El reloj

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En un pueblo antiguo, un reloj ding Dong marcaba las 12, era hora de que una pequeña acompañara a su abuelo en la comida, un hombre de apariencia impecable y renombre, se encontraba sentado en la cabecera de la mesa, a su lado una pequeña que quedó huérfana por un trajico accidente, al término de la comida, el señor se retiró al pueblo, la pequeña se quedó vagando por la casa, cuando algo curioso le llamo la atención, manchas de sangre y uñas enterradas decoraban el reloj ding dong que tanto amaba su abuela, la pequeña busco un trapo para limpiarlo, justo cuando el agua resbalaba, un golpe se escuchó al otro lado de la pared, luego otro golpe, seguidos por una voz débil que pedía ayuda, la niña no tardo para buscar el origen de aquella voz apagada, miro la madera vieja y encontró una trampilla, busco algo con que abrir el cerrojo, pero termino por romperlo, al abrirla se llevó la sorpresa mas grande de su vida, un niño envuelto en cobijas, con un aspecto demacrado la miro con un hilo de esperanza, pero ahí no acababa la sorpresa, frente del pequeño que tenía casi su edad, habían no solo otros dos niños, si no que estos yacían en el piso frío, de tes pálida, ojos apagados y un edor único de puercos, estaban ahí, inmóviles, el pequeño débil levantó su mano callosa y ensangrentada

-Ayuda- suplico.

La pequeña no sabía si seguía dormida, pero el roce de sus dedos con aquel niño, fue lo que le aseguro que seguía completamente lúcida, la pequeña tomo una de sus cobijas, un pan y bajo hasta donde su nuevo amigo se encontraba

-Sacame- el pequeño rogó aún más débil, con su voz quebrada -esta no es mi casa, quiero irme, ese señor está loco- la pequeña lo vio una última vez antes de que el ding dong del reloj llenará toda la casa con su estruendoso sonido.

Se levantó dejando al pequeño con provisiones, cerró la trampilla y prometió volver, paso un día, dos, tres, 9 días, desde que la pequeña había visto a aquel niño de palido color, desde que robaba comido y se la daba al pequeño, 9 días en los que los cuerpos de los otros dos dejaron la trampilla sin rastro alguno, 9 días en los que la pequeña descubrió el porque del repudio de su abuelo, 9 días en los que escucho al pequeño hablar, corre en el momento que el reloj sonaba para más tarde recibir castigos tan fuertes y tan crueles como lo había sido siempre. Por la noche del noveno día, la pequeña bajo con vela en mano y una cobija en la otra, los zapatitos que su padre le había dado, y un osito de felpa que su madre le había hecho, bajo a escondidas hasta la trampilla, entro en ella y ayudo a su nuevo amigo.

-si queremos irnos, es ahora, tienes que correr- una petición un tanto difícil para un niño que lleva sentado demaciado tiempo.

Las piernas le temblaban, y la niña le dió un osito de felpa -mama dijo que cuando tenga miedo, o este en peligro, lo abracé, seria como abrazarla y ella siempre me ayudaría- su dulce voz susurraba mientras el pequeño admiraba al osito.

Comenzaron a caminar, pasaron por la estancia de armas de caza de su abuelo, pasaron por la cocina, y al llegar a la puerta un sonido los tomo por sopresa, el ding dong del reloj, se apresuraron a abrir la puerta, pero los pasos apresurados en la estancia de armas los hizo temblar, otro ding dong, y los pasos se acercaron a ello, un dong dong más, y la puerta se abrió, otro aún más fuerte, ding dong, resonó por la casa mientras los pequeños corrían al bosque, din dong, el sonido era estruendoso, aún cuando ya se habían alejado, uno más, ding dong, el reloj sonaba fuerte, alarmante claro y desesperado, casi tan desesperado como aquel hombre de renombre con acha en mano, casi tan desesperado como el niño que abrazaba a un osito mugriento y lleno de sangre, casi tan desesperado como el pequeño que corría entre los árboles, aquella noche el ding dong del reloj no seso, hasta que el hombre regreso, el pueblo no supo más de aquella dulce pequeña, pero los padres del pequeño no requirieron de dos explicaciones para alertar al pueblo, en el pueblo, el décimo día, una multitud molesta paseaba por el pueblo, un ding dong sonaba mas fuerte que la noche anterior, hasta que el hombre llacia ahorcado en un inmenso árbol.

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-Señorita, esa historia no me sirve para resolver el asesinato-

-oficial, con todo respeto, no creo que hayan hecho una revisión completa de la casa-

-pero me está contando una historia, un pueblo? Un hombre que se obsesiono a causa de la maldición de un reloj?-

-ya pues, mi bisabuelo me contó está historia, y le creo totalmente, en los últimos 66 años, han pasado asesinatos en esa casa, asesinatos horrendos-

-señorita, no se en que se supone que ande metida, pero dudo mucho que un reloj se haya encargado de esas muertes-

-no! Claro que no! El reloj es el medio, el espíritu por otra parte- dijo rebuscando en su bolso -explique esto- le mostró un osito de felpa ensangrentado -en mi familia, nadie tiene derecho a lavarlo, así lo decío- le señalo a un pequeño en una foto antigua con el mismo oso, el oficial la miro incrédulo, y para su buena suerte su celular sonó

-señor, encontramos rastros de posible ADN-

-bien- no se molestó en alejarse de la chica para contestar

-tenemos otra situación, debajo del comedor, hay un pequeño hueco, dos niños se encontraban ahí, y- el oficial miro a la chica que lo veía con ojos serios, como si lo que dijera la voz al otro lado de la línea no le impactará -señor? Me escucho?-

-ha? no repite lo último-

-señor los niños están muertos, los encontramos debajo del reloj antiguo que decora el comedor señor, no hay sobrevivientes y el asesino ha insistido que el reloj habla-

-lo pondré en el reporte- la llamada termino y el oficial miro a aquella jovencita

-el oso de felpa, dicen que quien lo tenga sobrevive al ding dong del reloj- la chica guardo el osito y la foto -por eso ha permanecido en mi familia por generaciónes- se levantó dispuesta a irse -la pequeña que salvó a mi bisabuelo, murió la noche en la que se separó del oso, talvez sea un protector?-

-hipoteticamente, que paso con la niña en su historia?-

-el abuelo escucho una voz del reloj por cada din dong, y la niña recibia un machetazo en la cabeza por cada uno de ellos, la mancha del oso, es de ella, no del pequeño, buenas noche oficial- la mujer se alejo, muy segura de lo que había declarado, y el oficial, talvez ya no sería tan incrédulo en la siguiente llamada

Un joven entro a la oficina -señor, encontramos reportes de los antiguos homicidios, todos dicen lo mismo "el reloj del comedor sigue insistiendo en que lo haga"-

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