El vuelo de París a Seúl duraba aproximádamente catorce horas. Para Wookie, fueron las catorce horas más largas de su vida. Había intentado llamar a Choi Yoo Jin, pero, desde luego, la mujer jamás contestó, y luego la azafata le pidió que apagara su móvil. Era tal su estado de ansiedad que estuvo a punto de entrar a la cabina de control del avión, a ver si lograba hacer que el piloto acelerara la velocidad. Él mismo podía tomar el mando si con eso lograba reducir la distancia que le separaba de su destino, sin importar que nunca hubiera pilotado ninguna clase de avión. Bch apenas lograba contenerlo y apaciguarlo. En ese momento, Wookie era como una bomba de relojería que podía explotar al menor descuido.
Llegaron a Corea en plena noche. Un automóvil de la agencia los aguardaba en el estacionamiento. El chofer, un poco aletargado les dió la bienvenida con mucha ceremonia. Era evidente que se trataba de un novato. Wookie, quien, normalmente hubiera saludado al hombre con mucha amabilidad, sólo asintió con la cabeza e ignoró por completo la puerta que el chofer le abría en la parte trasera del auto. No, Wookie no tenía tiempo para perder, él se montó al volante y BCh le hizo señas al confundido chofer para que se sentara atrás, entanto que se ubicó en el asiento del acompañante justo a tiempo antes de que su amigo lo dejara atrás.
En pocos minutos, atravesaron la ciudad a la velocidad de un cohete espacial, y quien tuviera la desgracia de cruzarse en su camino era recibido con bocinazos y maldiciones en todos los colores. Aquello le recordó a Bch la escena de una serie de su amigo. Sólo podía rezar para que no el auto no terminara como en aquella escena...
Cruzaron la carretera rumbo a los suburbios donde se encontraban las mansiones más costosas de la ciudad. Subieron una escarpada colina donde los árboles empezaron a verse reemplazados por altas murallas de piedra. Estas murallas escondían grandes casonas de la gente más rica de toda Corea del Sur.
Uno de esos mausoleos era la humilde casa de Choi Yoo JIn, enclavada en la cima de aquella colina, de murallas de piedra gris, presedida por la blanca caseta del guardia. Al verlos aproximarse, dos hombres vestidos de traje y corbata negra les salieron al paso, uno de ellos, alto y desgarbado, los espetó, al parecer no los conocía, aunque no era la primera vez que Wookie pisaba aquel lugar.
- ¡Alto! Nadie puede entrar, son órdenes.
- ¡Abre o derrivo el portón con el auto! - fue la respuesta de Wookie.
Bch sabía que no hablaba en broma. El otro guardia, que los había reconocido, también entendía que Wookie hablaba muy en serio.
- La señora no está, por favor, retírense - dijo, se le notaba nervioso.
- ¡Dije que abran o hecho abajo el maldito portón! - exclamó Wookie, encendiendo el motor de nuevo.
Uno de los guardias habló por su teléfono y el otro hizo amague de sacar su arma reglamentaria. En ese mismo instante, el portón cobró vida y empezó a abrirse, dejando al descubierto una camioneta que casi los atropella. De ella salió una mujer de baja estatura y cabellos cortos. Era la secretaria de Choi Yoo Jin. ¿Cómo se llamaba? No importaba, tanto Wookie como Bch se referían a ella como la rottweiler.
- ¿Qué pasa aquí? - dijo, y al ver a Wookie bajarse a su vez, sonrió con esa sonrisa canina tan propia de ella - Buenas, buenas, tú por aquí, creí que estabas en Paris posando para una revista. ¿Qué pasó, se aburrieron de tu carita de ángel?
Wookie se le acercó de manera amenazante. Ella, con tacones, parecía no llegarle a los hombros, aun así, no retrocedió ni un paso y tampoco se le borró la sonrisa sarcástica de la cara.
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Daikiri De Frutilla Y Una Botella De Agua
Chick-LitSe conocieron en un bar y la atracción fue inmediata ¿Sería aquella la aventura de una noche o el comienzo de un romance de toda la vida? Bueno, para eso deberían volver a encontrarse... Esta historia está en construcción, acompáñame a conocer que l...