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Las puertas se abrieron de par en par, con un nuevo cartel encima de éstas que dictaban las frases "¡Prueba tu suerte!" y "¡Demuestra que puedes ser el ganador!" en colores llamativos que sabía, iban a llamar la atención de varias personas curiosas y sedientas de poder, además de la cantidad justa de luces puesta de forma minuciosa y bien cuidada por el rey de los dados.

Era extraño para él tener que ocuparse de una tarea que hasta un tonto lacayo podía hacer, pero conseguir nuevo personal tomaba demasiado tiempo y las cartas que tenía por ayudantes habían regresado a ser un mazo de cartas ordinario gracias a que su contrato con el diablo estaba anulado. Ya no poseía ni la habilidad de teletransportarse ni de hacer ningún tipo de magia, dicho cambio se reflejaba en la negrura de sus ojos que ya no adoptaban ese característico color esmeralda cuando se emocionaba o cuando hacía uso de sus poderes. Ahora era un dado normal con piernas, brazos y un excelente bigote, y eso se lo recordaba todos los días, sabiendo que hacer tareas iba a ser más difícil de ahora en más. Lo odiaba, pero adaptarse era su única opción.

-¡Listo, calipsto! Esto ya quedó- Dijo y le dió la espalda al edificio- Ahora sólo tengo que esperar a que algún ingenuo pueblerino venga y se deje llevar por una buena racha- Se frotó las manos cuál villano planeando su malévolo plan.

Traspasando las puertas del nuevo casino decidió revisar sus inservibles documentos, los cuales estaban hechos un desastre en su antigua oficina. Acomodó todos y cada uno, sin dejar nada de lado o fuera de lugar y los guardó en varios sobres, los cuales llevó a la oficina del diablo con la intención de dejarle todo al día.

Como en teoría ya no le estaba sirviendo al señor de la maldad, decidió organizar todo el trabajo que había hecho durante veintidós largos años y que el mismo diablo los revisara y llevara al profundo infierno, donde presumía, era administrada toda la maldad latente del mundo, y no sólo de las Islas Tintero. Aunque hubieran más pérdidas que ganancias, él sentía correcto culminar ese ciclo, como si de una renuncia se tratase.

-Aquí está todo, Señor. Desde los activos del casino en su último día hasta los gastos, sueldos e intereses. También dejé un informe que indica una renuncia oficial de todos sus empleados, incluyendo mi firma y las de todos los chicos, así que no hay manera de anular el retiro de nadie- Explicó con cierta vergüenza en su tono, señalando con sus dedos dicho informe.

- Déjame ver...- El diablo miró con desinterés el papeleo, no parecía muy motivado por ver cómo treinta años de estafas y trampas se iban a la basura junto con sus riquezas. Él sabía que era fácil seguir ganando almas, pues dinero no le hacía falta, pero cómo le encantaba incitar pecados, el saber que todo lo perdió por culpa de dos niños le hacía querer llorar de nuevo- Bien, gracias Dice. Te puedes ir.

-Si... Sobre eso, ¿Recuerda que le hablé sobre la reapertura del casino? Pues, está todo preparado, sólo falta que lleguen nuevos clientes y empezarán a salir almas antes de que se dé cuenta- Dijo guiñando un ojo y haciendo una seña con las manos a modo de confianza.

-Eso ya lo sé, ¿Pero cómo vas a hacer eso? Ya no trabajas para mí, y a menos que no firmes otro contrato no ganarás nada- Insistió, su expresión más que enojada denotaba tristeza, no le motivaba mucho seguir con el negocio si Dice no estaba más con él.

-Aguarde, todavía no termino- Entonces Dice sonrió y apoyó sus manos en el escritorio, acercando su rostro al de Satán, quien se echó hacia atrás con su silla y tragó duro, esperando a que Dice continuara- A partir de ahora, no quiero ser más tu subordinado. Más que una mano derecha, quiero ser tu socio, tu compañero, tu igual. ¿Eso lo entiendes?

El contrario se sorprendió al notar que el rey dejaba de dirigirle la palabra con "usted" y lo empezaba a tratar informalmente, como si de un ser mortal se estuviera refiriendo. Rápidamente captó que hablaba en serio, sintiendo cómo se le acercaba más y más con esa sonrisa llena de seguridad y malicia. Eso le aceleró el corazón a mil por hora, su siempre fiel King Dice lo estaba acorralando sin que pudiera hacer mucho al respecto.

| The Die House | [•King Dice•]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora