Suspiró audiblemente y se dejó caer sobre su sofá con la botella de vino en su mano. Ya ni siquiera se tomó la molestia de servirse en su copa, simplemente llevó la botella a sus labios y dio un buen trago.
El sabor amargo se cernió sobre su lengua e inundó su paladar, pero ni siquiera eso fue suficiente para hacerle pensar en otra cosa.
Miró hacia su ventanal, notando como el viento suave bailaba sobre las copas de los árboles de cipré plantados en su patio, deshojandolos, dejando un camino ocre sobre el césped.
De niño gustaba de saltar sobre las hojas secas, porque era divertido escuchar el crujir de estas bajo sus pies, pero luego, cuando su padre falleció en otoño, no volvió a hacerlo jamás.
Parecía que solo estaba intentando memorizar sucesos deprimentes para bajar aún más su estado de ánimo, así que, intentó distraerse con otra cosa, pero la soledad en su casa era tan abrumadora que no supo como hacerlo.
Su vista regresó nuevamente a la fogata frente a él, que permanecía encendida levemente aquella noche, porque el frío que sentía era demasiado como para ser calmado con el aire acondicionado.
Sin poder evitarlo, sus ojos recorrieron las fotos de la encimera.
Su vida retratada fielmente en cada una de aquellas imágenes, pero sobre todo, de las personas que le acompañaron a lo largo de sus 27 años.
Era penoso, si lo meditaba bien, pero sus pies descalzos se encaminaron por si mismos hasta aquellas fotografías. Y sus dedos tampoco pudieron detenerse de deslizarse por la superficie rugosa de la madera.
La imagen de Jimin, a sus dieciséis, quedó inmortalizada para siempre en aquel cuadro en blanco y negro.
Era increíble como su rostro casi no había cambiado, pues mantenía aquel sereno semblante y su pacífica sonrisa, quizá, solo se volvió más maduro y su mandíbula se perfiló, pero sus ojos amables seguían ahí, como en la foto.
Jimin a pesar de haber cambiado, nunca perdió la forma genuina de su personalidad.
Seguía siendo carismático, arrugando la nariz cuando sonreía, riendo abiertamente, bailando cuando la noche se iluminaba con las estrellas, cantando cuando escuchaba su canción navideña favorita...
Y a pesar de que todo aquello persistía, las cosas nuevas que Yoongi aprendió de él, a medida que pasaba el tiempo, le seguían impulsando a orbitar a su alrededor.
Pero solo a eso.
A estar ahí cerca, pero nunca lo suficiente como para poder tocarlo, nunca lo suficiente como para poder abrazarlo, tomar su mano o besarlo...
Porque al final del día, Jimin era el Sol y él, era el maldito Plutón.
Inalcanzable.
Y lo sabía, mierda que si, pero su corazón estúpido se aferraba a la idea de que algún día, el menor volvería a mirarlo, que...
Pero era en vano. Se lo decía todo el tiempo a sí mismo. Era una estupidez, si quiera pensar en intentar algo, pues a pesar de todo, no podía ser tan egoísta.
¿Podría quitarle la felicidad a Jimin? Jamás se permitiría eso.
Quizá por esa misma razón, no pudo encontrarse a sí mismo interponiendose en su camino, incluso si él no era quien caminaba a su lado... Aún si quien podía disfrutar de sus sonrisas no era él, si no, su mejor amigo.
Un intento de sonrisa se clavó en sus labios, terminando en una mueca triste, pues justo a un lado de ese cuadro, el sobre beige que recibió esa mañana permanecía cerrado.
No se necesitaba ser un genio para saber su contenido, sin embargo, no se encontró con la fuerza necesaria para abrirlo, ya que, era bastante obvio, cuando en letras doradas anunciaba un "Park Jimin & Kim Namjoon".
Y lo sabía, jodida mierda que si, algún día sucedería, pero tal vez no estaba listo aún para aceptarlo.
Jimin iba a casarse.
Lo perdería, y esta vez para siempre. Jimin, se casaría y no sería con él, y la realidad dolía tanto que no le importaba a ese punto que las lágrimas derramadas mojaran el sobre.
Tal vez si no hubiese sido tan tonto, sino hubiera cedido al miedo al rechazo, si...
—Si hubiera sido un poco más valiente ¿algo seria diferente ahora?— murmuró, mirando hacia la luna, llevando la botella de nuevo a sus labios — si tuviera una oportunidad de volver en el tiempo... te juro que lo haría diferente.
No hubo respuesta, pero tampoco la esperaba.
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17 otra vez | Yoonmin |
Fiksi PenggemarYoongi jamás se ha arrepentido de algo en su vida, pues cree firmemente en sus decisiones, o eso pensaba, hasta que llegó a su puerta una invitación a una boda. Jimin, la única persona de la que ha estado enamorado toda su vida, está a punto de casa...