El Príncipe

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Alemania1746Reino de Lohr

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Alemania
1746
Reino de Lohr.

Cro-cro.
Cro-cro.
Cro-cro.

Bakugou Katsuki escuchó el sonido de un cuervo mientras caminaba en un bosque de pinos secos. La luna llena iluminó con un color amarillento el sendero qué seguía con fidelidad aunque desconocía a dónde se dirigía. Las hojas de los pinos crujían con el viento y los tallos largos y delgados a los costados parecían encerrarlo entre un pasillo enorme de barrotes oscuros; la  noche se sentía pesada, ni un grillo o el aullido de un lobo se oía alrededor, había demasiado silencio y la niebla no ayudaba a disminuir la incertidumbre en el ambiente. 

El joven de diecisiete años, hijo de una general de guerra chasqueó la boca por la calma desagradable. Por instinto su mano tocó la empuñadura de su espada qué colgaba de la cadera izquierda y continuó su avance. Poco a poco el bosque se volvía espeso, oscuro e intimidante. El sendero terminó y el chico continuó su camino recto entre los pinos. No comprendía porque seguía caminando, había una especie de imán como si tuviera un único destino qué lo atraía hacía adelante sin poder rectificar el camino y desviarse. 

Katsuki sintió una opresión en el pecho como si la niebla aplastara su cuello y no dejará pasar el oxígeno a sus pulmones. Se le dificultó dar el siguiente paso como si el cuerpo se negara avanzar. De pronto otro cuervo graznó sobre su cabeza rubia y elevó la mirada: Un pájaro negro batió sus alas y descendió de la copa de un pino hasta posarse como un guardián sobre el torso de un cadáver tirado en la hierba. 

—¿Quién es?

El chico ya había visto otros cadáveres en la morgue del castillo pero nadie tan impecable y bonito como ese. Era un joven de rizos verdes, con pecas en el puente de la nariz y mejillas, con los labios pintados de un rojo brillante. Estaba vestido con un frac verde con botones de oro y con los puños y el cuello bordados en hilos dorados. Los adornos en las hombreras identificaban su alto rango parecía ser de la realeza quizás un príncipe por su edad aunque eso ya no importaba. Estaba frío y tieso. El cadáver tenía la boca media abierta, sus ojos verdes carentes de brillo apuntaban a su dirección además el brazo derecho estaba extendido mientras que una curiosa manzana roja a medio morder resbalaba de su palma abierta. 

Cro-cro. 
Cro-cro.
Cro-cro.

El cuervo, parado en el torso, graznó de manera horrible. Bakugou tuvo un escalofrío qué caló hasta sus huesos como si un cuchillo helado penetrara su columna vertebral. El ruido era escandaloso y los pinos se sacudían a causa de una brisa helada. En instantes el ave de mal agüero dejó de sonar como tal; ya no era un graznido si no el chillido de un cerdo y la voz de un brujo. Aquello lo obligó a retroceder unos pasos, las piernas temblaron pues estaba solo y la brujería no se consideraba como una fantasía de los cuentos, la gente del reino sabía que era tan real y peligrosa como una espada en manos de un soldado. 

ᴇʟ ᴘʀɪɴᴄɪ́ᴘᴇ ʏ ᴇʟ ᴄᴀᴢᴀᴅᴏʀ | ᴅɪsɴᴇʏᴡᴇᴇᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora