Richard (no canon)

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Desperté a las seis, como cada mañana, para comenzar el día trotando. Pero casi desfallezco al verme en el espejo del baño, y mi rutina se ha arruinado.

Rejuvenecí.

Mi cabello es negro otra vez. Tengo muchas menos arrugas. Me siento más fuerte y estoy lleno de energía. No hay cicatrices en mi rostro. Y... lo mejor de todo es que ambos ojos están intactos.

No sé qué ocurrió. ¿Magia? Debo seguir soñando. De lo contrario, ¿qué haré? ¿Cómo explicaré algo como esto a Nathan o Henry?

—Henry —digo, al marcar su número. Incluso mi voz se oye diferente. Menos rasposa.

—Hola, Mayor —lo oigo bostezar—. Buenos días.

—¿Puedes venir?

—¿Ahora? Pero... aún es muy temprano. Ni siquiera me he levantado de la cama...

—Por favor, es urgente. Pasó algo muy... Te necesito.

—De acuerdo... —se oye preocupado—. Estaré allí en seguida.

Pasan veinte minutos, y es la segunda vez que Henry llama a la puerta, pero me asusta abrir.

—¡Mayor! ¡Vine lo más rápido que pude! ¡Abra, por favor! ¡En serio me preocupó su llamada!

—Promete que no vas a alterarte —digo, aún sin abrir.

—No diga algo como eso si no quiere que me altere.

—Desperté, y... ahora tengo una apariencia diferente.

—¿Le salió un grano?

Suspiro, y finalmente abro. Henry, al verme, agranda los ojos y retrocede.

—¿Quién eres? —dice.

—¡Soy yo! ¡Harold!

—Muy gracioso, Nathan. Debí sospecharlo desde que oí al mayor con un tono de voz distinto en la llamada.

—¿Qué? ¡Henry, no soy Nathan! ¡Te digo que desperté así! ¡No puedo explicarlo!

—¿Dónde está tu padre? —frunce el ceño.

—¿Crees que si fuera Nathan, Harold me contaría que la semana pasada hicimos el amor en tu oficina?

—¿Qué carajo? —se sonroja, y aprieta los puños—. Esto no es gracioso.

—¡Por supuesto que no lo es! ¡Mírame! ¿Quieres que te diga más para que me creas? ¿Quieres que llame a Nathan y compruebes que no soy él? ¿Quieres que me baje los pantalones y veas mi marca de nacimiento de la entrepierna? —comienzo a desabrocharme el cinturón.

—¡Espera! —sujeta mis manos, y me ve fijamente a los ojos—. ¿Mayor...?

—Sí... Henry, no sé qué pasó. Desperté con veinte años menos. Es... todo tan extraño. No sé qué hacer.

Decidimos ir a mi alcoba.

—Bien, primero... vamos a examinar un poco la situación. ¿Hiciste algo ayer fuera de lo normal? ¿Hallaste un objeto extraño? ¿Hablaste con alguien extraño? ¿Viste algo extraño?

—Quizá lo único distinto que hice fue ordenar comida china para la cena, y desvelarme viendo fotografías viejas.

—Bueno... generalmente los chinos son responsables de todo.

—No creo que media orden de chop suey haya causado esto.

—Bien. Entonces el universo estaba aburrido y quiso bromear contigo. ¿Qué edad se supone que tienes? ¿Mi edad, tal vez?

—A tu edad perdí el ojo. Soy más joven que tú, a pesar de no aparentarlo. —Me quito la camisa, buscando marcas que puedan darme una pista—. Creo que tengo la edad de Nathan. Esta marca me la hice a los treinta y cinco —señalo una en el abdomen—. Y arde un poco.

—Te ves más... grande.

—Oh... bueno... ¿recuerdas las fotos que te mostré de mí cuando joven? Antes me tomaba el ejercicio bastante en serio. Estuve a nada de inscribirme a competencias de fisicoculturismo. Supongo que no todo es malo. Me siento con más energía.

—Creo que me intimidas un poco más ahora.

—¿En serio? ¿Más que con el parche?

—Te ves un poco como... un bravucón.

—Pues... supongo que lo fui. Pero aún conservo mi mente y recuerdos. Soy el mismo en ese sentido.

—Es un alivio saberlo. Y... ¿qué hacemos ahora?

—Esperaba que tú me lo dijeras.

—Bueno... no creo que ir al doctor sirva de algo. Opino que si esto sucedió de repente, se acabará de repente. Quién sabe cuándo. Hay que poner un límite. Intentar sobrellevar lo mejor posible la situación en ese lapso, y, si las cosas siguen igual para cuando se acabe, preocuparnos en serio. Por mientras, disfrútalo. ¿Qué se siente volver a tener ambos ojos?

—Para serte sincero... cuando me vi al espejo casi se me salen las lágrimas. Todo es más nítido, y me siento mejor conmigo mismo. Verte ahora me hace darme cuenta de tu verdadera belleza —sonrío, y pretendo acercarme para besarlo, pero retrocede, alarmándome—. ¿Qué sucede?

—L-Lo siento, fue involuntario. Es que... no luces ahora como el hombre maduro del que me enamoré. Supongo que es cosa de acostumbrarme a esta versión de ti.

—Entiendo... —desvío la mirada.

No planeaba quedarme encerrado hasta esperar un milagro; es por eso que Henry y yo ideamos una cuartada. Mi nombre es Richard, y soy el sobrino de Harold, quien en este momento se encuentra de viaje por una emergencia familiar. Me pidió que cuidara de su hogar y mascotas en su ausencia.

—No quería traerte a un lugar donde la gente ya te conoce, y arriesgarte, pero nos hace falta un miembro en el equipo, y eres experto en el juego.

La escuela organiza un partido de baloncesto cada seis meses, entre profesores, con el fin de promover el deporte en los alumnos. Los ganadores se llevan un bono. Henry me hizo venir a la escuela porque un miembro de su equipo se enfermó, y quiere que tome su lugar. Una situación bastante conveniente, dado que ahora estoy en mejor forma.

—No te preocupes. ¿Me darás un uniforme?

Diez minutos más tarde, cambiado y con una actitud determinante, me planto frente a la cancha.

—¡¿Nathan?! —Gloria juega en el equipo contrario, y se lanza sobre mí—. ¿Cuándo llegaste? ¡Me da gusto verte!

—No no no, él no es Nathan. Su nombre es Richard. Es... sobrino del Mayor. Vino en su lugar mientras él está de viaje —le explica Henry.

Me da mucha vergüenza hablar con Gloria teniendo esta apariencia. Pienso que me reconocerá fácilmente. Trataré de mantenerme al margen con ella.

—Oh, es un placer entonces Ricky. Mi nombre es Gloria. Tu tío y yo somos muy buenos amigos. Sí que tu familia tiene grandes genes. Es increíble el parecido.

—S-Sí, es un placer...

—¡Comencemos ya! —exclama Henry, y tomamos nuestras posiciones; en seguida el árbitro pita, y el balón es arrojado al aire. Soy el primero en golpearlo, y comienza el juego.

Harold!!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora