Capítulo 13: "Albures"

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POV Mar.

Habíamos llegado al Puerto de Veracruz, pero aún nos faltaban un par de horas para llegar a donde vivía la familia de Farah. Su primo, José Luis, se había ofrecido a venir por nosotras.

Luis llegó en una camioneta blanca, algo vieja y oxidada. Nos saludó en cuanto nos vio de lejos.

—¡Prima! Estás enorme —se bajó de su camioneta aproximándose a nosotras con entusiasmo—. Todos en la casa están emocionados, esperándolas.

—Luis, Ellas son Amaia y Martina —Farah nos señaló—. Son amigas de España.

—Mucho gusto Luis —le sonreí.

El vino a abrazarme de inmediato, pero Farah ya nos había advertido que es normal saludar así, con Amaia hizo lo mismo.

José Luis parecía que rondaba los veinticinco o algo así, tenía el cabello largo amarrado en un moño desaliñado, era bajito y tenía los ojos pequeños, también parecía tener mucha energía.

Luis puso nuestro equipaje en la parte de atrás de la camioneta. Farah se subió de copiloto y Amaia en la cabina de atrás, conmigo.

—Traje Sabritas, dulces y cosas así —dijo Luis sacando una bolsa de plástico de algún supermercado, con un montón de cosas dentro—. Para ir botaneando en el camino.

—¿Ya te había dicho que eres mi primo favorito? —dijo Farah quitándole la bolsa de las manos.

—Bien chicas —la mexicana nos pasó la bolsa para escoger lo que queríamos comer—. Cosas que deben saber de Veracruz.

Tome unas papas que ponían fuego y tenían pinta de ser superpicantes y busqué algunas de queso para dárselas a Amaia.

—Primero, tienen que saber que hace mucho calor durante el día, prepárense para derretirse —Nos advierte nuestra amiga mientras comía—. Ahora, cuando sientan que alguien dice algo con doble sentido, las están albureando, de eso luego les doy una clase y esto es importante; cada vez que alguien grite "Ja-ro-cho" ustedes tienen que responder "A Hue-vo" con la misma tonada.

—De acuerdo —dije sin entender mucho de lo que dijo.

—¿Qué es alburear? —pregunto inocente Amaia.

—Es un arte Amaia, solo unos cuantos poetas son capaces de engañar a tu mente y hacerte decir algo que usan en tu contra.

Amaia se veía más confundida de lo que estaba antes de hacer la pregunta.

—Como que huele a obo ¿no? —dijo Farah olfateando la camioneta.

—¿Qué es obo? —pregunto Amaia antes de que yo pudiera impedirlo.

—Esta —Farah se señaló la entrepierna y se rio a carcajadas junto a su primo.

Mai y yo nos miramos sin entender cuál había sido el chiste que tenía a ambos primos muriendo de la risa.

—No entendí y no sé si quiero entender —les dije.

—Me preguntó ¿qué es obo? Pero se escucha, ¿qué sobo? —nos empezó a tratar de explicar Farah.

Ninguna de las dos entendió el contexto todavía.

—Es una insinuación sexual —nos aclaró su primo.

El resto del viaje Farah y Luis se la pasaron hablando de su familia, Amaia se durmió recargada en mi hombro, yo veía los paisajes, distintos a los de mi país, desde la ventana.

Miraba la cara relajada de Mai sobre mi hombro y me daba impotencia todo lo que le estaba pasando sin que ella tuviera la culpa. No pidió nada de esto, ni siquiera sabía que era una Strega hasta apenas unos meses atrás. Si yo no hubiera estado en el retiro ese día, ¿qué habría pasado con ella? ¿Se la habrían llevado los cazadores? ¿Sus papás estaría a salvo?

A veces pienso en lo duro que tiene que ser para ella ver tantos cambios en su vida tan drásticos y tan rápidos al mismo tiempo. Yo no sé que haría si me separaran de mi familia, al mismo tiempo me están cazando y todos eso sin entender del todo mi verdadera naturaleza.

También pensaba en mis padres, que tendrían que lidiar con Marco y sus cazadores otra vez. Pensaba en mi hermana, a quien le había insistido que viniera con nosotras para estar segura, pero se había negado rotundamente diciendo que ya era su turno que comportarse como la hermana mayor.

Nuestra relación de hermanas era cercana, de niñas lo hacíamos todo juntas, pero eso no significaba que éramos iguales. Regina era introvertida, muy tímida y siempre tenía en la mano un libro, yo siempre fui más rebelde y no paraba quieta por mucho tiempo.

Para mi Regina era la persona más amable y bondadosa que alguna vez conocí, pero a veces la gente se aprovechaba de eso. En la escuela me metía en problemas defendiendo a mi hermana, siempre creí que mi deber era cuidarla, a pesar de ser más pequeña que ella.

Por eso se quedó, me dijo que ahora debía ser yo la que se dejara proteger.

Por estar tan absorta en mis pensamientos, no me percaté que ya habíamos llegado, hasta que Luis paró la camioneta.

Nos estacionamos enfrente de una casa color blanco, que ahora estaba cerrada.

—Ahorita deben estar dormidos todos —nos informó Luis—. Ustedes se van a quedar en el hotel, porque la habitación de Farah está muy chiquita para tres.

A un lado de la casa había un pequeño hotel bastante rústico, tenía una piscina pequeña y se veían menos de veinte habitaciones.

Luis nos dio una llave con el número #6 en el llavero, nos ayudó con nuestras cosas y se despidió amablemente.

Había dos camas, pero yo estaba segura de que solo ocuparíamos una.

Deje que Amaia se metiera a bañar primero porque sabía que se estaba cayendo de sueño. Desempaque algunas cosas y saque de mi mochila el teléfono satelital que me dio mi mamá.

—¿Martina? —contesto de inmediato mi mamá.

—Mamá —sonreía al teléfono, que tranquilidad escuchar su voz—. Acabamos de llegar con la familia de Farah.

—¿Estáis las tres bien? —pregunto preocupada.

—Si mamá, estamos bien —dije para tranquilizarla—. Estamos a punto de dormir, pero no quería esperar hasta mañana para llamarte.

—Lo agradezco, no te voy a entretener mucho —dijo—. Cuidaos mucho Mar, debéis estad atentas a todo hija.

—De acuerdo mami —le dije con cariño.

—Te amo hija —me dijo con dulzura—. Descansa.

—Yo igual de amo Mamá, dile a Regi y a papá que los amo a ellos también.

—De acuerdo hija, luego hablamos.

—¿Quién era? —pregunto Amaia saliendo del baño con su pijama puesta.

—Mi mamá, me dijo que prestáramos atención a todo.

Me metí a bañar con rapidez, porque yo también me estaba cayendo de sueño. Cuando salí, Amaia ya estaba dormida sobre la cama.

No sabía si quería dormir sola o conmigo, pero no podía preguntarle, así que me acosté en la otra cama, tarde menos de dos minutos en caer en un sueño profundo.

———

¿Tienen amigos que no paran de alburear? ¿O solo soy yo?

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