La vida de Amaia, hasta hace poco, era normal. Su experiencia más intensa fue mudarse a Madrid.
Martina le abre la puerta a un nuevo mundo, al que estuvo atada todo este tiempo, sin darse cuenta. Un mundo donde la magia existe.
Los Stregas han vivid...
El auto estaba en silencio total. Yo tenía los ojos puestos en el camino. Farah tenía la mirada perdida en la oscuridad detrás de la ventana. Amaia seguía dormida, junto a Lexa, en los asientos de atrás.
Creo que estábamos procesando lo que acabábamos de ver.
El momento exacto en el cual Amaia cayó al suelo seguía repitiendo en mi cabeza una y otra vez.
¿Cómo era posible que ella...?
Ahora tenía sentido que los cazadores la buscaran con tanto empeño. Jamás habían enviado a tantos por solo una persona, la cual únicamente entiende lo básico sobre los Stregas.
Farah seguía en shock. Ella Había sido la única que vio todo con lujo de detalle. Yo tenía lagunas de lo sucedido, porque ni siquiera podía mantenerme en pie después de los golpes.
Todos los que conocen a Farah sabían que era físicamente imposible para ella estar callada más de cinco minutos. No había soltado ni una palabra en una hora.
Escucho ruido atrás y veo a Amaia entrecerrando los ojos. Se veía desorientada, como si no se acordara lo que hizo antes de que la cargara al auto.
—¿Te duele algo? —pregunté pasándole una botella de agua.
Se incorporó en el asiento y me miro por el retrovisor. Tenía algunos mechones de cabello desordenados y los ojos irritados.
—¿Realmente pasó? —susurró.
—Si Amaia —le respondí mirando al retrovisor.
—¿Es algo normal que hacen los Stregas o me debo preocupar? —preguntó masajeándose la sien—. Me va a estallar la cabeza.
—Definitivamente no podemos hacer eso —dijo Farah, con la mirada perdida en la ventana—. Al menos no desde un siglo atrás.
Al fin vi las luces de mi casa iluminando la oscuridad en el horizonte. Era un terreno bastante grande a las afueras de Pamplona, rodeado por grandes muros, que impedían ver cualquier cosa dentro de la propiedad. El portón era de acero y se veía bastante imponente desde afuera.
—Llegamos —les avisé, aunque Farah ya lo sabía.
—¿Por qué no me habías dicho que eras millonaria? —pregunto Amaia deslumbrada por los muros gigantes con reflectores que te cegaban la vista.
—No lo soy —reí—. No es lo que parece.
Pare el auto enfrente del portón, no paso ni un minuto cuando escuche el chirrido del acero deslizándose.
Al entrar, lo primero que se veía era el pequeño edificio de vigilancia, ahí también se planificaban misiones y se debatían horarios de guardias.
Lo siguiente era otro pequeño salón donde hacían las juntas y se podían comunicar con otros Stregas por todo el mundo.
Y ocupando otro espacio, cinco casas donde vivíamos cinco familias, las cuales son amigos desde la infancia de mis padres o se habían hecho amigos peleando junto a ellos en la rebelión.
Deje el auto enfrente de nuestra casa.
Bajamos las maletas y las guie al interior de la casa. Todas las había diseñado mi tío Arnold, eran casas sustentables y amigables con el medio ambiente. La mayoría de los Stregas también son veganos. Yo no pude serlo completamente, pero soy vegetariana.
Las luces estaban prendidas. Seguramente mi papá estaba en su estudio, al igual que mi hermana.
Amaia y Farah se acomodaron en el sofá, mientras yo iba a avisar a mi papá que estábamos en casa.
—Papá —toque la puerta, aunque ya estaba adentro igualmente— Perdón por no avisar que veníamos. Espero que tengáis comida para tres más.
Levanto la mirada de su libro y saltó de su asiento en cuanto me vio.
— Martina ¿Qué pasó?—me tomó de los hombros inspeccionando mi cara, con rastros de sangre por la pelea.
—¿Si te digo que me caí me creerías?
—Vamos con tu madre —me tomó de la mano para llevarme fuera del estudio—. ¿Quién te hizo esto?
—Los cazadores atacaron campamento de Pepe —expliqué—. Salimos antes de que nos atraparan, pero hubo percances.
Cuando llegamos a la sala de estar, vi a Farah mirando fijamente a Amaia, como si la estuviera examinando.
—¿No serás un viajero del tiempo? —preguntó seguido de tocarle un brazo con su dedo índice.
—¿Y se supone que viaje desde bebé? —le respondió Amaia sin encontrar lógica.
—Tus padres también podrían ser viajeros del tiempo —debatió Farah.
—Farah —mi papá se acercó a saludar a mi amiga—. ¿Tus hermanos se quedaron?
—Sí, llamaron hace un rato —saco su teléfono satelital—. Solo algunas heridas superficiales.
—Papá —lo llamé—. Ella es Amaia, es una amiga de Madrid.
—Un gusto conocerte Amaia —mi padre le dio la mano—. Bienvenida a nuestro hogar.
Fuimos a la enfermería donde estaba mi mamá, no pasé ni siquiera la puerta cuando ya me estaba revisando las heridas.
—¡Martina, ni siquiera te lavaste las heridas con agua! —me recriminó—. Siéntate para que te limpie.
—Mamá, ella es Amaia —dije haciéndola ver que había más personas en la habitación además de mí.
Su expresión de preocupación se trasformó a una de sorpresa, al notar la presencia de Amaia.
—Perdón —se acercó a darle dos besos a ambas chicas—. En cuanto vi a mi hija con sangre, ya no vi nada más
—¿Quién me va a explicar cómo llegaron aquí sin avisar, con heridas y además en un coche de no sé quien? —Mi madre limpia mi herida con gasas.
—Es mi culpa —respondió la rubia.
La miré severamente, ¿esperaba que la dejara a su suerte así nada más? Después de todo lo que pasamos, ya debería saber que en mi mente no existía otra opción más que ayudarla. Cada decisión fue mía, sabía las consecuencias y las acepté.
—No lo es —le aclaré a mi madre—. Los cazadores estuvieron detrás de nosotros desde Madrid.
—Detrás de mí —me interrumpió Amaia—. Han estado persiguiéndome desde hace meses.
— Vamos a cenar —dijo mi madre terminando de limpiar mis heridas—. Después vamos a hablar largo y tendido de todo.
—¿Ya vamos a cenar? —mi hermana mayor se asomó por la puerta—. Mar, ¿qué haces aquí? ¿No llegabas después del campamento?
—Hay muchas cosas por contar.
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¿Cuál es su primera opinión de la familia de Mar?
¿Opiniones de las nuevas habilidades de Amaia?
¿Personaje favorito hasta ahora?
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