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JiMin abrió sus ojos, parpadeando rápidamente, mientras miraba a su alrededor. Ya no estaba en la limosina, y realmente no tenía idea de donde se encontraba, pero definitivamente era un lugar agradable. Estaba acostado en una gran cama de cuatro postes, con un toldo de un pálido color blanco sobre su cabeza.

La habitación tenía paredes blancas, con unas vigas de madera oscura cruzando el techo arqueado. Se sentó y miró a su alrededor un poco más, sorprendido por el gran tamaño de la habitación. Se veía más grande que todo el apartamento que tenía allá, en su hogar.

La cama en la que estaba sentado se encontraba situada contra la pared.
Directamente al otro lado de la cama, había una zona para sentarse con un loveseat puesto directamente en frente a una gran chimenea de piedra. A ambos lados de esta, había dos puertas dobles de vidrio que conducían hacía afuera.

Coloridos tapices colgaban de las paredes, junto con espadas y puñales y escudos con dragones en ellos. Se sentía como si estuviese en un castillo medieval, excepto por las conveniencias modernas que podía ver—la gran televisión que colgaba sobre la chimenea, los teléfonos, y el escritorio en la esquina, con una laptop sobre él. Era genial. Si se añadían unas cuantas baratijas aquí y allá, el lugar realmente podría tener estilo. Se echó hacia atrás sobre el enorme edredón blanco de plumas bajo el cual había estado acurrucado y se escabulló de la gigantesca cama. Se rió cuando tuvo que deslizarse las últimas pulgadas para bajar de la cama. Estaba lejos del duro piso de madera.

Buscó a su alrededor, hasta que vislumbró sus zapatos. Se los puso rápidamente y ató los cordones.

Se dirigió hacia la gigantesca puerta y la abrió, sólo un poco, para poder echar un vistazo. Daba a una habitación incluso más grande, esta estaba decorada como una sala de estar. Salió y cerró la puerta detrás de él.

Podía oír voces viniendo del otro lado de la habitación, alguna especie de pequeña alcoba, pero no podía ver a nadie. Sin embargo, podía oír el grave timbre de la voz de YoonGi, mientras el pálido hablaba, el menor se dirigió en esa dirección.

Cuando rodeó el pasillo arqueado que conducía a la pequeña alcoba, se detuvo, preguntándose si sería rudo simplemente entrar. Dos hombres muy grandes estaban hablando con YoonGi, pero ninguno de ellos era tan grande como su pareja. 

—¿YoonGi? —Susurró suavemente. Se sobresaltó cuando las tres cabezas se voltearon en su dirección hasta que vio una que le sonreía. Rápidamente cruzó la habitación y tomó la mano que del pelinegro le extendía, apoyándose en sus brazos. 

—Hey, amor, ¿cómo te sientes? 

—Un poco confundido —, le respondió. — Pensé que me ibas a despertar cuando llegáramos a casa. 

—Te veías bastante cansado. Decidí que necesitabas descansar más. 

—Oh. 

—Ya conociste a HoSeok —, dijo YoonGi, mientras hacia un gesto hacia los otros hombres en la habitación. —Este es NamJoon. El comandante de mis guerreros. 

—¿Tienes guerreros? —De verdad estaba empezando a sentirse, como si estuviera en la época medieval. Castillos, dragones, guerreros, espadas en las paredes -si eso no era medieval, no sabía qué era-. 

—Por supuesto que sí. —El de ojos gatunos se rió entre dientes. —Este es un castillo, después de todo. ¿Qué sería si no tuviera guerreros? —Acató el mayor. —La mayoría son cambiaformas dragón, que no están apareados. Se requiere que cada dragón sirva en mi ejército por un periodo de dos años. Después de eso, se les permite quedarse a mi servicio o trasladarse a otras ocupaciones.

Escamas y algodón | YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora