Capítulo III. Un día en familia

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—¿Pensé que ya no vendrías?

—Hubo problemas en la carretera.

—¿Algún accidente?

—No, un árbol caído; tuvimos que esperar un buen rato.

—Lo bueno es que llegaste sano y salvo.

—Vamos ma, no es para tanto.

—¡Y cómo no he de preocuparme!, con las cosas que suceden estos días.

—Tómalo con calma, no hace falta exagerar.

—Cómo no. ¿Y lo sucedido con lo del alcalde en el psiquiátrico?

—Te lo expliqué esa vez, no me  hagas repetírtelo.

—Ya decía yo que esas ideas que te metió tu abuelo no te harían bien. Y pensar que escogerías un trabajo menos riesgoso.

—A ti y a papá nada les complace, pensé que estarían contentos cuando les dije que cambié de profesión.

—Pero no deja de ser menos peligroso que ser policía.

—Claro que no. Por cierto, ¿dónde está papá?

—En la sala con Fred.

—¿Y Ernesto no ha llegado?

—Llamó hace poco, anda ocupado en un viaje de negocios.

—Es una lástima.

—Sí, el pobre ha estado tan ocupado.

—Espero no sea una excusa para no venir.

—No hables así de tu hermano; mejor ve a saludar a tu padre.

Entrando a la sala, lo encuentra a él y su hermano, sentados frente a frente.

—Te tardaste esta vez —le dice al poco de verlo.

—Un pequeño percance, pero ya estoy acá

—¿Y qué esperas para darle un abrazo a tu padre?

Se abrazan. Saluda a Fred, se sienta a su lado y charlan. La madre les trae unos refrescos y les acompaña en la conversación. Ambos padres ven cómo han cambiado sus hijos. «Ojalá estuvieran los tres», piensa papá. La plática se centra en el miembro ausente.

—Ya tiene familia a quien mantener —dice Fred.

—No es excusa para no venir —reprocha Larry.

—Con tantas bocas que alimentar, apenas le queda tiempo.

—Bien podían venirse con todos.

—Tal vez no quiera incomodarnos, tu qué crees pa.

—Qué vendrá cuando tenga tiempo, después de todo, no enseñé a ningún hijo mío a ser un ingrato.

—Además ya se acerca el cumpleaños del pequeño George —menciona la madre—, seguro se lo prepara algo especial.

—Mientras recuerde invitarnos a su fiesta —comenta Larry.

—Él sabrá de su vida —reprocha el padre—, además no entiendo ese odio a tu hermano.

—Ningún odio, es sólo, que me molesta que no pudiera venir, como si no le importáramos.

—También quisiéramos que estuviera aquí, pero él no es como tú y tu hermano.

—Larry si tuvieras una familia hecha, sabrías lo complicado que es —dice Fred.

—No veo que haya sido complicado para ti.

Gary y Larry. UN NUEVO DILEMA EN ZOOTOPIA #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora