Capítulo XI. Difícil de olvidar

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«Despertaba como un día cualquiera. Era extraño, me costaba abrir los ojos, sentía una extraña pesadez. Veía todo nublado. Era un extraño deja vu. ¿Qué sucedía? Estaba débil. ¿Por qué esto me resultaba tan familiar? Oí su voz. «Gary». Distinguí su silueta. «¡Doctor!», gritó. ¿Por qué llamaba al doctor? Me abrazó de pronto; su voz era quebradiza y parecía llorar. Lo apartaron de golpe. El médico comenzó a revisarme, pero, ¿por qué?, ¿qué había sucedido? Recordé. Me toque el cuello, había unas pequeñas cicatrices. Entonces...No, ¿pero si era cierto? Dirigí la vista hacia él, Larry esquivó la mirada; entonces comprendí. La respiración se me aceleraba. «Tranquilícese», oí al doctor. Un ataque nervioso. Tenía un montón de cosas en mente, no quería creerlo, pero ¡cómo negarlo!, cómo».

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«Pasaron algunas semanas antes de darme el alta. Aquella debilidad aún me aquejaba. Me hicieron algunos estudios, esperando no tenga algún daño interno. El resultado fue favorable, pero no del todo, hubo un problema: Larry.

»Fue difícil conversar con él; casi no hablaba y se ponía evasivo si tocábamos el tema de esa noche. Intentaba decirle que no era su culpa, que ya pasaría, pero ni yo podía creerme mis palabras. Todo empeoraba cuando Larry intentaba acercarse; comenzaba a temblar y retrocedía, él me miraba atónito, no le agradaba aquella reacción; ¿qué me sucedía?

»Me esforzaba por poder entablar de nuevo una relación con Larry, pero cada que lo intentaba era lo mismo; el estremecimiento, mi reacción defensiva; lo hacía sentir aun peor.

»Me percataba de sus esfuerzos para no mostrar lo destrozado que se encontraba por dentro, lo notaba indefenso con mi actitud. Se quedó a dormir todas las noches hasta el día del alta. Ver su silueta en la penumbra me traía malos recuerdos, formulando tontas preguntas como por qué lo hiciste, sabia la causa, él sólo era otra víctima de lo acontecido. Y pensaba en la poca sinceridad de mis palabras, cada que le hablaba me sentía como un hipócrita. La asfixia, esos ojos sin alma, ahora llenos de culpa; y pese a ello ha continuado estando a mi lado. «No ha querido apartarse de usted hasta que despierte», me dijo una enfermera.

»Consulté con el médico sobre esto. «Es un posible trauma por lo ocurrido», dijo. «Es mejor que fueran a un psicólogo».

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«Volvíamos al departamento; quien nos viera pensaría que éramos un par de desconocidos que seguía un mismo camino. Había mucha distancia entre nosotros; Larry dejó que fuera por delante. Ni una palabra. A veces miraba de reojo. Me seguía cabizbajo. Recién comencé a notar el desastre en que se había convertido. La ropa sucia, su mala higiene, el rostro demacrado. Odiaba verlo así, él nunca se hubiera permitido verse de ese modo.

»No fue mejor cuando llegamos. El lugar era un desastre, el polvo había llenado las habitaciones, la ropa tirada por doquier, no había comida en el refrigerador. Una extraña sensación de soledad, como si todo estuviera muerto. «Hay que ordenar el lugar», dije intentando disimular mi asombro. Asintió sin más. Pasamos el resto del día limpiando el lugar.

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««Ya es hora de dormir. Tu quédate acá, me iré al sofá», dijo. Quise detenerle. «No hace falta —respondió—, necesitas tu espacio». «Larry no pienses que te echo la culpa —me precipité en hablar—, tampoco es que te guarde rencor, es sólo...». No pude completar la frase. «Te entiendo», dijo, y se marchó.

»El mismo error de nuevo, cuántas veces más tenía que repetir esto. Me eche en la cama, meditándolo, deseaba ir con Larry y hacerle comprender mis palabras, pero ya sabía el resultado.

»A pesar de la estrechez de la cama, esta se notaba demasiado amplia para uno solo; era el mismo lecho en que nos dimos modos para no dormir incómodos, evitando movernos demasiado para no botar sin querer al otro al piso. Sí, era esta misma cama donde sus ronquidos me negaban el sueño; el mismo donde Larry se enfurruñaba por las migas de galletas que quedaban de algún bocadillo nocturno que comía.

»Que patética nostalgia, pero sin embargo dolía por dentro.

»Y pensar que algún tiempo me acostumbré a aquella soledad, esa sensación de vacío que pensé nunca volver sentir desde aquella vez:

»Éramos una pequeña familia; mamá y papá vinieron de una ciudad lejana hasta aquel pueblito, mucho antes de que yo naciera. Era un lugar particular, todos los que habitábamos éramos lobos; por eso me sorprendiera cuando veía pasar a algún animal diferente que venía por el lugar; preguntando que era quien o aquel, una oveja, un rinoceronte, un tigre, me respondían cariñosamente viendo mi ingenuidad.

»Y me contaron de otros lugares, ciudades y pueblos habitados por diferentes animales, ¿era aquello posible?, me preguntaba, podía imaginarme en mi inocencia lo asombroso que era una ciudad, y entonces me prometí visitar alguna cuando fuera grande. Y cuando les preguntaba del lugar de donde vinieron, evadían la pregunta con el ya te lo diremos cuando tengas edad suficiente, nunca lo hicieron.

»Los años pasaron, y había llegado el momento de tomar un rumbo en la vida. Estaba indeciso, en realidad no tenía nada planeado, ningún interés particular en seguir alguna carrera, sólo quería quedarme a vivir con mis padres y continuar el trabajo familiar de la huerta, que año tras año, requería mayor esfuerzo de todos. Pero tenía miedo de decirles aquello, y opté por darme un tiempo para pensar bien las cosas, un año exactamente. Un año que no olvidaría.

»Todo empezó con un pequeño resfriado, que acabó en una fuerte fiebre que derrumbó a uno de nuestros vecinos, no dimos más importancia que lo debido, dando nuestro apoyo para que se recuperase, pero en poco más de una semana, aquel mal afectó a toda su familia.

»Pensaríamos que se tratara de algo aislado, pero el temor vino cuando demás hogares fueron afectados, la enfermedad tocaba de puerta en puerta, y antes que pudiéramos hacer algo, ya había ingresado en nuestra casa.

»Fui el primero en caer enfermo, aquel mal debilitó rápidamente mi cuerpo; ardía en fiebre, viendo y escuchando extrañas imágenes y sonidos, hasta quedar inmovilizado en la cama, apenas reconociendo la voz de mis padres en medio de todo los delirios, y que, sin saber cuándo, acabe inconsciente.

»Al despertarme, tenía la sensación de haber pasado un mal sueño, la fiebre había desaparecido, pero no así la debilidad, aún aturdido, me disponía a buscar a mamá. Pero me encontré con mi vecino, ¿qué hacia él mi casa? Sorprendido al verme, me ayudó a sentarme. Fui directo y pregunté por mis padres, parecía que no me oyera, repetí la pregunta, sólo silencio. Respiró profundo, puso una mano en mi hombro y dijo con voz paternal: tienes que ser fuerte. Eso fue suficiente para adivinarlo, pero como negando a la realidad hice la pregunta, y me respondió con aquello que un hijo no quiere oír: Están muertos.

»Sentí desfallecer, me negué a creerlo, quería comprobarlo con mis propios ojos. Pero me fue prohibido, hace más de una semana desde su fallecimiento. Me era incoherente todo, estaban sanos, en perfecto estado de salud cuando enfermé, sólo tomé un pequeño descanso, semanas, si es cierto, fueron varias semanas que quedé así, pero por qué ellos, como era posible qué... Aún duele recordarlo, no pude dejar de llorar cuando vi sus nombres inscritos en aquellas lápidas.

»La soledad invadió aquella casa, todo demasiado grande, vacío, silencioso, sólo quería dormir y no despertarme nunca.

»Pasarían años hasta que espabilara y decidiera recomenzar mi vida; recordaba mis deseos de cachorro de ver las grandes ciudades, hubo una que siempre me llamó la atención: Zootopia. Hice todos los preparativos para emprender el viaje y empezar desde cero. Nadie se enteraría de lo sucedido. No quería se me tuviera lástima, que me vieran como un pobre animal indefenso a quien socorrer, ¡eso nunca! Iba a demostrarles que estaba vivo, que tenia deseos de vivir.

»Larry es el único a quien le he contado esto, y ¿es así como le trato?, no quiero perderlo también a él, no me lo perdonaría, pero que rabia no poder encontrar las palabras adecuadas para hacerle saber que no lo odio, que no es su culpa, que yo... que yo..., maldita sea, estoy comenzando a llorar.

Gary y Larry. UN NUEVO DILEMA EN ZOOTOPIA #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora