Capítulo 2: "Las primeras mentiras"

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El restaurante al que me había traído la chica era muy guay. Reinaba la madera en la decoración, todo muy natural, plantas por todas partes, tonos verdes, me gustaba.

Nos sentamos en una mesa más apartada que las demás, en cuanto nos sentamos una chica se acercó a saludar a la morena. Parecía que la conocía de mucho tiempo, la tatuada le hizo una seña hacia mí y la chica me miró, tenía los ojos marrones, la mandíbula marcada, una sonrisa divina y el cabello de revista.

—Hola soy Julia —me regaló una sonrisa—. Estáis seguras aquí, si pasa algo o si queréis algo me dices tía, y... Es necesario abrir un poco la mente para entender.

—Rubia, es que siento que te voy a cambiar un poco la vida —la morena se tocaba la nariz dándole vueltas a su septum, parece nerviosa.

Yo estoy igual, o triplicado.

—Me llamo Amaia por cierto.

—Jo, no había caído en cuenta que no sabía tu nombre — dijo sonriendo—. Yo soy Martina.

—Pues Martina —me rasque la ceja—. Puedes empezar, que estoy de los nervios y además tengo que llegar a casa.

—Bueno... A ver... Es que ¿yo como digo esto? — Martina se tocaba la cara o veía hacia los lados buscando algo que le susurrase a la oreja las palabras correctas para decirme—. ¿Tú estás totalmente segura de jamás haber visto algo como esto con tus padres? ¿Jamás notaste algo raro o fuera de lo común con ellos?

—Lo estoy, jamás vi algo raro —trate de recordar algo que hicieran fuera de lo normal—. Joder pues son personas normales, creo yo.

—Bueno, está la otra opción —tragó saliva con dificultad—. Pero joder que yo no sé como decir esto...

De repente es ella la que no sabe que decir.

—O sea... ¿puede haber la posibilidad? —pensó las palabras—. De que tus padres...No Sean...

—¿Dices que si soy adoptada? —la interrumpí.

La morena asintió lentamente.

—Si —dije tranquila—. Lo soy, mis padres me adoptaron cuando tenía tres años.

—Joder, pensé que no lo sabías.

—Si, mi padre es pelirrojo y mi madre castaña —pase una mano por mi cabello rubio con puntas rosas—. Cuando tenía nueve empecé a atar cabos y me lo contaron.

—Eso explica mucho, es difícil entender nuestro mundo si jamás formaste parte de el —la morena seguía nerviosa igual que yo, pero esta vez controlaba más sus palabras.

La chica morena de cabellera hermosa camino de nuevo a la mesa con un café para Martina y galletitas.

—No sé que tomas rubia —dejó todo sobre la mesa—. ¿Te pongo igual un café?

—Si, muchas gracias.

—Enseguida rubia —camino deprisa para luego meterse a la cocina del local.

—Es una tema extenso —le puso un poco de azúcar a su café—. ¿Que quieres saber?

Uf, todo, pero tampoco quiero la información de sopetón.

—Lo que me hiciste, hace rato, lo de las manos digo —aclaré—. ¿Que significa? ¿Soy como tú? ¿También puedo mover el agua?

—Ja, creo que hago más que mover el agua rubia —me guiñó—. Pero respondiendo a tu pregunta, el agua específicamente no lo sé, es más complejo que eso, puedes tener otro tipo de habilidades.

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