CAPÍTULO 2

52 6 0
                                    

Cuando Hae volvió a su despacho después de atender al último
paciente, encontró a su hermano sentado en el suelo, con el
ordenador sobre las rodillas.
–Hay sillas aquí, podrías usar una.
–Me gusta sentarme en el suelo –con su pelo corto, su ropa
ancha y su amor por las fibras naturales, SungMin parecía más un activisto
de Greenpeace que un ingeniero de software–. Me hace sentir conectado con la tierra.
–Estamos a tres pisos del suelo en un edificio de cemento.
Min se encogió de hombros mientras cerraba el ordenador.
–Solo he pasado por aquí para decirte que me marcho mañana
temprano.
–¿Dónde vas esta vez?
Su hermano trabajaba en una empresa de ingeniería con sucursales por todo el país y viajaba constantemente. Y cuando estaba en Houston se alojaba en su apartamento, sin pagar un céntimo.
–A Portland.
–¿Cuánto tiempo?
–Me han ofrecido un puesto permanente allí.
Ese anuncio fue una sorpresa.
–¿Y has aceptado?
–No, aún no. Antes quiero ver si me gusta Portland, pero la verdad es que estoy harto de viajar. Me gustaría quedarme en algún sitio, comprar un apartamento…
–¿Y no te aburrirás?
–Estoy dispuesto a sentar la cabeza.
–¿Y no puedes hacerlo en Houston?
–Quiero conocer a un hombre con el que pueda mantener una relación seria.
–¿Y tienes que irte hasta Portland para encontrarlo?
Min metió el ordenador en su funda.
–Necesito un cambio.
–¿No vas a quedarte aquí para cumplir con tus obligaciones de tío? –le preguntó Hae. Había esperado que su hermano lo entendiera, pero no era así.
–Creo que es mejor que no lo haga.
Aunque siempre habían tenido una relación estupenda, no habían hecho más que discutir desde que le habló de su intención de ser padre soltero. La reacción negativa de su hermano había sido una sorpresa y, después de su ruptura con Kyuhyun, Hae se sentía triste y solo.
–Ojalá pudiese hacerte entender lo importante que es esto para mí.
–Lo entiendo y sé que siempre has querido tener hijos, pero creo que un niño necesita a ambos padres.
La confianza de Hae se desvaneció ante la crítica de su hermano. A pesar de ser un espíritu libre que se negaba a atarse a nadie, Min era más tradicional de lo que nadie podía imaginar en lo que se refería a la familia. Min lo había acusado de ser un egoísta. ¿Lo era? Criar un hijo solo, sin un padre, no significaba que el niño fuese a tener problemas. Los niños necesitaban cariño y protección y el podía darle ambas cosas.
No había tomado la decisión de la noche a la mañana; llevaba
meses hablando con padres solteros, sopesando los pros y los
contras y usando la cabeza, no las emociones, para tomar la decisión.
Por supuesto, sabía que su deseo de ser padre era una urgencia
biológica imposible de ignorar.
Hae se quitó la bata y la colgó detrás de la puerta.
–¿Le has contado a mamá lo de la oferta de trabajo en Portland?
–No –respondió Min–. ¿Le has contado tú lo que piensas hacer?
–Pensaba hacerlo el viernes –Hae arqueó una ceja–. Podrías venir a cenar tú también y contarle lo de Portland. Así no se enfadará solo conmigo.
–Aunque me encantaría estar allí para ver la expresión de mamá cuando descubra que piensas tener un hijo sin marido, aún no estoy dispuesto a hablarle de mis planes. No lo haré hasta que esté completamente seguro.
De modo que no estaba convencido del todo… Hae se agarró a la esperanza de que Portland le pareciese aburrido.
–¿Nos vemos en casa más tarde?
Min negó con la cabeza.
–No, tengo planes.
–¿Una cita?
–No exactamente.
–¿El mismo chico? –le preguntó. Durante los últimos meses, cada vez que estaba en la ciudad su hermano salía con un hombre misterioso–. ¿Le has hablado de tus planes de mudarte a Portland?
–No es nada de eso.
–¿Qué quieres decir?
–Que no estamos saliendo.
–¿Entonces solo es sexo?
