Cambio

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Charles abrió sus ojos lentamente, casi echando de menos el sentir como los rayos de sol solían tocar su rostro. Llevó su mano a la cara, soltando un gran suspiro, luego la sacó y volteó a su izquierda, dándose cuenta que la cama a su lado estaba desocupada y con las sábanas desparramadas. Parecía que está vez -para variar- su compañero de cuarto se había despertado antes que él. Se sentó en el borde de su cama sintiendo unos leves dolores en sus articulaciones, poniéndose sus zapatos mientras rascaba su cabeza. Miró a la ventana tapada por varias cortinas, pensando que su compañero de cuarto no era más que un exagerado por no querer que le dé el sol.

-Si tanto te gusta cuidar tu piel, usa una crema. -Soltó un largo bostezo mientras se levantaba, dirigiéndose al baño.

Se acercó al lavamanos, abrió la llave y se llevó abundante agua fría a la cara para terminar de despertarse del todo.

Se miró al espejo, encontrándose con la misma cara inexpresiva de todos los días. Ojos rasgados, labios algo gruesos y un cabello oscuro y despeinado que le llegaba a la nuca. Charles Donnovan era todo menos un muchacho atractivo. A sus catorce años era tan delgado al punto de tener las costillas visibles y las mejillas ligeramente hundidas; en su rostro tenía dos grandes ojeras que no se iban sin importar que su ciclo de sueño fuese de diez horas. También tenía los costados del rostro repletos de pecas que se notaban a simple vista por su pálida piel, y para rematar su cabello se volvía grasiento a las horas de haberse bañado haciendo que tenga que mantenerlo muy corto para que no se note, aunque esta vez, ese no era el caso, pues lo había dejado crecer debido a que se estaba empezando a quedar encerrado en su habitación para estudiar. Pasó su mano por su cabellera para ver cuánto había crecido e hizo una mueca de disguto.

-Volvió a crecer demasiado -soltó, pasando su mano por la nuca. -. Debería cortarlo un día de estos.

Al menos escuchó a algunas chicas decir que envidiaban su nariz; eso ya era algo para él... o lo sería si eso le importara un poco.

Tomó la toalla que estaba a su lado y se secó la cara, soltando otro bostezo al terminar mientras se dirigía a buscar su dosis diaria de píldoras para su corazón.

Hoy sería un día largo para el monitor de pasillos.

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Angélica miró con desesperación y enojo el rostro inexpresivo y sin vida del monitor de pasillos frente a ella, el cual tenía tu mano firmemente en su hombro izquierdo con claras intenciones de no dejarla ir.

-¡Maldita sea, Donnovan! -Exclamó con molestia mientras con su mano derecha intentaba zafarse de la mano de Charles. -. Mi madre saldrá pronto del hospital, entiende que necesito verla.

Charles no se inmutó en lo absoluto. Levantó su mano y señaló con su dedo índice el reloj con forma de gato que se ubicaba arriba de la clase de arte, todo eso sin cambiar su severa mirada.

-Son ya las siete y media. Es tarde -Dijo mientras soltaba su hombro. -. A menos que sea una buena razón, tendré que informarle de esto al director para que seas sancionada.

-¡¿Estás bromeando?! -Gritó, sin temor alguno de que los alumnos en los dormitorios pudieran escuchar. -. ¡Mi madre acaba de salir de una cirugía, maldito enfermo, necesito ir a verla! ¡¿No puedes ponerte en los zapatos de alguien al menos una vez?!

Charles la miró por unos segundos antes de suspirar y sacar una pequeña libreta y comenzar a escribir.

-Cuando dices que salió de una cirugía me das a entender que fue un éxito y que no corre peligro alguno. En resumen: no, no tienes una buena razón para deambular por la escuela, menos para salir de esta, y voy a agregar el hecho de que usaste un lenguaje el cual, al menos los profesores y el director no toleran en lo absoluto. Aunque, claro, no esperes que esto vaya a tu expediente o algo por el estilo. -Con mucho cuidado cerró la pequeña libreta de páginas amarillas y la guardó en su bolsillo trasero junto a su bolígrafo.

ParamorfosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora