.

¿Por qué?

Quizá lo vi como alguien insignificante en un inicio. No era cosa del otro mundo. Era simpático, pero, ¿por qué todas quieren darle obsequios y todos quieren ser sus amigos?

Es inteligente.

Es imponente.

Es...

Se suponía que esto era para distraernos a ambos. A él le ayudaría para ser menos cruel con el resto y no caer en ese mismo punto en el que ya estuvo antes.

Mientras que me ayudaba a distraerme de lo jodida que era la vida en este momento.

¿Por qué...?

Me gustaba. Pero ahora era diferente. Desde hace meses empezó a ser diferente.

–Vamos arriba –pidió, pese a que él seguía besándome como si mi piel fuera su caramelo preferido.

–No... –le sonreí con maldad, pues sabía que me haría caso en todo lo que pidiera.

–Hmp, que mandona te has vuelto, molesta –besé sus labios con devoción, recordándome que esto era real, que con el los besos no eran simples caricias, sino una escapatoria de todo–. Es-espera –decidida, estaba sentada sobre su regazo, quitando su camisa con locura y demencia.

– ¿No quieres que...?

–Es la sala de mi casa, molesta. Cualquiera podría entrar –volteé a ver la puerta de la entrada, luego a la cocina vacía, y finalmente al enorme jardín.

–Oh... bien –rendida, gesticulé el típico puchero que siempre hacia con él.

Hice el intento de levantarme, pero, ágilmente, me volvió a dejar sentada sobre él, con sus manos en mi cintura y cuello, con sus labios devorando los míos con un hambre insaciable.

Este puchero se está volviendo mi favorito.

Sabes que eso solo hace que quiera besarte más –me recalcó, bajando su boca por mi cuello, dejando mordiscos y lamidas en el camino.

¿Qué es el amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora