Capitulo Cuatro

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La chica perfecta

Christopher Miller

Detesto con todo mi ser este tipo de almuerzos. Tal vez no el almuerzo en sí porque amo comer pero pretender. Si, eso. Detesto pretender que nuestra familia es perfecta y que siempre visto de esta manera tan ridícula. No es como que odiara a mi familia o me llevara mal con algún integrante, pero tampoco me llevaba de maravilla. Solo con Emma, ella es la niña más linda y perfecta que conozco, haría todo por ella. Desde que nació, hace 2 años, y sus pequeños ojos azules, iguales a los de mi mama, me vieron no había podido resistirme a su encanto.

Llevábamos esperando 10 minutos, a que los Bianchi aparecieran, y ya estaba cansado. Detestaba cuando la gente me hacía esperar, así que decidí distraerme editando una fotografía que debía entregar en tres días. Oí a mi hermana pasar a mi lado y gritar "¡Ale!" pero no me moví hasta que sentí un manotazo de parte de papá. Lo volteé a ver con mala cara y él me hizo un gesto, haciéndome saber que los Bianchi ya habían llegado. Guardé lo que llevaba editado en el teléfono y luego lo dejé encima de la mesa, me paré deslizando mis manos por el traje, borrando algunas arrugas.

Al darme vuelta unos intensos ojos azules me devolvieron la mirada. La hija de Franco y Alessandra... Me vio con cierta sorpresa y sus mejillas se tiñeron un poco de rojo. Yo, sin estar muy consciente, esboce una sonrisa. Tenia un vestido negro corto que le quedaba perf... Bien. Sus ojos me recorrieron con la mirada cuando yo termine de hacer lo mismo. Era preciosa, y lo peor era que, estaba seguro que ella lo sabía, y por eso desprendía esa superioridad solo con su postura y la manera de ver a su alrededor, con seguridad. Su cara era delgada, igual que el resto de su cuerpo pero aún así tenía unas curvas que hacían que cualquiera volteara a ver. Su pelo era negro y estaba amarrado en una cola alta, dejando dos mechones de cada lado de su cara, enmarcando su rostro de una manera sutil. Me espabilé internamente y me acerqué a su familia. Era la primera vez que los conocía así que me acerqué primero a Franco.

—Buon pomeriggio, famiglia Bianchi, piacere di conoscerti sono, Christopher Miller. —Me presenté, sabía italiano desde los 10 años así que no me resultó difícil entender lo que me respondió, aunque mi pronunciación no era la mejor.

—Oh tu parli italiano, che bello. —Dijo Alessandra y yo le dedique mi mejor sonrisa fingida. La verdad no estaba de tan buen humor como para sonreír genuinamente.

—Christopher, ciao, questa è mia moglie Alessandra e questi sono i miei figli, Gabrielle e Alex.— Franco Bianchi, un señor bastante amable, lo había conocido hace algunos años pero nunca a su familia, me presentó a su esposa y luego a sus dos hijos. Saludé a Alessandra con un beso en cada mejilla. Le apreté la mano a Gabrielle y repetí el saludo en cada mejilla con Alexandra, sus mejillas eran suaves y estaban calientes. Le saqué la lengua a mi hermana, que estaba en brazos de Alexandra como si fuera un koala, de forma juguetona y ella me devolvió el gesto para luego sonreírme.

Nos sentamos en la mesa, Alexandra quedó enfrente mío con mi hermana y su madre a la par. Hablé un rato con Gabrielle y resultó ser un tipo bastante interesante, le gustaba viajar, jugar baloncesto y viajar... para jugar baloncesto. Justo cuando me estaba hablando de su viaje a Alemania oí la conversación que mantenían mis papas con Alexandra.

—Si, vivo con mi mejor amiga, a unos 20 minutos de la universidad, me queda de maravilla. —Dejé de oír y me concentré en su hermano hasta que ella volvió a hablar. Tenía una voz dulce y suave—. Los apartamentos son de los mejores en Nueva York, tienen una muy buena vista y excelente seguridad. La verdad es que me encantan. —¿Le pagaban para decir eso? Volví a centrarme en Gabrielle. La verdad no me importaba lo que tenía para decir su hermana.

Las malas decisiones de Alexandra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora