Amor unilateral

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Su corazón latía desenfrenado contra su pecho, que era fácil escucharle martillear en sus oídos. Estaba asustado y negarlo solo aplazaba la realidad, pero al final del camino, tenía que enfrentarse a ella.

Volvió a dejarse caer sobre la cama, como si eso le diera la fuerza necesaria que requería para poder ir al instituto. Fingir que todo estaba bien se había vuelto una costumbre, pero, muy en el fondo, si era honesto, todo era un desastre.

Y su habitación, su ropa y su aspecto eran solo un reflejo de ello.

Habían sido días largos, donde se excluyo en su pieza, alegando que se sentía muy mal, tanto como para salir a que al menos el sol le diera en el rostro. Pero finalmente, el dolor que se propagó por su cuerpo y se arraigó en sus huesos, fue de un tipo que no podría lograr describir ni aunque usara todas las palabras del diccionario.

Nuevamente sus ojos vagaron por su recámara, buscando una mínima fuente de distracción, ensimismado en ocupar su mente en cualquier cosa, porque era mejor mantenerse así que pasarse la noche pensando, a final de cuentas nada cambiaría.

Pensó, que si era rechazado directamente, su corazón podría desistir de aquel amor unilateral y seguir adelante, pero una semana completa pasó y sus latidos seguían perteneciendo a una sola persona.

Era estúpido, si lo analizaba desde todas las perspectivas, porque Yoongi jamás le dio ni un mínimo atisbo de esperanza, pero ahí estaba él, con el deseo ferviente de alcanzarlo.

¿Y quien podía culparlo? Si Yoongi aparecía por las madrugadas escabullendose por su ventana solo para asegurarse de que estaba bien porque sabía que le aterraba quedarse solo, o cuando llegaba temprano a su casa en su cumpleaños para él mismo preparar la sopa de algas o cuando simplemente le sujetaba de la mano porque sentía frío...

Era dulce y atento con él, y su personalidad, joder, era alguien tan interesante, que cada pequeño detalle, por pequeño que fuera, lo tenían dando vueltas a su alrededor.

Y es que Yoongi era de aquellos pocos individuos talentosos en cientos de cosas, la música, el baile, instrumentos, arte, matemáticas, ciencias y la literatura...

Trató una y mil veces de hacerse entender que todo aquello era simplemente fraternal o admiración, después de todo eran mejores amigos, se conocían de años, pero su inocente corazón, latía por cada mínima acción.

Quizá fue infantil, pero evitar al pelimenta a toda costa se volvió su lema desde entonces, pues sanar un alma herida tomaba su tiempo, más aún, si el verle solo abría los puntos.

—¡Jimin baja ya!— gritó su madre desde el primer piso, robándole un susto.

Lo mejor era hacer lo que ella decía, pues las consecuencias podían llegar a ser graves, así que, sin ganas, tomó su mochila y la colgó en su hombro.

Miró su uniforme y notó que a su suéter le faltaba un botón, pero ya no tenía tiempo para regresar y remendarlo, aunque, por alguna extraña razón sentía que era como mala suerte.

Probablemente solo estaba siendo extremadamente exagerado.

Se encogió de hombros tratando de restarle importancia y bajo con cuidado las escaleras, tomándose solo un segundo para poner su mejor rostro y enfrentarse al mundo.

Pero todo quedó en un intento fallido, pues a los pies de su puerta estaba el motivo de sus lamentos.

Min Yoongi.

Y maldita sea que se veía tan bien, con su pantalón ceñido de vinil y su chaqueta de motociclista, su cabello color menta ligeramente despeinado por el uso del casco, enmarcando perfectamente su pálida piel...

17 otra vez  | Yoonmin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora