Tercera edad

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—¿Qué sucede? —pregunta Henry, al verme hacer una mueca mientras me quejo.

—Un calambre en la pierna —agacho la cabeza, y aprieto mi muslo.

Estoy encima de él. Ambos desnudos.

—¿Ahora? ¿En serio? —Henry se incorpora.
—Duele mucho —mi ojo se vuelven cristalino. Jamás había sentido algo así. Termino acostándome a su lado, en posición fetal.

—¡Dios, ¿qué se supone que haga?! ¡V-Vamos a un hospital! No. Qué idiota. ¡Que un doctor venga!

—Espera... —comienzo a relajar mis músculos cuando siento cómo se disipa el dolor—. Ya... Ya pasó... —suspiro—. No sé qué fue eso —me incorporo—. Lo siento.

—¿Lo siente? Casi se echa a llorar por el dolor. Me preocupé mucho. ¡Debe ir a que lo revisen!

—Sí, supongo.... Quizá me lesioné o... me entró aire en algún músculo. O quizá es normal durante el sexo. Me ha pasado otras veces. Pero nunca tan fuerte.

—Quizá es... ¿la edad?

—No digas eso o voy a llorar.

—Lo siento —ríe—. Vamos, es normal sentir de a poco los estragos de la edad. A mí me cuesta agacharme por la ciática.

Permanezco sentado y pensativo.

—¿Sabes? —digo—. Cuando llegó el momento de revisarme la próstata, lo pospuse demasiado. Yo no soy así. Fui hasta hace cuatro meses.

—¿Cuatro meses? ¿No se supone que pudo desde...?

—A partir de los cuarenta.

—¿Por qué lo pospuso tanto tiempo? ¿Le daba miedo que un señor desconocido metiera los dedos en su ano?

—Puede que no lo aparente, pero sí me asusta envejecer. Más. Tengo canas desde los quince. Antes me teñía el cabello. No te burles. No lo veía mal ni afeminado porque Elvis lo hacía. Dejé de hacerlo cuando entré al Ejército.

»Estos últimos años he notado cambios sustanciales. Mi cuerpo no da para mucho. No es lo mismo que antes, quiero decir.

—¡Tiene una gran condición física! No puedo seguirle el ritmo cuando vamos a correr, y se agacha más que yo.

—Antes levantaba pesas, practicaba boxeo o algún otro deporte. Era grande. Ahora estoy todo flacucho y sólo corro o hago lagartijas de vez en cuando... —me llevo ambas manos al rostro—. Olvido cosas, Henry. Yo no soy así. El otro día me levanté tarde. ¡A las 9! Suelo ganarle a la alarma. Yo...

—Harold —Henry sujeta mi mano. Parece que me alteré—. Cálmate. ¿Realmente la edad es responsable de todo esto?

—¿Qué quieres decir?

—Fue soldado. Aún lo es, mas bien. Y es un hombre disciplinado po-por naturaleza. Sumando todo a la presión en su hogar siendo pequeño, o cuando estaba casado y se descubrió a sí mismo. Tantos años reprimido y tratando de superarse. No tiene que ser perfecto. No tiene que levantarse diario a las seis. No tiene que hacer ejercicio todo el tiempo. No tiene por qué estresarse por no tener todo bajo control. Ni siquiera su inevitable envejecimiento. Creo que de eso se trata envejecer; de relajarse. Es su momento para ponerse cómodo y aguardar por las sorpresas que le depare la vida —rodea mis hombros—. Desde que se jubiló sólo ha estado tenso.

»Además, la edad le sienta bien. Sigue siendo más joven que la mayoría. Lo digo en serio. Tiene energía de sobra.

—Soy mayor que la mayoría de gente que conozco. Sobretodo de ti. A veces pienso en la diferencia de edad entre ambos. En si está bien eso.

Harold!!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora