«Aún no viene -pensó Charles, mirando cómo el sol se escondía en el horizonte. El cielo se estaba poniendo de un tono anaranjado el cual no era muy del gusto de Charles. -. ¿Estará haciendo horas extras?».
Ese día era su octavo cumpleaños. A Charlie no le importaba mucho eso, sin embargo, cuando su madre dijo que se daría el tiempo para ir y darle una visita, decidió quedarse despierto un par de horas más así esperarla.
Ya habían pasado un par de meses desde que su salud había vuelto a empeorar. Cuando había despertado en una sala de hospital debido a una moneda en su garganta (la cual ni siquiera sabía por qué había intentado tragarla), su madre le había dicho que esta vez solo tendría que quedarse un par de días hasta que vuelva a mejorar su salud.
Y ahí estaba, tres meses después, postrado en una cama de hospital junto a la ventana de un segundo piso. Cuando no leía un libro, intentaba entretenerse en mirar a las personas o contar cuántos autos verdes pasaban por la calle. Frente a él, había una cama vacía. Tenía un compañero en esa sala de casi su misma edad y con el cual casi no intercambiaba palabras, pero ese día le habían dado de alta del hospital para que vuelva a casa. Charlie no había entendido por qué, puesto que a sus ojos, se veía en peor estado que la vez en la que lo conoció.
-¿Qué estabas leyendo?
Charlie volteó a su izquierda, encontrándose con una niña que miraba curiosamente un libro a un lado suyo. Llevaba la misma ropa de hospital que Charlie, desconcertando un poco al chico, puesto que nunca la había visto antes.
-No lo estaba leyendo -respondió tomando el libro. -. Lo había terminado hace unas horas, ¿quieres que te lo preste? -preguntó, extendiendo su brazo hacia ella para ofrecerle el libro.
La chica negó con la cabeza, sin borrar esa sonrisa del rostro. Charlie se encogió de hombros y dejó el libro en su lugar. La niña sopló uno de los mechones anaranjados de su frente para quitárselo de encima.
-¿Qué hacías? -preguntó con un tono animado.
-Miraba a la calle.
-¿Por qué?
-Para ver las cosas pasar.
-¿Qué cosas?
-Lo que sea que pase.
-¿Y qué cosas estuvieron pasando?
-Haces muchas preguntas.
La niña se levantó de la silla y se subió a la cama, desconcertando a Charlie. Se movió hasta la ventana y apoyó sus brazos en el borde para ver la calle.
-¿Jugamos a contar los autos?
-Estoy esperando a alguien -dijo en un intento para sacarla de su habitación.
-¿Y si me quedo hasta que tu visita llegue? -preguntó y volteó a verlo. Sus ojos grises se cruzaron con los de Charlie.
Charlie la miró por unos momentos más y dejó salir un suspiro.
-Como quieras -dijo y volvió a ver la calle. Ella hizo lo mismo.
Ambos se quedaron mirando la calle. De forma furtiva, Charlie le dio una mirada rápida a la chica antes de volver a ver los autos pasar. Era pequeña, casi de la misma estatura de Charlie. Tenía el cabello rizado de un tono colorado que le llegaba hasta la espalda. Ella se rió al ver que un tipo en la acera se había tropezado, y Charlie notó que en su boca había un diastema entre sus dos dientes superiores.
-Me gusta esta vista -dijo ella. -. Mi ventana da al estacionamiento. ¿Ves aquí todos los días? ¡Oh, ahí hay uno rojo! -exclamó señalando un auto del color que ella mencionó pasar de largo.
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Paramorfosis
ParanormalCharles Donnovan es un muchacho de salud débil que vive en una academia en Seattle y que por azares del destino termina convirtiéndose en un ser mitológico que está en el pináculo de la cadena alimenticia, un vampiro. Él y varias personas que irá co...