–¿Se han enterado ya de lo ocurrido en el castillo?–¿Sobre la reina intentando seducir a la comandante y el rey volviéndose loco?
– Sí, yo he oído que la reina la engañó para que fuese a su cuarto y se le echó encima desnuda.
–A mí, un soldado me ha confirmado que el rey ha mandado a la comandante al calabozo. Y la reina está encerrada en su cuarto, negándose a comer hasta que la suelten.
– Yo he oído a los sirvientes del castillo. Dicen, que él mismo las descubrió desnudas y desde entonces se la pasa gritando al cuadro de su difunto padre. Temen que esté perdiendo la cabeza.
–Y no es para menos. En mi caso, no me importaría que la comandante disfrutara de mi mujer, incluso creo qué sería un honor, pero para el rey, joder… debió haberle pegado derechito en su ego. ¡Es el rey!
–¿Pero qué dicen? ¡Todo ha sido a causa de la princesa!... Me enteré que quería huir con un tipo y cuando el rey se enteró, no le hizo ninguna gracia porque era un sirviente.
–¡Oh, es verdad! Yo también escuché eso. Dicen que la comandante estaba defendiendo que la princesa fuese feliz con quien quisiera y entre tanto caos, la princesa salió herida de gravedad.
– Hay quien dice, que no fue un accidente, que la apuñaló queriendo, que tenía a su hija apalabrada con un viejo noble.
– No es así, a mí me han asegurado que con quien quería fugarse la princesa era noble, pero una chica. Por eso echó las culpas a la comandante, que ella había sido la mala influencia. ¡Vaya doble moralidad del Rey! ¡Ha dejado que sus dos sobrinas se "casen", pero cuando se trata de su propia hija, arremete.
–¡Por los cielos!... La princesa está herida, el rey enloquecido y nuestra comandante encerrada, ¿Es que la familia real se ha vuelto loca?
Tras la aparición del mensajero en el recinto que su madre le regaló para disfrutar de su luna de miel, a Aniel solo le tomó un par de horas llegar a Findea. No habían transcurrido veinticuatro horas desde lo sucedido y todo el pueblo ya se encontraba inventando historias, especulando, hablando de su madre, escupiendo mentiras sobrecargadas que empezaban a derrumbar su paciencia. Porque nada de eso era verdad, ni siquiera aquella inverosímil historia que su hermano había mandado a contarle. Erisbel Edervan no podía haber sido derrotada.
Sin embargo, cuando los guardias abrieron la celda al distinguir su presencia, sintió la rabia inundarle al observar la realidad. Su hermano, Eniel, se encontraba ahí adentro, curando lo que parecía una larga herida en la comandante. Tenía el cabello revuelto, las botas sucias, un semblante cansado y sangre adherida por todos lados. La había visto tantas veces de esa manera tras cada batalla, pero ni en sus más terribles pesadillas creyó ver a su madre en aquella situación dentro del castillo que era su hogar, haciéndola sentir terriblemente impotente. Sentimiento que odiaba de sobre manera.
–¡¿Por qué has permitido que te hicieran esto, madre?! -exigió con brusquedad. Con el ceño fruncido, las manos hechas puños y los dientes apretados.
Todo movimiento se detuvo y el silencio reinó. Eniel la miró pasmado, pero solo cuando los orbes color ámbar se posaron sobre ella, cayó en cuenta de lo irrespetuosa que había sido. ¿Cómo se había atrevido a gritarle a su madre, a su salvadora, a su comandante?... Se mordió el labio inferior con fuerza y bajó la mirada totalmente avergonzada. Dispuesta a recibir cualquier castigo.
–¿Qué estás haciendo aquí Aniel?
–Creí que…
–Yo le he informado, madre -confesó el joven general. –¿He hecho mal?

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¡En su nombre!
RandomEl ingenuo rey Docres no tiene idea del oscuro secreto que comparten las dos mujeres que más ama e idólatra en su vida... Y descubrirlo generaria un daño irreparable. No solo para él, sino también para todo el reino de Findea.