C A P Í T U L O 1

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  Jimin tomó entre sus manos la gargantilla que la reina Min le había dejado como un obsequio, odiaba la idea de ser él omega de alguien, mucho más si no le conocía, pero le han dicho que obtendría más de lo que pensaba.

  Fortuna, joyas, una buena vida, no sufriría por hambre nunca más, vestiría las prendas que siempre anheló.

  Suspiró acomodándose mejor sobre el asiento de aquel carruaje, el corset que llevaba se le hacía un poco incómodo pero admitía que aquella prenda amoldaba tan bien su cuerpo que cuando se vio en el espejo no podía creer que esa persona era él.

  El omega no tenía espejos en su casa por diferentes motivos, las brujas negras tomaban aquel punto de energía como algo con lo cual atacar y Jimin era un punto débil dentro del bosque.

  —No deberías estar nervioso cariño, mi hijo es un buen hombre—Jimin miro a la mujer frente a él regalándole una sonrisa débil pero segura—estoy segura que él se enamorará de ti, eres un buen chico, hermoso, educado, todo lo que un alfa desea.

"Todo lo que un alfa desea." Su mirada bajo a su manos, nunca había conocido al príncipe, solo sabía de la existencia de la reina y como era su rostro debido a que ella misma le había encontrado cerca del lago un día de febrero.

Las campanadas del reino sonaron, su respiración se volvió irregular y había comenzado a sudar, la reina colocó una de sus manos en las suyas apoyando al omega que estaba temblando y casi chillando del miedo, gracias a un té que ocultaba su aroma nadie notaría aquel olor a rosas y cerezas que hipnotizaba a muchos.

Había llegado la hora de conocer a quien sería su alfa a partir de ahora.

• • •

—Sigo pensando que esto es algo innecesario, padre—dijo un Yoongi de veintitrés años bastante calmado para la situación en la que se encontraba.

—Ya hemos hablado de esto durante mucho tiempo Yoongi, tu madre fue la responsable de todo—el príncipe suspiró mirando el piso del castillo, brillante, tanto que podía ver su reluciente rostro en el, las campanadas comenzaron, su lobo por alguna razón estaba inquieto y él un tanto curioso por saber como era aquella persona que le sería presentada como su futura pareja.

Las puertas se abrieron, escuchaba pisadas a lo lejos, no quería levantar la cabeza, no cuando sentía el corazón latiéndole a mil por segundo.

—Hijo, levanta la cabeza—le había dicho su padre, armándose de valor lo hizo y se lamentó no haberlo hecho desde que aquella puerta se abrió.

El chico que tenía enfrente era parecido a los que su madre le leí en aquellos cuentos de hadas y criaturas fantásticas, su cabello era rubio con destellos dorados, sus ojos brillaban más que las esmeraldas que adornaban muchas de sus joyas, esos labios tan esponjosos que instaban a los suyos danzar con suavidad hasta el cansancio y aquella gargantilla en el cuello que tanto anhelo arrancarla con sus propios dientes.

Llevaba unos pantalones ajustados, una camisa blanca que le quedaba un tanto suelta pero el corset color crema amoldaba a la perfección su figura.

—Majestad—hizo una reverencia casi superior a los cincuenta grados—es un gusto conocerlo.

—El gusto es mío—contestó respondiéndole con una reverencia más pequeña, el omega le sonrió débilmente volviendo la mirada ahora a su padre, el rey, haciendo también una reverencia y mencionando lo antes dicho.

Crónicas de Sligeryn | YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora