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Jun presentía que algo andaba mal desde que el entrenador se fue con Channie o como se llame. Una sensación de alerta le hizo ponerse de pie para dirigirse también a los baños, no sin antes de pedirle a Seungkwan que no bajase la guardia.

Una vez llegó, se encontró con el profesor de espaldas, acercándose hacia Channie de forma extraña.

No fue hasta que notó la navaja en su mano que comprendió la tensión en el ambiente, y el porqué desde un principio percibió muy malas vibras de ese hombre.

—Se necesitan sacrificios— Murmuró el mayor, impulsándose para lo que teme hubiese sido apuñalar al contrario.

Jun había aprendido artes marciales desde que era pequeño, y contando que tenía buenos reflejos, no se le hizo tan difícil lograr tomarle fuertemente de la muñeca a tiempo al entrenador, evitando una trajedia.

—¿Junhui...?— Musitó el hombre, con los ojos muy abiertos al haber sido descubierto, o detenido, no lo sabe— Eso, no es lo que parece, verás...

—Channie, ve con Seungkwan— Ordenó lanzándole una breve mirada a quién seguía inmóvil —¡Ve!

El menor saltó en su lugar ligeramente, rodeándoles para salir corriendo de vuelta a donde estaban.

—Wen...

—Usted planeaba matarlo— No fue una pregunta, y no pudo ni quiso reprimir su mueca de disgusto— Planeaba matarlo para que las raciones subieran para usted ¿Qué iba a hacer después? ¿Matar a Seungkwan también? ¿A mi?

—Wen, tu me conoces, esto no...

—Porque lo conozco, sé que corremos casi el mismo peligro como si estuviésemos afuera— Respondió cortamente, apretando la muñeca de la mano que sostenía el arma, importándole poco el quejido que salió de los labios del contrario— Y yo no voy a permitir que les haga nada.

El entrenador Choi frunció su ceño, y abruptamente, le empujó, haciéndole perder el equilibrio y su agarre por unos segundos, pero solo esos bastaron para que pudiese soltarse e intentar apuñalarle.

Logró esquivar los ataques del arma, pero si es totalmente realista, el hombre es más fuerte que él, y si no usa alguna estrategia, no llegará a mañana.

¿Y que haría para detenerle?

No podía dejarle encerrado, este sabría como escapar, e intentar sacarle afuera les pondría en riesgo también.

No podía dejar a este cabo suelto, así que solo le quedaba una opción.

Le metió una patada en la pierna, y un golpe en la quijada, lo cuál logró desorientar un poco al mayor aunque eso no significaba que dejara de intentar clavarse el objeto, que en un abrir y cerrar de ojos ahora estaba en su posesión.

Apuntó hacia el hombre, quién torpemente retrocedió un pasos, mirándole con ojos asustados.

—Wen, vamos soy tu entrenador, no me harías daño— Intentó razonar, alejándose mientras él mismo se acercaba— Tu no eres así...¡No matarías a alguien!

Sonrió levemente, sin una pizca de gracia y con ojos fríos

—Hay que hacer sacrificios, eso es lo que usted dijo.

Y esas fueron las últimas palabras que escuchó aquel hombre, antes de que la navaja que él antes había portado para dañar a otros, fuese impactada unas cinco veces en su abdomen y pecho.

Sintió remordimiento, claro que lo hacía. Recién acabó con la vida de una persona, pero le reconfortaba saber que si no hubiese sido él, tal vez hubiesen sido los otros dos que estaban allá afuera, o incluso él mismo.

Instituto Sebong [SEVENTEEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora