Hospital

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Caminaron tomados de la mano a través del largo pasillo de loza blanca, notando como el olor a desinfectante flotaba en el aire y el sonido de los monitores cardíacos aminoraba el de sus pisadas que provocaban un ligero eco debido a la ausencia de personas fuera de las habitaciones.

Luego de unos minutos lograron ver la puerta que la enfermera les indicó, leyendo en el historial a un costado del objeto de madera el nombre Min Yoonsu anunciando que efectivamente ahí se encontraba el padre de Yoongi.

El mayor suspiró, con el corazón desbocado de miedo, el nerviosismo viajando por cada una de sus fibras, tanto que, provocó un ligero temblor en sus dedos.

Al menos no seguía en emergencias o cuidados intensivos, pero aún así, no sabía si interpretar aquello como una buena o mala señal.

Sintió su interior como un remolino de emociones abstractas subiendo rápidamente hasta su garganta, donde se arraigaron para tomar vida propia, abrumando sus sentidos.

Y el silencio dentro de la habitación no ayudaba ni un poco a aclarar su mente, pues no escuchaba ni a su madre ni a su hermano, tan solo aquel constante sonido del monitor que indicaba que el corazón de su padre seguía latiendo, fue quizá por ello que la duda lo invadió cuando elevó su mano, quedándose a mitad del camino hacia la puerta.

El semblante de Yoongi tenía una pinta terrible, tan deplorable, como si la melancolía se derramara de su cuerpo aspirando cualquier atisbo de felicidad que alguna vez hubiese podido sentir, que Jimin tuvo la urgencia de ir hasta él e inundarlo con su calor. De abrazarlo, de cuidarlo.

Con él siempre fue de esa manera, todo siempre tan intenso, tan fuerte, que el deseo por eliminar su tristeza trepaba con fuerza hasta la punta de sus dedos que se apretaban con fuerza en la tela de su pantalón, como si de esa forma pudiera asegurarse de no moverse y ceder a sus instintos.

Pero justo a un paso de girar la perilla de metal, Jimin detuvó a Yoongi jalando su manga dos veces. Cuando el menor hacia eso, significaba que no tenía el valor para formular una frase, pero probablemente no haría falta, porque para Yoongi era como un libro abierto, podía descifrar fácilmente lo que Jimin quería, como si tuviera poderes telepáticos.

Y lo vio, la duda bailando en el puchero que formó su boca y en como desviaba la mirada de vez en cuando, como si no fuera completamente capaz de mantener sus ojos conectados con los del peliverde.

Estuvo a punto de decirle algo, pero entonces, lejos de todo pronóstico, Jimin se inclinó hacia Yoongi tomando con su mano libre el cuello de la chaqueta de mezclilla y junto sus labios en un tierno beso, tomándolo por sorpresa. Y joder, que sintió la caricia como algo magnífico, algo sublime, que apretó su corazón, como un susurro dulce.

Sus labios se acoplaron a la perfección, deslizándose suavemente unos sobre otros, acariciándose con vehemencia y sus manos encontraron su lugar predilecto en la cintura pequeña del menor, mientras que él llevaba su mano detrás de su nuca para profundizar el contacto.

Era como la gloria misma, porque la forma en que sus corazones entrelazados repiquetearon al unísono, fue tan precioso que esta completamente seguro, le tomaría mil vidas lograr explicar lo que se acunó en su pecho.

Sus ojos se encontraron con los de Jimin y joder, que vio el mismo cielo en aquellos orbes almendra, por lo que se encontró tentado a inclinarse nuevamente y atrapar los belfos ajenos en otro pequeño beso.

Estar con Jimin era sinónimo de seguridad, de protección, de calma. Jimin era la definición de paz.

Así que, enfundado en la seguridad que el menor le brindaba mientras sujetaba su mano con fuerza, giró aquel frío metal y abrió finalmente la puerta de la habitación, encontrando tendido sobre aquella camilla blanca con sábanas blancas, a su padre.

Llevaba puesta una mascarilla que le permitía respirar, pero aún así, lo hacía con dificultad, lo notaba en como su pecho subía y bajaba con extrema lentitud. Sus ojos cerrados y su piel más pálida de lo normal, las ojeras moradas, solo pintaban en él un aspecto enfermizo que haría llorar a cualquiera.

Su madre sentada a un costado del hombre en una silla plástica observaba perdida hacia la ventana, mientras que Jungkook descansaba en el sofá del fondo viendo el techo pulcro.

No se inmutaron cuando los escucharon ingresar, se quedaron quietos como estatuas, imperturbables.

—¿Q-ué dijo el doctor?— se atrevió a preguntar apenas, en un murmullo roto.

Pero no obtuvo respuesta, su madre se limitó a mirarle un segundo y enlazó sus dedos con los de su esposo.

—Ya sabes cual es el pronóstico Yoongi— dijo la mujer acariciando el dorso de la helada mano donde tenía colocada la intravenosa- "tenemos que estar preparados".

Y aquella horrible frase era todo lo que quería evitar escuchar.

Su padre, el hombre que tanto admiraba, se estaba desvaneciendo, como hoja que lleva el viento.

Y no estaba preparado para ello.

Y no estaba preparado para ello

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17 otra vez  | Yoonmin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora