| Sigue con tu vida, chico prodigio |

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El luto hacia el reino había terminado para su rey.

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Antes de irse, Dice puso un letrero de "Clausurado" en la puerta del casino. Lo dejó impecable y se lamentó no poder usarlo como él quería. Todas las luces y aparatos eléctricos fueron apagados y el silencio fue el único habitante allí... Para siempre.

Miró la torre del diablo, que seguiría en funcionamiento durante un tiempo más hasta que el diablo pensara qué hacer con ella, si seguir viviendo ahí o abandonarla también. Pero continuó su camino, ya hablaría con él sobre eso en otro momento.

-Espera, Dice.

Y hablando de diablo...

-No te atrevas a partir sin despedirte- Reclamó indignado, apareciendo mágicamente frente a él.

-Pero si ya acordamos que nos reuniríamos luego, no dejaré de verte- Dijo con sus ánimos por los suelos, fastidiado también por el humo en su cara.

-Eso no es excusa- Le plantó un beso en los labios, aunque algo más brusco que las veces anteriores, haciendo presión en los labios contrarios con la intención de abrir más su boca- Es imposible hacer esto con tus estúpidos dientes así...- Bufó fingiendo molestia, y le arregló la dentadura al rey con su magia- ¡A ver si así dejas de quejarte!

Dice se tocó las zonas reparadas, quedando como única cicatriz una cortada en los labios que, por alguna razón, no lograba sanar, mismo caso que tenía con el pedazo faltante de su cabeza. Por lo menos, se sentía aliviado de tener sus blancos dientes completos, tal gesto le dibujó una sonrisa melancólica, amaba los detalles del diablo, y a su vez, sabía que a éste le daba vergüenza mostrarse así de atento. Lo común, era que Dice le hiciera favores a él y no al revés, y quiso preguntarse por qué si podía hacerle eso antes no lo hizo... Pero se dió cuenta de que hacerse esa pregunta era muy absurdo, pues el diablo hacía lo que le convenía, a su tiempo.

-Diablo, gracias por... Ayudarme.

-Ni lo menciones, ahora vete, tienes que conseguir esas alm- Fue abruptamente interrumpido por el dado, quien le besó con más intensidad que de costumbre, sujetando tiernamente su mentón para que abriera más su boca.

En un movimiento rápido, el beso simple se volvió uno francés, cosa que al demonio le tomó por sorpresa, pues no esperaba esa reacción tan rápida de Dice, ni tampoco esperaba que le metiera la lengua tan bien...

Se separó de sus labios y se despidió con otro beso en su frente. Lentamente se alejó mientras hacía un esfuerzo por no voltear y sentir más pena. Con una caja en una mano y una maleta en la otra se dirigió a la gran ciudad, con la esperanza de no encontraste con ningún deudor conocido que le quisiera plantar una paliza. Ya se estaba imaginando a algunos posibles tipos que seguro le pedirán una revancha y él posiblemente salga perdiendo, a menos que su fuerza y rapidez sean suficientes contra las habilidades mágicas de todos ellos.

Dentro de todo, Dice no tenía ningún poder especial, sólo contaba con su fuerza y sus palabras encantadoras. Lo único que le quedaba era barajar las cartas perfectamente, pero un mazo de cartas de papel no le ganaban a las esporas de Cagney o a los inventos del Doctor Khal. Sin magia, Dice volvió a ser el inútil chico de la calle, sin familia, sin propósito.

Y quería cambiar eso, volver a ser alguien, pero bajo el alto costo de empezar de cero.

Llegó al departamento precario que alquiló y decoró dos días atrás, dejó sus cosas y enseguida buscó un periódico donde mostraran los clasificados. Algún trabajo de medio tiempo debía encontrar mientras buscaba un lugar donde plantar esos ductos chupa almas. Pero la ciudad era bastante grande, pasar desaparecido era fácil, lo difícil era hacerlo decentemente.

| The Die House | [•King Dice•]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora