Capítulo 18: De mal en peor

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Me duele todo. Parpadeo varias veces hasta abrir mis ojos por completo. Creo que me he desmayado, soñé con Astro y esa droga me hizo ver cosas que no debía. Me siento, observando el lugar, este me da un escalofrío. Es tan distinto a donde vivo. Paredes deterioradas y oxidadas, hay una gotera en el techo, además no vislumbro nada de tecnología conocida, aunque ni sé si la hay.

Es evidente que ya no estoy en la superficie, ¿pero por qué los rebeldes me traerían al subterráneo? Miro mi cuerpo, entonces me doy cuenta. Es cierto, no morí, eso quiere decir que mi metabolismo cambió, debido a lo que me inyectó Asunseth. Mis ojos se humedecen y me abrazo a mis rodillas cuando me inclino.

Soy una chica.

Todo por lo que he luchado se ha perdido, no me queda nada. Keller, Sabina, Astro, nadie. No hay revolución y mi cuerpo ya no es el que quería. Lo único que consigo hacer es lloriquear.

Se abre una puerta y me sobresalto, pero no aparto mi cara de mis rodillas, continúo abrazándome a mí mismo sin parar de llorar. Alguien mueve la silla del costado de la cama en la que estoy, entonces me estremezco otra vez ¿Qué van a hacerme? Tengo miedo.

—Dime tu nombre. —Oigo esa voz y no dudo en alzar la cabeza.

Mis mejillas arden y me quedo gran rato mirándolo fijo.

—Astro —susurro.

No fue un sueño.

—Sí, ese es mi nombre, pregunté el tuyo —declara severo.

No sabe quién soy.

—¿No me reconoces?

—Creí que sabías mi nombre porque lo oíste en el edificio —afirma—. Es lo único que has dicho al parecer.

Espera, no me reconoce porque debo tener otro rostro, eso debe ser.

—¿Ti... ¿Tienes un espejo? —pregunto preocupado.

Enarca una ceja y aunque le parece raro mi pedido, busca debajo de la cama, entonces me da un azulejo roto, para que lo use como el objeto que le solicité.

—¿Para qué quieres eso? —consulta intrigado—. Las mujeres deben ser raras —opina e ignoro el comentario que me hiere, pues no puedo aceptar mi cambio y nunca lo haré.

—Yo... —Miro mi reflejo y sonrío—. Es femenino, pero... todavía me veo.

Al parecer el ADN de Asunseth no llegó a mi cara, logré detenerlo a tiempo. Tampoco me ha cambiado el pelo, solo tengo este mechón negro. Ojalá pudiera decir lo mismo de mis genitales. Es obvio que primero se me introdujo el ADN extraterrestre, casi muero por eso.

—¿Qué quieres decir? —Astro me mira extrañado.

Alzo la vista a observarlo.

—O sea que no es por mi rostro, realmente no sabes quién soy, no sé qué es peor. —Río para no llorar.

—¿Nos conocemos? —consulta.

—Soy... —Hago una pausa, dudando—. Tu amigo de la infancia, Elier.

—Elier —susurra.

—Perdiste la memoria —deduzco.

Asiente.

—La máquina de residuos se descontroló cuando intentaron sacarme de esta y me di un golpazo, al menos es lo que me contaron —explica—. Aunque lo agradezco, es mejor que estar muerto. —Se ríe.

—Intentaron matarte. —Entiendo—. No cabe duda de que fue Valtec.

—¿Valtec? —Enarca una ceja—. ¿Y quién es ese? Debe ser importante para lograr que me tiren dentro de esas máquinas.

—Es el gerente general de PlanetFem.

—Oí de ese lugar, dicen que arriba obligan a los hombres a convertirse en... —Hace una pausa, comprendiendo—. Oh, tú eras un chico ¿Por eso llorabas? No debes preocuparte, esta es zona segura, no salgas de la habitación y estarás bien.

—¿Es tu casa? —Miro el lugar.

Si lo fuera, sí me sentiría en zona segura.

—No lo es, esta es la sede central de mi jefe, Dore, si no fuera por él ya serías el juguete de algún rebelde.

Trago saliva.

—¿Y tú? ¿Tú no me defenderías?

Se ríe, parece que cree que lo dije en chiste.

—Sí es cierto que te traje y tengo curiosidad, pero de ahí a protegerte hay un trecho muy largo. Siento si te desilusioné, pero ya no soy ese Astro, querido amiguito, o amiguita, como prefieras.

Frunzo el ceño.

—No me hables en femenino.

—Ay, la fiera, ¿qué me va a hacer? —se burla y acerca su rostro al mío—. ¿Por qué tanta confianza?

—Astro, no asustes a nuestra invitada. —Se abre la puerta, así que calculo que por el aspecto amigable, debe ser ese tal Dore del que mi amigo habló antes—. Hola, señorita, siento si la molestó, Astro es un poco impulsivo. —Lo agarra del brazo para que se levante de la silla—. Estábamos esperando a que despierte, para decidir su destino. Como sabrá aquí en el bajo mundo, una persona como usted es un problema para nuestra comunidad con tan pocas reglas.

Genial, voy de mal en peor. 

 

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