El otro Derek

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—Volví a toparme al otro Derek —comento, acostándome junto a Henry. Él se acurruca en mi hombro.

—¿Está bien llamarlo «otro Derek»? —ríe.

—Tienes razón. Ya no conozco otro Derek vivo. Pero... ya me acostumbré al apodo.

—Bien, volvió a toparse con el otro Derek —retoma, acariciando mi pecho—. ¿Fue cuando recogió a Max?

—Sí. Ya recuerdo el nombre de sus nietos. Antonie y... Olvídalo —reímos—. George. Creo. Acordamos salir a beber mañana en la noche.

—¿Debería preocuparme?

—Está casado con una mujer. Además, tú sugeriste hacer amigos de mi edad. Creo que deberías alegrarte.

—Claro que estoy contento. Ojalá Derek sea un gran tipo. Y no alguien... anticuado.

—También pensé en eso. De todos modos, si las cosas no se dan, no importa. Ya habrán otros Derek. O Howard. Jamás he conocido un Howard.

Reímos, y unimos nuestros labios.

Es a las 08:00 p. m. del día siguiente que ingreso al pequeño bar donde acordé verme con Derek. Y, para mi sorpresa, ha llegado antes que yo. Finalmente encuentro a alguien puntual.

—Hola —saludo, y da un respingo. Estaba distraído reparando un reloj en la barra, con un mini kit de herramientas—. ¿Te hice esperar mucho? —tomo asiento a su lado.

—Oh, no, yo... Hola, Harold. Estaba teniendo un poco de intimidad con el reloj de mi cuñado; ya sabes.

Reímos.

—¿Qué le pasa?

—Sólo le cambiaba la batería —recoge las cosas, y guarda todo en su saco—. Te ordené una bebida. No sé qué podría gustarte. Pedí dos piñas coladas.

—Piña colada está bien —sonrío—. Aunque últimamente me he obsesionado con los mojitos.

—Yo soy simple, y lo usual es que tome cerveza. Pero mi cuerpo y mi esposa me ordenan que pare.

Río.

—¿Cómo es ella? —pregunto.

—Se llama María. Es bastante torpe. Siempre se tropieza, olvida cosas o choca con las personas por estar distraída. Irónicamente es muy inteligente. Tiene incluso un doctorado en química orgánica o algo así. Trabajaba en un laboratorio, pero tuvo que jubilarse antes de tiempo por un accidente. Chocó el auto y... bueno, le dejó secuelas. Ya no puede hacer sus experimentos.

—Es una lástima. ¿Cómo está ahora?

—Ahora se dedica a la jardinería. Es muy buena en eso. Tiene pensado abrir un vivero. También cuida a los niños mientras nuestros hijos trabajan y yo atiendo la relojería. Es un encanto.

—Qué lindo —sonrío—. ¿Ya vende plantas? Podría llevar a mi niña a comprar algunas. También le gusta la jardinería. Y a mí no me vendría mal un par de helechos.

—¡Sí! Te anotaré la dirección —hurga en su saco.

—Te di mi número ayer. Puedes enviármela por mensaje.

—Cierto —ríe, y finalmente llegan nuestras bebidas—. ¿Qué hay de tu esposa? ¿Novia? Mencionaste que tenías hijastros.

—Tengo un hijo de sangre también. Tiene treinta y... Va a cumplir treinta y seis, creo. No fuimos muy unidos al principio, pero ahora lo intentamos y las cosas marchan de maravilla. Vive en Colorado.

—Lindo lugar.

—Es hijo de mi exesposa Cindy. Una mujer encantadora. Lista también. Nos divorciamos cuando Nathan era muy pequeño porque... bueno, dado mi trabajo era un esposo y padre ausente. Y le fui infiel.

Harold!!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora