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MILO CLARKE ERA UN LÍO DE NERVIOS. La hora de la comida había llegado y, por ende, su plan de conquista a Harry Potter también. Durante las vacaciones había planeado todo el día de hoy.
Su mejor amiga, Luna, lo apoyaba en todo momento, pues ella lo ayudó mucho con la preparación de su plan.
—Ya, Milo, no estés tan nervioso —lo vió desde la esquina en que se encontraba. El chico daba vueltas por toda la habitación.
—Bueno, para ti es fácil, tú ya has hablado con él e incluso le caíste bien —se cruzó de brazos.
—Tú también has hablado con él —le recordó.
—Que me pida guardar silencio cuando leo en bajito, no es hablar —rodó los ojos. Luna le extendió una caja rectangular dorada, adornada con un listón rosa.
—¿Recuerdas lo que dirás? —Milo asintió con orgullo.
—Sí —tomó aire y dijo:— "Hola, Harry, mi nombre es Milo, soy de Ravenclaw y espero podamos ser muy buenos amigos. Es para ti" y después de eso le sonrió mostrando mis encantadores colmillos y le entrego la caja.
—Perfecto —Luna aplaudió—. Andando.
Salieron de la torre Ravenclaw, con dirección al Gran Comedor.
Milo repasaba una y otra vez sus líneas, teniendo miedo de que le ganaran los nervios y olvidara todo por completo. Iba tan hundido en sus pensamientos que ni siquiera se dió cuenta de que ya habían llegado al lugar, no hasta que Luna lo volteó para verlo a la cara.
—No dejes que los nervios te ganen —colocó sus manos en los hombros de Clarke—. Ahora ve por tu hombre —le animó, besando castamente sus mejillas y dándole un empujón.
Milo caminaba por lo largo de la mesa de los leones, quiénes se preguntaban: ¿Qué hacía el raro de Milo Clarke allí?
El Ravenclaw murmuraba sus líneas, tratando de no olvidar nada. Cuando estuvo junto a Potter iba a hablar, pero él se le adelantó.
—Hola —saludó— ¿Necesitas algo, Milo? —preguntó amablemente. El muchacho quedó en blanco al oír su nombre provenir de aquella melodiosa voz.
—Para ti —entregó en manos del de gafas la caja antes de salir corriendo a su mesa.
—¡Gracias! —gritó Harry, tratando de que el Ravenclaw lo escuchara.
Milo se sentó al lado de Luna en la mesa de las águilas, sintiendo todas las miradas sobre él.
—Lo hiciste bien —Milo negó cabizbajo, sirviéndose de la bandeja recién desocupada por Cho Chang.
—Fuiste valiente al hacer eso, yo nunca me hubiera atrevido, o por lo menos no frente a todo Hogwarts —le animó Cho.
—Gracias —susurró, comenzando a comer.
En la mesa de Gryffindor, Harry miraba algo extrañado el paquete frente a él. Ya lo había abierto, no sabía la razón de esos pastelillos, pero sin duda se veían deliciosos. A punto de probar uno, Hermione lo detuvo.
—¡Espera, Harry! —bajó el pastelillo—, eso podría contener amortentia —le dijo preocupada. Ron soltó una estrenduosa carcajada.
—Si, claro. Si Milo Clarke quiere envenenar a Harry, entonces yo soy el mago más adinerado del mundo mágico —habló con sarcasmo.
—Uno nunca sabe las intenciones de las personas —defendió Granger.
—Pero es Clarke, Hermione, el chico que sobrepasa tus calificaciones, el chico que de grande quiere ser ministro, el favorito de todos los maestros y quién en tercer año casi muere por un nueve en Herbología —dijo con obviedad, y cuándo lo decía así, Hermione se sentía tonta por dudar.
—Es verdad. Si puedes probarlo, Harry.
El azabache dió un mordisco y sus ojos se iluminaron para seguir comiendo.
—¡Es lo megor qfe he profabdo en mi vida! —tenía la boca llena de aquél postre.
—No te creo —Ron tomó uno y se lo llevó a la boca. Unos segundos después también habló—. ¡Eds lo mash deliciofo!
—¿Puedo tomar uno? —preguntó Hermione a Harry, pues eran de él, el chico asintió y murmuró algo parecido a "pero solo uno". Lo probó y de inmediato su cara se llenó de alegría—. ¡Ustedes no exageraban, ésto es una maravilla!
Y era verdad. Milo tenía un don inigualable en la cocina y juntando eso con la ayuda de los elfos (quiénes apreciaban a Milo por sus recurrentes visitas a las cocinas), los pastelillos sabor fresa parecían ser irreales.
Un paso más cerca de su propósito.
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