Cazadores

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Y de nuevo, ese sabor entró a su boca. Una vez Matthew dijo que les explicaría a detalle lo que estaba pasando en el bar, volvieron en silencio al vehículo. El joven adulto encendió el motor una vez se aseguró de que ambos niños estaban adentro del vehículo y emprendió camino al bar. Justo en el momento en que Charlie volvió a apoyar su cabeza contra la ventana, lamió de casualidad sus labios, sintiendo nuevamente ese sabor a cobre que había probado pocas horas antes. Intentó ignorar un escalofrío al mismo tiempo que recordó el día en el que su madre lo encontró con sus monedas en la boca. Sacudió la cabeza al recordar que no había sido por eso; ella se había dado cuenta de ese detalle momentos después, ¿Entonces por qué se la veía tan alarmada en ese entonces? Esa pregunta ya no podía salir de su cabeza. Jared notó la inquietud de Charles y decidió preguntar:

—¿Está todo bien?

Charles fijó sus ojos en dirección a Jared, luego volvió a ver la ventana. Regresó a sus pensamientos un momento antes de decidir que no quería tener en mente esa pregunta, ni saber por qué no podía responder a ella, pero, aún así, sabía no lograría eso tomando en cuenta que ese recuerdo volvía a su cabeza cada vez que sentía ese sabor, el cual, muy seguramente, terminaría por detestar.

Cerró los ojos para pensar en qué tendría que hacer, hasta finalmente llegar a una conclusión, una que a los pocos minutos la descartó por ser a sus ojos muy estúpida.

—Ya no quiero volver a beber sangre.

Matthew lo miró por el espejo retrovisor.

—Eso será un problema para todos —Esperó a doblar una esquina para seguir hablando. —. Nunca vi a uno además de ti, pero se sabe que durante las épocas de la edad media, absolutamente nadie quería ver a un sangre sucia hambriento —Tragó saliva. —. Eso incluía a los cazadores.

Jared asintió.

—Y también es mejor que pienses en lo que podría pasarte. No creo que te vaya a gustar sentir como no puedes respirar y aún así estar consciente en todo momento. Nunca pasé por eso, pero mi papá sí, y dice que no se lo desea a nadie.

Charles ignoró a ambos. No podía explicarlo, pero las dos veces que volvió a recordar ese preciso momento, escuchar el grito de su madre, sentir el sabor de las monedas y el sonido de las gotas de lluvia chocar contra la ventana de su habitación, sabía perfectamente que debía no pensar más en eso.

«Ahora ya sé por qué no soporto la lluvia» Pensó, cerrando sus ojos para dormir lo que quedaba de viaje.

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Matthew se detuvo justo a un lado de la acera, sin querer dejar su vehículo en el estacionamiento del bar. Miró el edificio, viendo que Alice estaba esperando en la puerta. Ella comenzó a caminar rápidamente a la minivan, deteniéndose al ver que Matthew bajó y se acercó a ella.

—¿Qué fue lo que pasó? —Preguntó Alice cruzándose de brazos.

—¿Albert está en el bar?

—Llegó hace unos minutos junto con Randall, ahora dime lo que...

—Ve adentro y dile que vaya al segundo piso contigo y el resto del consejo —Interrumpió. —. Voy a despertar a los niños y los llevaré para contar todo. Pero lo haré cuando todo el consejo esté ahí.

Alice miró a Matthew por unos momentos, nunca lo había visto con una expresión y voz así de alarmada. Finalmente asintió y volvió adentro para acatar la orden del joven. Matthew se giró al asiento trasero del auto y abrió la puerta. Jared estaba sentado boca arriba, soltando posiblemente los ronquidos más irritantes que escuchó en su vida. Puso su dedo pulgar e índice al interior de su boca y silbó tan fuerte que Jared se despertó de un sobresalto

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