Min emitió un bufido de impaciencia.
–Tú mejor que nadie deberías saber que los hombres pueden ser solo amigos.
–La mayoría de los hombres no pueden serlo.
Además, EunHyuk y yo somos casi como hermanos.
–¿Le has hablado de tus planes de tener un hijo?
–Se lo he mencionado hace un momento, mientras comíamos juntos.
Se alegraba de haber descartado a EunHyuk como posible padre.
Criar a un hijo juntos complicaría aún más su relación… y sería más
fácil superar aquel absurdo anhelo si no esperaba nada de él.
–¿Cómo se lo ha tomado?
–Una vez que se acostumbre a la idea, se alegrará por mí.
–Tal vez el universo te está diciendo que has tomado el camino equivocado.
–Yo no necesito que el universo me diga nada, para eso te tengo a ti.
Aunque intentaba bromear, Hae tenía el corazón encogido. Si
hacía realidad su sueño podría perder la relación con las personas a las que más quería en el mundo.
¿Y si el niño abría una brecha entre Min y él? ¿O entre EunHyuk y él? Hae se debatía entre su deseo de ser padre y su miedo a perder el cariño de sus seres queridos.
–Tendremos que aceptar que ninguno de los dos va a tomar una
decisión que haga feliz al otro –dijo por fin.
EunHyuk paseaba de un lado a otro del despacho. Tras la puerta,
las oficinas vacías de la compañía Sterling Bridge. Eran más de las
seis y él había dejado de trabajar horas antes. Como codirector de la
empresa de construcción de su familia, debería estar revisando unos informes para un proyecto multimillonario que empezarían a construir la semana siguiente, pero no podía concentrarse.
Ninguna sorpresa después del anuncio de Hae.
Sería una omma estupendo, paciente, cariñoso, estricto cuando
tuviera que serlo, pensó. Si había mostrado sus dudas no era porque
dudase de su capacidad sino porque sabía que sería muy difícil hacerlo solo. Naturalmente, Hae no veía ninguna dificultad porque estaba acostumbrado a superar retos.
Pero saber eso no calmaba su desazón o la vocecita en su cabeza que le decía que debería ayudarla.
¿Ayudarla a quedarse embarazado, a criar a su hijo?
El instinto le decía que eso era lo que debía hacer, aunque su
cerebro le avisara de que iba a embarcarse en un proyecto muy complicado. Hae y él eran amigos y los amigos se ayudaban unos a otros. Si la situación fuese al revés, estaba seguro de que elegiría a Hae como la omma de su hijo.
Pero si lo hacían, su relación se complicaría de manera extraordinaria y si su hermano se enteraba… eso podría separarlos para siempre.
Por otro lado, Hae merecía la familia que quería tener.
Treinta minutos después, HyukJae seguía perdido en sus pensamientos y, como no podía ser productivo en la oficina, decidió irse a casa. En el garaje lo esperaba su última compra: un Dodge Charger del 73. Además de su pasión por las carreras, le encantaba comprar coches clásicos y restaurarlos para venderlos después. Por eso había comprado una casa a las afueras de la ciudad, en una finca de más de dos hectáreas, con la intención de construir un garaje para su colección.
Cuando iba a salir de la oficina pasó frente al despacho de su hermano.
Ayudar a Hae a quedarse embarazado significaría mantenerlo en secreto, pensó. Le molestaba que siguiera pensando en los
sentimientos de su hermano después de que él hubiera roto su
compromiso. ¿Sería tan doloroso para Kyu que tuviera un hijo con Hae como para Hyuk ver que su mejor amigo se enamoraba de su hermano?
Desde que empezaron a salir juntos había habido una gran tensión entre los dos… seguramente por una cuestión territorial.
Al principio, Kyu era siempre el que iba de carabina, pero años después quedó claro que Kyu y Hae no solo se llevaban bien sino que parecían hechos el uno para el otro en temperamento y en forma de ver la vida. Y cuanto mejor se entendían, más se convertía Hyuk en la carabina.
Y eso no le gustaba. Hae era su mejor amigo y no quería compartirlo con nadie.
Kyu tenía tres años más que él y era un poco más fornido, pero aparte de eso tenían los mismos ojos azules, el mismo pelo rubio oscuro y las mismas facciones.
Los dos se parecían a su madre, que había muerto en un accidente de coche con su hermana de nueve años cuando tanto Kyu como él estaban en el instituto.
La muerte de su mujer y su hija había destrozado a su padre por completo. Tony Sterling había caído en una profunda depresión que duró seis meses y que estuvo a punto de provocar la ruina de su negocio. Y si Hyuk no hubiera entrado en el garaje una noche para «tomar prestado» el coche de su padre la noche que lo descubrió con el motor encendido y las puertas cerradas, Tony habría muerto.
Aquello ocurrió cuando tenía quince años y lo había marcado para siempre. Desde entonces juró no sucumbir a un amor tan potente que perderlo lo empujase a quitarse la vida. Y había sido una promesa
fácil de cumplir.
Hyuk miró a su hermano, sus pasos silenciados por la gruesa moqueta. Kyu estaba tan concentrado en un objeto que tenía en la mano que no lo oyó entrar.
–¿Quieres que cenemos juntos?
Kyu dio un respingo y, con un gesto furtivo, guardó en el bolsillo El reloj de diamantes en el que estaba tan
interesado. Pero Hyuk lo había reconocido: era el reloj que
le había regalado a Hae para celebrar su compromiso y que el le
había devuelto tras su ruptura. ¿Qué hacía con el?
–No puedo, tengo otros planes.
–¿Una cita?
Su hermano se levantó para acercarse al escritorio.
–Imagino que sí.
–¿No lo sabes con seguridad?
Hyuk frunció el ceño. Aquello era muy raro porque Kyu era
como Hae, una persona muy ordenada y meticulosa.
–Es complicado.
–¿Está casado?
–No.
–¿Comprometido?
–No.
–¿Tiene hijos?
–Déjalo.
La evidente exasperación de su hermano sorprendió a Hyuk.
–¿Tiene algo que ver con el reloj que acabas de guardarte en el bolsillo?
Cuando Kyu no respondió, sus sospechas quedaron confirmadas.
–¿No le has hecho ya bastante daño? Hae está rehaciendo su vida y lo último que necesita es que empieces a removerlo todo otra vez.
–No planeé lo que ha pasado. Sencillamente ocurrió, así de sencillo.
¿Su hermano comportándose de manera impulsiva? A Hyuk no
le gustaba nada.
–¿A qué te refieres?
–Min y yo quedamos para tomar una copa hace un par de meses…
–¿Min, el hermano de Hae?
–Sí.
Hyuk estuvo a punto de soltar una carcajada. Kyu y Min eran completamente opuestos.
–¿Solo en esa ocasión?
–No, un par de veces –respondió Kyu, pasándose una mano por la cara–. Bueno, muchas veces.
–¿Has pensado bien lo que haces? ¿No crees que a Hae le
disgustará saber que estás saliendo con su hermano después de haber roto con el?
Antes de que Kyu pudiera responder, empezó a sonar el móvil de Hyuk.
–Hablaremos de esto más tarde –le dijo a su hermano al ver el nombre de Hae en la pantalla–. Dime –añadió después, mientras salía del despacho.
–Es Min –dijo Hae. Y no había la menor duda de que parecía angustiado.
El enfado de Hyuk con su hermano aumentó exponencialmente.
¿Se habría enterado Hae de lo que pasaba?
–¿Qué pasa con Min?
–Que quiere marcharse a vivir a Portland. ¿Qué voy a hacer con el?
Eunhyuk disimuló un suspiro de alivio. Hae aún no sabía que Min
estaba saliendo con Kyu y si se iba a Portland la relación tendría que
terminar.
–Sigues teniéndome a mí –había querido que sonara como una
broma, pero le salió como una promesa–. ¿Quieres que vayamos a
tomar algo? Así podremos terminar la conversación.
–No, no puedo. He quedado a cenar con Terry.
–Entonces, después de cenar.
–Ha sido un día muy largo, Hyuk. Voy a casa a darme un largo
baño de espuma.
–¿Quieres compañía?
Sin querer, sus pensamientos echaron el vuelo hacia un sitio
embriagador y sensual, con Hae flotando en una bañera llena de
espuma, sus delicados y pálidos hombros brillantes a la luz de las
velas… se imaginaba a sí mismo pasando los labios por su cuello,
descubriendo los sitios que lo hacían temblar.
–¿Eunhyuk? –la voz de Hae le recordó que estaba en el ascensor
de la empresa, aunque no recordaba haber entrado.
–¿Qué? –murmuró, turbado por la excitante fantasía.
–Te he preguntado si puedo llamarte más tarde.
–Sí, claro –respondió él, con voz ronca–. Que lo pases bien con Terry.
–Gracias.
Eunhyuk guardó el móvil en el bolsillo. Tenía que dejar de pensar
en el de ese modo. Desgraciadamente, era imposible quitarse de la cabeza la idea de hacer el amor con Hae.
Se dirigió a su bar favorito para tomar una cerveza y ver algún canal deportivo para distraerse, pero no sirvió de nada.
En lugar de eso, repasó su conversación con Hae una y otra vez. Quería tener un hijo y necesitaba su ayuda para lograrlo, pero había decidido no hacerlo antes incluso de presentarle la idea. Y todo porque, según el, no sería justo para Kyu.
¿Pensaría lo mismo si supiera que Kyu estaba saliendo con su hermano? Aunque eso no cambiaría nada. Por mucho que le doliese, Hae querría que Min y Kyu fueran felices.
¿Pero no debería Hae ser egoísta también? Debería poder elegir al hombre con el que quería concebir un hijo. Aunque ese hombre fuera el hermano de su exprometido. Pero Eunhyuk sabía que nunca haría eso… a menos que lo convenciera.
¿Y para qué estaban los amigos?
Quince minutos después de hablar con EunHyuk, el corazón de Hae seguía latiendo a un ritmo trepidante. Se decía sí mismo que
cuando le había preguntado si quería compañía solo le estaba
ofreciendo un hombro sobre el que llorar, pero imaginarlo en la bañera
con el, las velas reflejándose en la pared de cerámica y las burbujas
flotando sobre el agua…
–¿Nos vamos?
La voz de Terry Kincaid interrumpió sus pensamientos. Además de ser su socio en la clínica, y el padre de su mejor amigo, Terry era la razón por la que había decidido convertirse en odontóloga.
–Sí, claro.
Ming cerró la página de Internet en la que había estado mirando cochecitos de bebé.
–Ya sabes que me siento orgulloso de ti –empezó a decir Terry mientras esperaban que el camarero les llevase el almuerzo–. Cuando te ofrecí un espacio en mi consulta no lo hice porque fueras la primera de tu clase sino porque eres como de la familia.
–Tú sabes que yo siento lo mismo.
De hecho, Terry era mucho mejor que su propia familia porque le ofrecía apoyo sin juzgarlo.
–Y, como miembro de la familia, sería importante para mí compartir contigo cualquier decisión importante que fuese a tomar.
Hae tragó saliva. ¿Cómo se había enterado? Wook no podía habérselo contado, su amigo sabía que era un secreto.
–Sí, claro. Sería lo más justo.
–Por eso quiero que sepas que he pensado retirarme y dejarte la consulta.
Aquello era lo último que Hae esperaba que dijese.
–Pero si solo tienes cincuenta y siete años… no puedes retirarte tan pronto.
–Es el momento perfecto. Janice y yo queremos viajar mientras aún seamos lo bastante jóvenes como para organizar aventuras.
Terry era un experto montañero y piloto. Mientras Hae se relajaba en un spa en California durante las vacaciones, él y su mujer se lanzaban desde un puente en Australia o atravesaban las junglas de Costa Rica.
–¿Y quieres que me quede con la consulta? –Hae empezó a pensar en todas las cosas que tendría que aprender: administración, finanzas, marketing. La consulta iba de maravilla con Terry al timón.
¿Podría hacerlo el igual de bien?
–Si te preocupa el asunto económico, habla con Eunhyuk.
–No, no es eso.
No era el dinero sino la abrumadora responsabilidad de llevar la
consulta mientras se preparaba para ser Omma soltero.
–No sé si podré hacerlo.
–Nunca he conocido a nadie tan capaz de superar un reto como tú. Y no voy a retirarme mañana sino a mediados del año que viene.
Tendrás mucho tiempo para aprender todo lo que tengas que aprender.
¿A mediados del año siguiente? Si todo iba como había calculado, estaría dando a luz a mediados del año siguiente. ¿Quién iba a encargarse de la consulta mientras el estaba de baja por maternidad? Había esperado tener doce semanas para estar con su hijo…
Pero en cuanto el momento de pánico inicial desapareció, Hae empezó a entusiasmarse. Tendría su propia consulta y estaría loco si dejase pasar esa oportunidad.
–¿Te encuentras bien? –le preguntó Terry, con expresión preocupada–. Pensé que darías saltos de alegría.
–La verdad es que me parece una oportunidad maravillosa.
–¿Entonces?
Llevar la consulta exigiría un compromiso tremendo de tiempo y
energía, pero Terry creía en el y Hae no quería decepcionarlo.
–Nada, me parece muy bien.
–Ese es mi chico –Terry le apretó la mano–. No confiaría en nadie más que en ti para llevar la clínica.
Sus palabras lo entusiasmaron y lo preocuparon al mismo tiempo. Tanta responsabilidad lo abrumaba, pero Terry no lamentaría su decisión.
–No te defraudaré, te lo prometo.
Los grillos estaban dando una serenata mientras Eunhyuk se dirigía a la casa de Hae. Eran más de las nueve y solo algún ladrido lejano interrumpía el silencio de la tranquila zona residencial a las afueras de Houston.
Entre los edificios clásicos de la calle flanqueada por árboles, la casa de Hae destacaba por su estilo contemporáneo. La moderna construcción y el jardín de líneas geométricas armonizaban con el
Hombre que vivía allí.
No podía imaginar cómo iba a soportar el desorden y el caos que
provocaba un niño, pero después de su conversación con Kyu esa tarde, Eunhyuk ya no tenía que decidir si iba a ayudar a su mejor amigo sino cómo iba a hacerlo.
Eunhyuk llamó al timbre y Muffin empezó a ladrar unos segundos antes de que se abriera la puerta. El perfume de Hae invadió sus sentidos; un perfume floral que lo hizo imaginarse haciendo el amor en una exótica isla tropical.
–¿Qué haces aquí Eunhyuk? Muffin, no salgas...
Eunhyuk se dio la vuelta para agarrar a la perrita, que había salido a explorar, y así pudo concentrarse en algo que no fuera el cuerpo de
Hae, que llevaba una camisa de tirantes y unos bóxer negros con una bata a juego, que cerro en ese momento.
–¿Te he despertado?
Su cuerpo despertó a la vida al imaginarlo a su lado en la cama.
Kyu había sido un imbécil por no darle el sol, la luna y las estrellas, pensó.
–No, no. ¿Quieres pasar?
Embargado por el repentino deseo de tomarlo entre sus brazos,
Eunhyuk negó con la cabeza.
–He estado pensando en lo que hemos hablado esta mañana…
–Si has venido para intentar convencerme de que es un error, ahórratelo –lo interrumpió el.
–No, no es eso. Quiero ayudarte.
–¿Ah, sí? –Hae lo estudió en silencio durante unos segundos–. ¿Estás seguro?
–He estado pensándolo toda la tarde y he llegado a la conclusión de que sería un pésimo amigo si no estuviera a tu lado cuando más me necesitas.
Hae esbozó una sonrisa que transformó su expresión.
–No sabes lo que esto significa para mí. Llamaré a la clínica mañana mismo para pedir una cita…
Él negó con la cabeza.
–Nada de clínicas de fertilidad y nada de médicos –Eunhyuk
enganchó el cinturón de la bata de seda con un dedo–. Solo tú y yo.
En los ojos oscuros de Hae vio un brillo de emoción… que desapareció enseguida, reemplazado por una mirada de recelo.
–¿Estás sugiriendo lo que creo que estás sugiriendo?
Eunhyuk asintió con la cabeza
–Vamos a tener un hijo a la antigua usanza.

UNA PROPOSICIÓN DELICADA [ADAPTANDO AL EUNHAE TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora