| Las últimas cartas en la mesa |

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—Entonces, ¿Qué querías mostrarme?— Preguntó Dice, caminando detrás del diablo.

—Sé paciente, Dice. Tenemos que ir al aburrido lugar al que me enviaste a ver. Ya sabes, ese agujero al que llamo "casa"— Dijo el demonio con un tono intrigante, haciendo aparecer un ascensor frente a ellos.

—Quién lo diría, al fin me llevarás a tu humilde morada infernal, ¿Qué sigue? ¿Mudar los muebles?— Bromeó, sonriendo de lado y sacándole una carcajada al príncipe de las tinieblas.

—¡Oh, no me molestaría! Siempre y cuando te encargues tú de eso— Decía entrando al ascensor, Dice lo siguió y bajaron juntos al infierno.

Mientras bajaban, Dice tomó lentamente la mano del diablo y la entrelazó con la suya. El diablo se limitó a sonreír y a desviar la mirada al suelo, tratando de ocultar un ligero rubor en sus peludas mejillas, cosa que fue imposible porque sus orejas se bajaron e hicieron que Dice no dejase de verlo, para él era algo totalmente adorable. El rey de las cartas no pudo contenerse y le dió un beso corto en una de sus mejillas, beso que fue respondido con otro en los labios. Ninguno quería soltarse, besar al otro era como tocar las nubes, los sacaba de ese mundo oscuro y sin esperanza en el que les tocó vivir.

Simplemente, todo era mejor cuando estaban juntos.

La mano que Dice tenía libre la usó para acercar más al demonio a su cuerpo, quería tocar cada parte de este y sentir su calor a como diera lugar.

El viaje a las profundidades era largo, así que tiempo le quedaba para hacer de él lo que quisiera.
Con mucha habilidad, Dice acorraló al diablo en una esquina del ascensor, y sin soltar la mano que tenía entrelazada, lo miró con ternura. Acarició su cabeza y con cuidado la base de sus cuernos también, luego bajó al cuello y desde ahí deslizó la mano hasta su cola, la cual no dejaba de moverse por la emoción que el demonio sentía en esos momentos, dejando que se escaparan gemidos de su boca sin miedo a ser escuchado. Un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir que Dice le tocaba la zona donde la cola empezaba y desde ahí condujo la caricia hasta la punta de esta, mientras llevaba sus labios al cuello y clavículas del demonio, repartiendo pequeños besos en cada parte de estos.

—Eres... Tan suave...— Decía el dado entre suspiros, cautivado por el cuerpo de la persona que amaba.

—Ca... Cállate, Dice— El diablo estaba incluso peor, él mismo sentía que estaba por perder la cordura allí, en ese estado en el que Dice lo había puesto.

No estaba de más aclarar, que los besos no pasaban de los labios, y aún así, el diablo se retorcía.

—Alguien te lo tiene que decir, eres hermoso...— Detuvo los besos y lo miró fijamente, llevando sus dos manos a su cintura.

—¿En... En serio lo crees?— Preguntó el demonio genuinamente asombrado.

Pero, siendo lo que es, ¿Por qué no es soberbio y se lo repite todos los días? No era común en él sorprenderse por recibir halagos, parte de su autoridad y poder se basaba en el ego. Entonces, ¿Por qué con King Dice era distinto?

—Al diablo no se le miente, ¿Recuerdas?— Dijo de forma seductora, cerca del oído del mencionado— No puedo engañarte, y aunque pudiera no lo haría— Continuó, esta vez repartiendo besos en sus orejas, provocando cosquillas en el demonio.

—Por eso eres mi favorito...— Murmuró con una sonrisa plena en su rostro. Sus manos, que estaban enredadas tras la cabeza de Dice, fueron a parar a sus mejillas, a las que les notó un rubor más intenso que el de él al escuchar esa declaración.

Cerraron ese fugaz momento con un último beso, uno más cargado de emociones, un "Te amo" apenas audible que salió de la boca de Dice y que fue recibido con un abrazo en su inexistente cuello mucho más fuerte que el anterior. Finalmente, el calor y el olor a azufre se hicieron sentir y se separaron lentamente, mientras se abrían las puertas del ascensor y salían de allí aún tomados de la mano.

| The Die House | [•King Dice•]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora