Capítulo 6: "Tenemos que irnos"

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Mar POV

Entrenar siempre había sido parte de mi rutina. Mis padres estaban tan preocupados por los ataques del grupo purista, que se aseguraron de que pudiera defenderme sola, si es que ellos no estaban cerca. Cuando vivía aún en Pamplona, a veces se me unía Regina, pero eventualmente siguió los pasos de mi padre y prefería estar con la parte erudita de los Strega.

Tener una amiga para entrenar me estaba gustando más de lo que pretendía. Golpear un saco de arena es divertido, pero golpear a una persona real, de carne y hueso, es el doble de divertido.

—Joder, no se para que te dije que si a esto —dijo Amaia acostada en el piso, la cara tan roja que parecía que en cualquier momento le iba a explotar y gotas de sudor por todo el cuerpo.

—Se supone que tendrías que estar acostumbrada ya —le pase una botella de agua—. Llevamos más de un mes entrenado para que sepas pelear.

—Jamás me acostumbraré, debes saberlo y aceptarlo Mar.

—Y eso que aún no combinó los movimientos de pelea con la magia —me senté junto a ella con mi propia botella de agua en la mano.

Estudio la universidad, eso se traduce a que no tengo mucho tiempo libre y el poco que tenia lo usaba para dormir o ver series. Pero no me arrepiento de pasarlo con Amaia. Había algo en ella que me hacía sentir tranquila. Además sabía que ella necesitaba de mí, para poder descifrar su nueva naturaleza y también estaba el pequeño detalle de que tenía un crush con ella.

—¿Quieres que te lleve a casa? —pregunté con la ilusión de una respuesta positiva.

Aunque a veces María venía por ella, yo siempre tenía ganas de llevarla en la parte trasera de mi moto. Sentir sus brazos alrededor de mi cintura durante todo el trayecto. Uff gracias Dios por hacerme una lesbiana con moto.

—Sip —salimos del gimnasio y su teléfono empezó a sonar—. Hola ¿Eh?... Si aquí está... Bueno —la rubia me pasó su teléfono, en la pantalla ponía "Aa mamá"

—¿Qué? —no sabía que hacer, ¿era para mí? ¿quería que fingiera ser alguien? ¿solo sostenerlo?

—Mi mamá quiere hablar contigo —me aclaró, igual de confundida que yo.

Pues resulta que si le caigo bien a mi suegrita.

—Si, diga —respondí el teléfono.

—Martina —la voz de Teresa sonaba apurada como si estuviese corriendo—. Necesito que saques a Amaia de la ciudad, ahora mismo.

— ¿Sacarla de la ciudad? ¿A donde? —escuché por el teléfono cristales rompiéndose.

—Sabemos que eres Strega. Los cazadores están buscando a Amaia. Tienes que llevártela, Javier y yo estamos ganando tiempo para que puedan... — se escuchó un estruendo más grande — ... Ir al piso y recoger algunas cosas, dense prisa —colgó.

Sentí que mi alma abandonaba mi cuerpo y regresaba enseguida.

—Amaia, tenemos que irnos a tu casa ya —encendí la moto a toda prisa. Sentí el golpe de adrenalina al instante.

—¿Le pasó algo a mis papás? —pregunto con temor.

—Es urgente Amaia, ¡súbete! —grite.

Ambas nos pusimos los cascos y maneje hasta el piso de la rubia. Baje primero que ella mirando a todos lados por si nos estaban vigilando. Tome de la mano a la rubia y subimos deprisa los escalones.

—Mar ¿que está pasando? —la rubia entró al piso.

—Tenemos que irnos —dije entrando a su habitación. Saqué una bolsa de deporte y empecé a meter ropa en ella.

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